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Gary Daher Canedo / Poemas

La orilla del lenguaje

Abórtame
Dánae
Ésta es la orilla del lenguaje 
Me he tocado por todas partes
Y no me convierto en oro.
Cómo destruir a tu padre:
la sangre que engendras tiene impura la tinta de los
dioses.
Desde tu torre
cautiverio que soporta toda lluvia
arrójame al río
yo me iré con la palabra al mar.
Aquí
Solitario
En el agujero fatal de los sueños
                  (gestación enfermiza)
los muertos
Dánae
ocupando las paredes de tus entrañas
han descubierto mi ojo desnudo
su monstruosa formación sin cejas.
Una música mágica llega desde el Asia
en un Círculo de pequeñas palabras
lágrimas de imagen
que bañan tu vientre
                               mi cálida esfera limitante.
Los soldados de Minos han entregado las lanzas
y la tierra se ha cubierto de frases
uno tras otro los verbos han sido separados.
Está inmóvil la caballería
los estandartes apilados
sobre el lienzo ya no quedan colorantes
y el negro garabatea las figuras.
Esto me viene desde el tacto
cuando tu líquido amado se agita
y sé que lloras
la impotencia de los cuadros.
Las salamandras
detrás de las cortinas
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te dicen los hechos de los nómadas
sus arrogantes camellos
la arena multiplicada
y bajo la tienda
la húmeda cópula de los amantes
nada es cierto
Dánae
sólo las sombras
que en el fuego traen.
Por el crepúsculo se reconoce el horizonte
Una muerte más
¡procede!
la acción será completa
la obra inconclusa.
(de Errores compartidos)

II

Hincado sobre las laderas
veo a los tuyos
me veo, Amanecida
y el silencio es una lámina
la radiografía del pulmón perforado
por el que aún respiras
las angustias
como en febrero cuando las torrenteras revientan
y se llevan la ciudad entre la mazamorra
brutal
de las mentiras
y las tejas
junto a las paredes de las casas
arrebatadas por el ritmo de las caderas
cuerpo contra cuerpo
espasmo tras espasmo
hijo contra hijo
y tú sin suceder, Amanecida. 
Después escarbo
con una pequeña rama sobre el limo de la historia
por debajo del barro
donde se encuentran dos ojos limpios como niños
y allí estás
otra vez
gestual 
enraizada.
Quisieras la profundidad
hundirte dentro de ese abismo
pero todavía gotea
y los cauces que ha encontrado la lluvia
se ven por todas partes
entonces las vertientes de la montaña son una mano venero
presta a tomar la cumbre
crispada
guardando el sexo interior de la tierra
Toda la circunferencia
gira con las manos apretadas
y los hombres derramamos santo alcohol sobre los surcos
a ver si al fin te levantas, Amanecida
brotando entre las peñas
del vientre de las aguas
desde la boca verde y abierta de las selvas
ver tu forma brotar, Amanecida
en la nieve singular
en los lagos misteriosos de sal, Amanecida. 
"Despierta, Daher"
grita el tabernero
mientras golpea las sillas de madera sobre las mesas
entonces veo en las aceras
el amanecer de la cara de los viejos
apretada de arrugas como cañadones
en un solo viento que contiene
los mudos accidentes
todas las geografías
una mancha solar
un espejo en el monte
y ya no queda ni la escondida memoria
de la ciudad que se habría derrumbado
como un vértigo entre la noche
de la que nadie sabe nada
sino que pregunten
aquí o allá
en todas las encuestas. 
Ahora ya no se ve
pero las puertas de mis amigos están marcadas
de sangre.
En las calles toneladas de acero
no han podido ser borradas
ni con los detergentes de los demócratas
que han bombardeado dineros 
para marcar las paredes
unas detrás de otras
cubriendo las páginas de los diarios
y el universo de las pantallas multicolores.
Arcas e infamia
destinadas a cegar todas las bocas. 
Aquí que silente una procesión
se levanta entre las tumbas
debajo de los catres
de adentro de los roperos.
Vestidos de adultos
todos llevan copas
han construido una sed de siglos
que no se calmará ni con los ríos
del Amazonas
reproducidos en los cielos estrellados del altiplano.
Las aguas tienen ruidos
y peces y colores
suben las secretas cachuelas
trepando desde la íntima jungla
hasta la cordillera infinita
que es como el país sumergido
visto desde las nubes
lugar donde moramos
porque nuestro es el aire
devuélvannos el aire
para respirar hasta que las carcajadas revienten
y echemos a reír la suerte
y te reconozcamos al fin
Amanecida
alma nuestra
emergiendo desde todos los rincones
como una inmensa marejada 

(de Cantos desde un campo de mieses)

Ballena blanca

Y aquel descenso hasta la noche púrpura
donde el ojo amarillo y feroz
que mora el alma
espera y muerde y escudriña
con punta filosa
incesante 
-¿dónde estás?-
pronuncia la angustiosa voz 
no la voz estentórea de la vida
en mis celosos pulmones
sino el viento
viento de fuego
del interior que no cesa
en las cavernas del lenguaje. 
¿Dónde estoy yo mismo?
en qué espacio de mi cuerpo
agitada, olvidada, vendida
hay una pequeña avalancha de delicadas piedras
y el agua las baña con su aliento. 
Así
desencontrado
-¿dónde vas?-
digo de pronto
niña vital
musa de par en par cubierta
flor
ajena a todo tiempo
y yo que esperé en vez de entrar
su líquida presencia
su cuerpo inmaculado y descalzo. 
¿Fuiste tú aquella breve lluvia? 
nada
solamente quedó
el ácido severo del amor cotidiano
que nos amarra a los días:
y nos refiere demandas
dinero, arroz, zapatillas sirias
y aquella otra mujer
fugaz acaso
mujer de sombra
al acecho de mis actos
no de mi ternura. 
¿Es éste el modo del camino:
obeso, viejo, aposentado
gente común como todo el mundo?
Yo
que un día soñé destruir la roca de Sísifo 
sigo empujándola en busca de la cresta
mientras el mar se agita
lidio en la tierra térrea
en que se enciende
la palabra: esa impostora
el dudoso deleite de la intemperancia
el horror de la cara ante el espejo
y el sudor del trabajo y la vicisitud del desempleo:
moneda corriente del infierno
actor, actor, actor
todo en vano
aguacero y silencio
furia y destino
como una ballena blanca imposible de cazar
he regresado al crepúsculo
inopinado
traslúcido
inaprensible del hombre de cualquier edad. 
Y mientras tejo las horas
con obras mortales
humanas
persigo todavía entre las hojas
esa huella
la tímida huella de la íntima hermosa
-no existe mejor razón que la belleza.
Entonces salgo a las calles
soberana la luna
para que turbio de alcohol
finja el ánimo valiente
y al fin
última copa
trastabillando entre la mesas
pregunte vanamente al tabernero
(deslumbrante ya la luz
que se rompe sobre la alta claraboya)
si ese rayo que mata
fantasma diáfano
es solamente la mañana
cruel como elegante matrona
cegadora, repetida, atroz 
y no mi dama. 

Leones encendidos

A flor que és, não a que dás, eu quero.
Porque me negas o que te não peço?
Ricardo Reis (Fernando Pessoa)

¿Qué es lo que hace hermosa a una mujer?
Su fragancia -dirán
el garbo elegante
esa luz matutina
un gesto inesperado
algo que raya en lo erótico sin dejar de ser inocente

Tantos argumentos para señalar al rayo.
Y en medio de aquellas
la núbil
“hálito de hojas tras la lluvia”
escribí en un anacrónico poema.

¿Cómo se dice a través de los versos
a una moza temprana
que se la desea? –no es amor ese grito áspero-:
(tus manos guardan las caricias de las ciegas
y en la sangre de virgen
vino de fuego y lengua sagrada de Orga).

Tal si fuese un trovador medieval
“Apacigua mis leones”
gritaba
porque yo quería que cante
que diga esos versos portugueses
“-tono hipnótico tu cuello
adivinada entrega tus caderas-“
garabateaba para informar que era bella.

Y la imaginaba –acaso por su nombreun profeta bíblico
capaz de apaciguar a mis leones.

Pero
¿qué son mis leones
si no esta enfermedad
por desear lo nuevo
lo puro
lo inteligente
el alma de una poeta
en el espigado cuerpo
de una novísima hembra posmoderna
desarreglada como al descuido
pero cuidando su traje
y sus labios bien pintados.

La flor que eres, no la que das, quiero.
Afirmaba
parafraseando a Pessoa
a sabiendas que no es ella
a sabiendas que la descalza
será otro tipo de historia
y que las mujeres deslumbrantes
desaparecen

cuando el trono de la dama
-esa que nos diste en el antiguo paraíso –dirá Gonzalo Rojas
ocupa todo su espacio
y mis leones desaparecen
entre sus brazos.

(de Territorios de Guerra)

Senda elemental

Sé que hay un sendero de recónditas piedras
por él asciendo hacia la fuente de aguas
al jardín secreto

ya no hay dolor
pero el aire está cargado de silencios

En algún lugar del cielo se produce un refocilo
tiemblo
huele a pan
y hay sonido de campanas

De repente siento miedo
un miedo ancestral
al centro de las cosas
como ocurre dentro de los cementerios nuevos
de tumbas abiertas
de tierra removida
de muertos por llegar
uno a uno desde los pueblos

Narciso

En la superficie del agua miro
subir a un ángel de violenta luz

en él me espero.

¡Ay!
las hojas del otoño flotan
me separan.

Ya voy
extraño compañero.

Biografía

Gary Daher (Bolivia, 1956). Poeta, narrador y ensayista. En poesía, ha publicado Poemas y Silencios (1992), Los Templos
(1993), Tamil (1994), Desde el otro lado del oscuro espejo (1995), Cantos desde un campo de mieses (2001, 2006), Oruga
Interior (2006), Territorios de Guerra (2007), Viaje de Narciso (2009), y Errores compartidos (1995), en co-autoría con Ariel
Pérez y Juan Carlos Quiroga. En novela, ha publicado El Olor de las llaves (1999), El huésped (2004) y El lugar imperfecto
(2005). En ensayo, ha publicado En busca de la piedra y el agua (2005) y en traducciones, poemas de Catulo y Safo en
Safo y Caulo: poesía amorosa de la antigüedad (2005).
Trabajos suyos se han reproducido en diversas antologías, diarios y revistas bolivianas y extranjeras. En 1976 recibió el
Primer Premio Jóvenes Escritores, en 1994, Primer Premio Nacional de Crítica Literaria Walter Montenegro, y en 2004 fue
nominado Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”.

Obras publicadas

Poesía

Poemas y Silencios. 1992: Edición del autor.
Los Templos. 1993: Editorial Arol.
Tamil. 1994: Edición del autor. 2006: Editorial Gente Común.
Desde el otro lado del oscuro espejo. 1995: Editorial Acción.
Errores compartidos (En coautoría). 1995: Editorial Acción.
Cantos desde un campo de mieses. 2001: Fondo Editorial Municipal.
Oruga Interior. 2006: Plural editores
Territorios de Guerra. 2007: Editorial Gente Común.

Novela
El Olor de las llaves. 1999: Editorial Nuevo Milenio.
El huésped. 2004: La hoguera.
El lugar imperfecto. 2005: Gente Común.

Ensayo
En busca de la piedra y el agua. 2005: Editorial La Hoguera.

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