Carlos Battaglini
La experiencia de haber leído El Malogrado ha resultado ser todo un éxito. He caído rendido con placer ante el estilo oscuro, misántropo, envidioso, frívolo, nihilista y a veces cómico de Thomas Bernhard. Ya da igual la teoría literaria. En esta obra el autor austriaco hace caso omiso de ella, y para ello se ampara en una voz de narrador tan poderosa, que todo lo demás queda relegado a un segundo o tercer plano.
La historia es simple: tres amigos excéntricos aspiran a ser pianistas de élite (o artistas del piano como dice el narrador que hay que llamarlos) sin embargo hay uno, Glenn Gould, tan superior, tan magistral que desmoraliza a los otros dos, sobre todo a Wertheimer que acaba suicidándose. El narrador protagonista viaja entonces hasta Austria (país en decadencia total según él) donde asiste al entierro de su amigo. Para ello se hospeda en un mesón desde donde cuenta toda la historia a través de unos pensamientos transmitidos a través de un monólogo que no atiende a la lógica del tiempo, sino a la relatividad del mismo.
Son unos pensamientos además que repiten constantemente las mismas ideas a través de una dudosa estructura semántica que abusa de los mismos verbos (el “pensé” se convierte en sempiterno) la cacofonía, y una retórica enredada en lo que a mí me gusta denominar ‘espiral’, esto es dar vueltas y vueltas alrededor de una idea o concepto; sobre todo alrededor del dramático efecto que produjo en Wertheimer haber escuchado a Glenn Gould tocar Las Variaciones Goldberg, una actuación tan magistral en el Mozarteum de Salzburgo, tan superior, que acaba con él.
Además de la distinguida voz del narrador que como se ha dicho, es suficiente para burlar los aparentes “defectos técnicos literarios”, el libro funciona, el libro rueda gracias a la participación de más personajes singulares (¿quién no es singular en esta novela?)
como el mismo Glenn Gould, un artista del piano que además existió en vida, un virtuoso, un genio, tan bueno, tan superior que acabó a todos los que lo rodeaban.
Aunque el narrador lo llevó mucho mejor, puesto que en realidad no era tan ambicioso como el ‘friki’ de Wertheimer, cuyo carácter es tan peculiar, tan excepcional, que al igual que ocurre con la voz poderosa del narrador, su presencia basta para dejar atrás el cumplimiento de la teoría literaria.
Junto a los tres amigos, aparece también el profesor Horowitz tan oscuro como decisivo en la formación de Gould, en la historia. Tenemos también a la sufridora hermana de Wertheimer a la que el artista del piano martiriza tanto que un buen día lo acaba abandonando para marcharse a Suiza y casarse con un rico.
Wertheimer se vengará suicidándose cerca de su casa de Suiza. Al final el personaje estrella de la novela acaba siendo el mismo Wertheimer, un rico judío que odia todo, que tiene a su hermana atada para descargar en ella toda su infelicidad que al fin y al cabo es lo que lo mantiene vivo. Wertheimer, un personaje destinado a la desgracia, al pesimismo, no en vano el propio Gould lo bautiza como El Malogrado nada más conocerlo en esta historia.
Una historia que a pesar de poseer personajes reales como Gould o Horowitz, se trata de una obra ficticia: Wertheimer no existió y Gould tampoco fue alumno de Horowitz, es más, al parecer detestaba a éste. Bernhard tampoco era pianista aunque se parece al narrador, un narrador que odia todo (buena casi todo, puesto que ahora vive en Madrid a la que considera una ciudad fabulosa) y a todos, al igual que sus “amigos”.
Bernhard cuenta la historia con una negatividad y un pesimismo constante, sin embargo, su tono cafre, no acaba de molestar realmente al lector (al menos a mí) sino lo que le produce es hasta un cierto regocijo cuando no una carcajada de vez en cuando. El narrador dice lo que piensa, sin importarle mucho lo que digan de él, aunque también es cierto que la mayoría de sus críticas son genéricas y al menos en este libro no se adentra (tal vez porque tampoco la editorial se lo hubiese permitido) en terrenos más espinosos y por ello no acaba en realidad de meterse con los “poderes fácticos”.
Son palabras las de Bernhard escritas con genialidad, no diría ni mucho menos que desde la locura, pero si tal vez desde un ligero trastorno obsesivo compulsivo. Alguien podría decir que su estilo recuerda a Céline, es posible que así sea en algunos momentos. Por otro lado, cuando uno ha viajado por todo el mundo se da cuenta de lo europea y occidental que resultan las obsesiones y amarguras del narrador.
Se trata al fin y al cabo de una neurosis burguesa propia de aquellos que tienen sus necesidades cubiertas y bastante tiempo. El Malogrado es también un libro un tanto (o muy) autobiográfico, un libro de solitarios que además lo entendemos perfectamente porque está excelentemente traducido por Miguel Sáenz.
El Malogrado fue publicado por primera vez en España en 1983, a la que le siguieron varias más por parte de Alfaguara. Thomas Bernhard falleció en 1989 tras vivir media vida dentro los hospitales debido a la tuberculosis. Su padre se suicidó y su relación con su madre no era buena. Bernhard se mantuvo por el contrario muy unido a su abuelo y a Hedwig Stavianicek, una mujer 37 años mayor que él que siempre lo animó a perseverar en su carrera literaria. Además de El Malogrado, Bernhard escribió otros libros destacados como Corrección o Extinción así como muchas piezas de teatro y muchos más trabajos.
Bernhard siempre estuvo sumido en un escándalo continuo motivado por su posición anti-austriaca y otras posturas excéntricas. Hoy en día muchos lo consideran uno de los mejores autores de siglo XX.
¡Y ahora te toca a ti! ¿Has leído El Malogrado? ¿has leído a Bernhard? ¿qué te parece?