Homero Carvalho Oliva
Me encanta leer poesía, la poeta Montserrat Fernández me escribió: “Respeto mucho tu visión amorosa del trabajo en la poesía y tu incansable labor por difundirla” y eso es lo que intento hacer cada día: difundir poesía para construir un mundo mejor, porque pienso que cada vez que se escribe un poema, nos liberamos del tiempo y el universo se expande, se expande porque nuestras mentes también lo hacen y nos damos cuenta de que somos un atisbo en el tiempo, la poesía nos permite vislumbrar la luz que cuela por esos resquicios.
“Así como termina un sendero/ Y nos encontramos de pie con un nuevo panorama”, así también es la poesía, abrir un poemario es estar solo, al fin de un camino frente a la vida. El verso lo tomé del libro Signos del alma de Fabiola López, publicado en La Paz el año pasado.
“El silencio se asemeja al entendimiento del alma”, nos dice Fabiola y es cierto, porque la poesía es la revelación del silencio. Del silencio que la poeta guarda para convertirlo en palabras cuando necesite descubrirse ante la hoja del papel, es entonces cuando el poema germina en su interior, los versos salen por sus dedos y se abren como amapolas en la desnudez del papel.
Fabiola sabe que la poesía no es hija del poeta, es su madre y hace nacer al poeta en el poema, por eso, en su poema “Locura” nos dice: “No se siente ya nada/Y es tan larga esta metáfora…// Está envuelta mi realidad/ ¿Dónde va aquella lágrima?//El viento cubre la deformación/ Con su suave brisa/Me asalta y descubro la realidad”.
Cuando leemos un poema no nos debemos preguntar qué quiso decir el poeta, sino que queremos decir nosotros, los lectores, a través de ese poema. El buen poema se explica en tu interior y se sabe que es un buen poema cuando lee al lector, cuando el lector siente que en esos versos está lo que él quería decir sobre ese tema en particular.
Coincido con Jaime Martínez Salguero, escritor, poeta y académico de la lengua, que afirma: “Fabiola López Uriarte, nos entrega este poemario como muestra de que la vida es un caudal de ideas y sentimientos en busca de un puerto humano al cual llegar. El lector será quien la ha de valorar como lo hace la aduana al recibir un cargamento de ultramar. La autora se adentra a lo más íntimo de sí misma para recoger sus vivencias, para encontrarse consigo misma y producir un verso capaz de contenerla con todo cuanto es, tiempo que acumula experiencias y sensibilidad que las produce y reproduce, de ahí que haga una poesía con tendencia a la meditación y la llene de imágenes y de palabras salidas del alma”. Alas y buen viento para este poemario.