Santos Domínguez Ramos
Con dura luz asedia la tarde los contornos
sin brillo de las cosas.
Un silencio morado desciende por los ríos
y persiste en un hondo territorio de nieve.
Contra un fondo de antorchas en huida
se anuncia la penumbra del pájaro sin red
en la escarcha sin nombre de los cuerpos sin sueño,
en la flor de salitre de la boca del náufrago.
Como en tardes antiguas, ondean los estandartes,
estallan las maderas, se espantan los caballos.
¿Qué oscuros minerales, qué fósil fatigado
vierten los días en sombra
sobre el magma caliente del paisaje?
Por donde van los barcos,
por la invisible línea que cruza el horizonte,
con verano y gaviotas flota lento el silencio.
Por donde el ave herida,
hacia la luz secreta de las regiones últimas
del día sin orillas
huye también el sueño.
Sus sílabas amargas, su confusa sintaxis
no las traduce el viento.
Huésped de la memoria turbia de los espejos,
las entiende el oscuro animal de la sangre.
(de El agua de los mapas, – Premio Rafael Morales 2011- CXX Colección Melibea, Talavera de la Reina, 2012)