“Deberíamos saber ya, que todo está en relación, por lo que no tiene sentido encerrarnos en nosotros mismos, sin cultivar el espíritu solidario, que implica respeto mutuo y conjunción de fuerzas”.
El momento no es fácil en ninguna parte del mundo. A poco que activemos la conciencia del tiempo y naveguemos por el espacio viviente, advertiremos tensión física y emocional; y, lo que es peor, agotamiento para enfrentarnos al aluvión de incertidumbres y desafíos que se nos pueden presentar en cualquier fecha. No importa el instante ni el lugar. La globalización es un proyecto natural que abarca todo tipo de dimensiones, lo que nos exige caminar como familia, siguiendo los inherentes principios vinculantes, de comunión responsable. Bajo dicha perspectiva, nadie es ajeno a nada. Nos afectan todo tipo de atmósferas. Sean aires causados por el estrés laboral, con apretados turnos y un sinfín de inseguridades, u otros vientos estresantes múltiples o cotidianos, que nos dejan sin corazón, deshumanizándonos por completo. Por si fuera poco el desconsuelo, hasta la propia naturaleza que nos acompaña está sufriendo un elevado estrés hídrico, provocando que alguna ciudadanía, en ciertos territorios del orbe, no pueda mantener algo tan esencial como las buenas prácticas de higiene.
Hace unos días, nos recordaba Naciones Unidas, que a nivel mundial se prevé que cada 1 ºC de aumento de la temperatura provocado por el calentamiento global supondrá una reducción del 20% de los recursos hídricos renovables y afectará a un 7% adicional de la población. Estos impactos, desde luego, ahora están presentes. Multitud de países, incluida España, les cuesta una buena dosis estresante para mantener un suministro mínimo de agua potable en periodos de sequía. Está visto que tenemos que gestionar mejor los recursos naturales, siendo más respetuoso con todo lo que nos rodea. Además es público y notorio, que un consumo excesivo, induce al estrés en el uso de las tierras, aparte de provocar una mayor contaminación y la pérdida de hábitats naturales. No olvidemos que todo está en creación, ya no solo para recreación nuestra, que también, pero sobre todo tenemos que hacerla fructificar, mejorando la eficiencia del uso del agua por ejemplo. Tampoco estamos aquí para adueñarnos de nada, sino para colaborar y cooperar en que esta creación no se agote y muera, debido a nuestras malas andanzas.
Repensemos entonces la situación. Necesitamos momentos de reposo, tanto para enmendar entornos como para descansar y poder salir de este vacío estresante. Lo importante es reencontrarse, tener tiempo para reflexionar, antes de que la desesperación nos ahogue y no podamos detenernos para respirar hondo en la vida. Hay que volver a ese estado natural, que es lo que nos dona una paz interior, y nos hace ver a la existencia con otros ojos más poéticos que poderosos. El poder por el poder todo lo corrompe, hasta nuestra misma casa terrenal. Hemos de frenar cualquier superioridad antes de que, el reino de los pedestales, nos dejen sin camino de búsquedas y hallazgos. La demostración suprema de virtud radica, precisamente, en poseer una hoja de rutas de servicio impecable, fruto de un poder natural sin abusar de él; puesto que el método vivencial, consiste en hacer camino, no en deshacerlo por el ordeno y mando. Esta movilización debe dar continuidad al estado armónico, que es lo que verdaderamente aminora las tensiones, las explosiones de rabia y el aumento de hechos violentos.
Ante este cúmulo de realidades crueles, asociadas a los traumas y al estrés emocional por las trágicas experiencias vividas, a veces se suman otros riesgos de contiendas inútiles, de explotaciones inhumanas, que nos dejan sin aliento. En ocasiones, el agotamiento es tan fuerte que más que alimentos se requiere de alguien con quien hablar, que entienda de necesidades íntegras e integradoras, para poder sentirse acompañado. Hoy más que nunca, hace falta animar a todo aquel que está destruido internamente, para que pueda recuperar la confianza en sí mismo y tomar una actitud abierta y positiva para poder hacer tronco y reconstruirnos como linaje, en un planeta que es de todos y de nadie en particular. Sabemos que la pandemia de COVID-19 ha disparado la depresión y la ansiedad, con el consabido estrés de debilidad y con un alto riesgo de conductas suicidas. Deberíamos saber ya, que todo está en relación, por lo que no tiene sentido encerrarnos en nosotros mismos, sin cultivar el espíritu solidario, que implica respeto mutuo y conjunción de fuerzas. Con estos sentimientos, dejaremos de estar adormecidos y la resignación no cabrá en nuestra lucha diaria, al observar que unidos y no revueltos, es como se superan los peligros y se endulzan los sufrimientos.