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Microrrelatos – Colección de literatura breve CLXIII

Rosa de Jericó

Nana Rodríguez Romero – Colombia

A Piedad Tello

 La mujer, radiante como la planta florecida que lleva entre los brazos, queda paralizada cuando de la sombra aparecen dos hombres que la intimidan con la actitud y un olor que produce miedo. La rodean, le dicen cosas. De pronto, continúan calle abajo. Ella toma aire. Uno de los hombres, de improviso, se devuelve, pega la carrera hacia la mujer que siente arañas en el estómago. El vándalo con la sonrisa desdentada y una ternura en los ojos le pregunta: ¿Y esa flor tan linda, cómo se llama?

La imposibilidad de ser

Estéfani Huiza Fernández – Bolivia

No llores, nena -le dijo desde la oscuridad-. Ella parece escucharlo, pero no logra percibir de dónde proviene ese mensaje. -Llegaré a vos como la tarde-, le sigue diciendo. La nena solo llora, sus lágrimas saladas llegan hasta su boca. Recuerda ese día en que lo perdió, fue ese mismo día en que lo conoció. Esa extraña forma en la que él llegó a su vida, esas miradas profundas y ese único abrazo hundido en el deseo de dos que saben que jamás, ellos juntos, jamás.

Manos

Carmen Nani – Argentina

Palma contra palma, la mano del niño apenas cubre la del abuelo. Palma contra palma la del niño alcanza a cubrir la del abuelo. Palma contra palma los dedos del niño son tan grandes como los del abuelo. Palma contra palma la mano de aquel niño envuelve la de su abuelo.

Retorno demorado

Claudia Sánchez

Mi mamá falleció hace cinco años. En vida, nos pidió que cuando llegara el momento cremáramos a mi papá, que estaba en nicho hacía quince, y lanzáramos las cenizas de ambos al Río de la Plata. Querían irse por donde bajaron del barco hace más de setenta años.

Yo todavía me niego. Los tengo en casa, juntitos, hasta que reúna coraje. Pero creo que será pronto: los golpecitos sordos en la puerta de mi armario son cada vez más frecuentes.

Genio y figura

Manuela Vicente Fernández – España

Todo iba como la seda hasta que llegó el mexicano. Después de tantas generaciones durmiendo en paz, las cosas comenzaron a ir de mal a peor en cuánto llegó el cuate. De repente todo fue ruido de cuerdas, de cantos y de trompetas. El nuevo era aficionado al mariachi y se pasaba las noches dale que te pego con sus ensayos. Mira que se lo dijimos, hasta doña Asunción le fue a tocar a su lápida. Pero él erre que erre con su México, hijo, que no había forma de abrirle los ojos y hacerle ver que no era música para estos lares. Para cuando llegó el día de los muertos, ya tenía toda una banda de aficionados coreándole. Nada, que al final, tanto fue el ruido que los vecinos llamaron al señor párroco, y entre todos lo llevaron al cementerio nuevo, que al estar recién edificado aún no contaba con inquilinos, pero fue inútil, porque el muy padre, todas las noches de Dios se escapa.

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