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Teleférico, PumaKatari y Bolivian Power

El antiguo dicho popular que dice: “Ése está más trajinado que auto de ministerio” refleja una actitud y una realidad de cómo se usa y abusa de lo ajeno, en este caso de los bienes del Estado, es decir, de lo nuestro, de lo que pertenece a todos los bolivianos.

La forma más eficiente de robarle al Estado, es decir, a nosotros, los ciudadanos, es adquiriendo bienes (o “males”) a precios exorbitantes, con enormes sobreprecios que van a parar al “bolsillo” de los gobernantes de turno. ¿Pero, será? Yo creo más que, en las presentes circunstancias, esta forma de corrupción sistémica se ha convertido en un modo de vaciamiento de las arcas públicas para financiar y sostener el “imperialismo” impuesto por el Socialismo del Siglo XXI sobre sus países colonizados.

El más elegante de estos proyectos de vaciamiento ha sido la adquisición del teleférico de La Paz, el proyecto más imaginativo, innovador y moderno, concebido para el desarrollo urbano de la sede de Gobierno. Robarse la idea e implementarla fue la coartada perfecta para disimular el crimen. ¿Quién se pudiera haber opuesto a semejante proyecto promocionado y ofrecido a La Paz desde mi primera gestión en 1985, y licitado y adjudicado en 1996, durante mi última gestión de alcalde?

Mejor marketing político era imposible, pero la forma en que fue licitado el teleférico entonces —luego que el mismo fuera estudiado por el MIT, el Banco Mundial y licitado por Naciones Unidas, con financiamiento otorgado por el Gobierno español en términos concesionales— fue absolutamente distinta a como terminó haciéndolo el gobierno del MAS. Evo Morales ordenó al Banco Central echar mano de las reservas monetarias y financiar el teleférico sin licitación, por adjudicación directa, y con un sobreprecio que se estima en 576 millones de dólares. Esa plata fue a las arcas cubano-venezolanas facilitadas por el “instrumento” evista (seguramente menos una “comisión”, que quedó quién sabe en qué bolsillo).

Desde luego el teleférico no es el único proyecto “extractivista”, a nombre del MAS, que beneficia a la cúpula que lo tiene también secuestrado y a su proyecto transnacional caribeño. La planta de úrea, el proyecto de litio, el Mutún, San Buenaventura, etc. Suman miles de millones de dólares vaciados de Bolivia por el “instrumento de cambio… de dueño”.

Ahora se confirma que el teleférico es deficitario en cerca de ¡50 millones de dólares anuales! Y no está claro si ese déficit es sólo operativo o contempla también la amortización del “crédito” forzado del Banco Central. Esa amortización la pagará toda Bolivia, en años, para beneplácito del proyecto colonizador del Socialismo del Siglo XXI.

Pero la adicción a “comprar” no se detiene allí. ¿Quién pudiera cuestionar los beneficios del PumaKatari como sistema ordenado y eficiente de transporte de buses (hasta ahora)? Pero éste también oculta errores fundamentales ya sufridos por el municipio paceño con la “compra” de los buses FIAT de la ya extinta EMTA en los años 80. Finalmente, los pasajes no cubren a veces ni el costo operativo de los buses y menos su amortización para asegurar la reposición de las máquinas. Los choferes terminan robándose los pasajes y los mecánicos, las piezas.

Bolivian Power, que proporcionó electricidad a La Paz por más de medio siglo en forma eficiente y austera, nos dejó una imaginativa forma de cuidar los vehículos que proporcionaba a sus ingenieros. Se los vendía a precio de liquidación al cabo de cinco años. Casi nuevos. Pudiéramos hacer lo mismo con los PumaKatari.

Y pudiéramos haber licitado el teleférico en la modalidad BOT. Es decir “COT”: Construido, Operado y una vez amortizado, Transferido, sin costo a la ciudad.

“No es necesario comprarse la vaca, para tomarse la leche”.  

Ronald MacLean-Abaroa fue cuatro veces alcalde de La Paz  y ministro de Estado

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