Sembrar vientos para cosechar tempestades

0
921


En diciembre de 2007 Fernando Kieffer, ex hombre fuerte del gobierno de Hugo Banzer Suarez, agonizaba en una celda de la cárcel de San Pedro. En sus últimos días, viendo su influencia política desvanecerse mientras el cáncer lo consumía, escribió una carta a Juan Ramón Quintana, entonces Ministro de la Presidencia de Evo Morales, para reclamarle su ingratitud y su conveniente acomodo en el poder. Kieffer es directo:

Cuán pronto olvidaste los tiempos que pasamos juntos en el Ministerio de Defensa, los momentos que como capitán eufórico me aconsejabas cómo reprimir a la izquierda, cómo quebrar los movimientos, cómo infiltrarlos. Tu experiencia en la Escuela de las Américas, cuna de la libertad americana, te hizo prepararte para la labor que sigues disfrutando: infiltrar, penetrar y cambiar […]Tu cercanía con la familia Banzer te ayudó, es evidente, a llegar muy pronto al estrellato, aunque tú y yo sabemos en qué nivel te encontrabas y la labor que cumplías.

Creo sinceramente que deberías compartir la oscura celda en la que he tenido que pasar muchas horas meditando. En realidad, no sólo Patricia y Erica Banzer deberían comparecer, sino que tal vez tú tengas mucho que explicar. Muchas cosas serían esclarecidas si el fiscal te llamara de declarar, aunque es difícil porque tienes el poder y lo estás usando como te enseñé, sólo que ahora quieres acallar tu conciencia y cuidar tu imagen ante Evo.

En fin, es tu juego, para eso te entrenaron. Pero lo que sí no debe quedar en el silencio de los inocentes, es que juntos hicimos muchas cosas, cosas que sólo tú y yo sabemos. El dolor de mi familia, ver a mi esposa ante las cámaras me ha lacerado el alma, sabes bien que la familia real te protegió tanto que te insertó en los círculos íntimos del poder. Gozaste de privilegios y los sabes aprovechar. Lo único que pido es que no actúes con Evo Morales como lo estás haciendo conmigo.

Cuando me decías en el despacho: con su permiso Señor Ministro y te cuadrabas como subalterno, no tenías esa sonrisa de soberbia que hoy tienes. Tu inocencia perdida y el afán de poder se notan debajo de tus lentes.
Espero que te dure. Yo sólo te debo aconsejar que entiendas que el poder es pasajero y espero que algún día no te encuentres en el duro trance en que hoy me encuentro.

A quienes haces daño pueden devolver el favor. Especialmente, creo que no aprendiste el arte de no hacer daño a tus camaradas. Estás muy ensoberbecido y eso es propio de mostrencos en política.

Siembra vientos y cosecharás tempestades .

Trece años después el panorama es completamente distinto. Quintana y otros ex ministros llevan semanas asilados en la embajada de México en La Paz, Carlos Romero fue aprendido acusado de varios delitos por el Ministerio Público. Mientras tanto, desde Argentina, Evo Morales declaró necesario armar milicias populares tal y como hizo la dictadura chavista en Venezuela.

“Siembra vientos y cosecharás tempestades” es una frase inspirada en un versículo bíblico del libro de Oseas. Más allá de la convicción religiosa de Kieffer ahora resuena como una sombría premonición. ¿Quién habría imaginado que los hombres más poderosos del gobierno del MAS estarían en un situación similar a la de un ex banzerista? Antes de noviembre de 2019 muy pocos. Me parece interesante releer la carta de Kieffer en la actual coyuntura política pero desde una perspectiva constitucional.

En Bolivia se vulnera el estado de derecho a conveniencia y eso trae funestas consecuencias. La institucionalidad en nuestro país siempre fue débil y se desarrolló al ritmo de las luchas por el poder. Los perseguidos de ayer se vuelven los perseguidores del mañana. Así como el MAS inició juicios políticos, persecuciones y mandó a varias personas al exilio, el autoritario gobierno transitorio le devuelve el favor con altos intereses. Añez heredó las estructuras de poder y las estrategias de intimidación elaborados durante 14 años de Proceso de Cambio y las está explotando con gusto. En el remoto caso de que el MAS se imponga en las próximas elecciones de mayo, la cacería de brujas continuaría pero revirtiendo el lugar de los actores involucrados. Parecería que estamos condenados a ver como el autoritarismo y la vulneración de derechos fundamentales se consuman en una rueda del tiempo que gira sin parar.

Este panorama desolador me hizo recordar a Montesquieu y El Espíritu de las leyes. Montesquieu detestaba la Monarquía absoluta. Reyes como Luís XIV suprimían las libertades del pueblo francés precisamente porque representaban la concentración absoluta del poder. Ningún derecho podía ser ejercido ante esa amenaza. Su solución es famosa y forma parte de la historia del pensamiento político en occidente: La separación de poderes y la generación de frenos y contrapesos en la constitución. Montesquieu era consciente de que no se podían eliminar intereses contrapuestos en una sociedad. Inspirado en la república Romana antigua, la constitución inglesa del siglo XVII y el pensamiento de John Locke, creía que la mejor manera para lidiar con las luchas por el poder era garantizar su desarrollo en un campo específico, una arena especial: el parlamento. La lucha sin aniquilación mantendría el equilibrio de las fuerzas sociales. Estas se enfrentarían y negociarían. Habría ganadores y perdedores pero en el marco de lo establecido por la constitución. Después de 3 siglos esa solución parece ingenua pero puede permitirnos encontrar un horizonte para salir de la dura transición por la que estamos viviendo.

Es probable que configuremos un parlamento con varias fuerzas políticas luego de las elecciones nacionales de mayo. El MAS mantendrá una bancada importante pero notablemente debilitada. El fraude electoral y la falta de los recursos estatales para impulsar su campaña le pasarán factura. Con tan poco tiempo, armar una sola coalición para enfrentar al MAS parece imposible. Las fuerzas regionales, cívicas y partidarias saben que el MAS representa una amenaza pero intuyen que está herido de gravedad. La más probable es que intenten capitalizar el apoyo electoral de indecisos y antimasistas. Ante ese escenario, quizá en junio celebremos una segunda vuelta entre el MAS y el partido opositor más fuerte que eventualmente se impondrá concentrado por fuerza el voto antimasista. El MAS tiene todo en contra. Aferrarse al voto consigna mientras se representa como víctima de un “infame golpe de estado” será el camino de su agonía.

Este escenario puede generar ingobernabilidad muy parecida a la vivida en la década de los noventas del siglo pasado, pero también puede brindar una oportunidad para celebrar acuerdos políticos que nos permitan rescatar nuestra deteriorada institucionalidad de intereses político-partidarios. Apostar por la tecnocracia y la meritocracia en entidades claves como el Defensor del Pueblo, el Ministerio Público y el Tribunal Supremo Electoral es una salida viable. Los derechos y garantías constitucionales solo son efectivos cuando existe un marco normativo e institucional fuerte que las haga viables. De lo contrario son declaraciones de intenciones sin valor real. Solo así comunistas, neoliberales, masistas, camachistas, mesistas, falangistas y troskistas tendrán garantizado los mismos derechos y las mismas garantías constitucionales.

Si fracasamos corremos el riesgo de materializar la premonición de Kieffer, ya no solo para Quintana, sino para el ejercicio mismo de la política. Sembrar vientos para cosechar tempestades es una promesa de tormentas por venir ¿Se convertirá una y otra vez en realidad?