La velocidad del viento te golpeaba la cara como un puñetazo. Arrastraba polvo, claro, pero con él venían también sucia tierra y… cenizas. Las cenizas se te pegaban a la piel, un pedacito microscópico de naturaleza muerta se adhería a tus manos y a tu ropa, mientras el viento helado llevaba los frutos de la imbecilidad humana directamente a los cuerpos atónitos que contemplaban las llamas en el cerro crecer y devorarlo todo a su paso. No estábamos en la Chiquitanía, no, estábamos a unos minutos del centro de Cercado, en Puntiti, a unos pocos kilómetros del núcleo del infierno. Pero las cenizas, el humo, el olor a quemado, la rabia y la impotencia estaban ardiendo dentro nuestro.
Cochabamba se está incendiando, también, y se está incendiando por acción humana. Ya no importa si son loteadores, cocaleros, comunarios, turistas o lo que fuere, la estupidez ha rebasado los límites de la tolerancia y el Gobierno, sus instituciones, sus funcionarios inútiles, la corrupción y la estulticia depredadora son directos responsables de eso, por no prevenir, por fomentarlo con leyes criminales, por no destinar recursos a ello y preferir hacer una campaña electoral obscenamente millonaria. Los voluntarios, héroes silenciosos, están agotados y desechos, sin condiciones mínimas, a plan de puro compromiso con la vida, con toda forma de vida, mientras el supuesto Elegido y su séquito de siervos no hacen nada, nada efectivo para detener los fuegos. Un comunario ha muerto intentando llenar la ausencia del Gobierno, esa muerte pesará por siempre en su soberbia, al igual que todas las formas de vida arrasadas por el fuego y que ahora son tan sólo sus cenizas.
Aequat omnes cinis, escribió Séneca en un tiempo ya remoto. La ceniza nos iguala a todos, decía, y es verdad. Cuando le toque a la historia juzgar a los responsables de la barbarie, no estarán en el banquillo tan sólo los que encendieron el fósforo. Estarán a su lado los cobardes que jamás pensaron impedirlo y detenerlo, porque hoy pueden controlar la justicia pero el fuego de la verdad es invencible y terminará por arrasarlos a todos, por convertirlos en su propia ceniza y la ceniza nos iguala a todos.