Presentación del documental
Lupe Cajías
Aún estaba caliente el cuerpo de Jorge Bergoglio, cuando los canales y radios del mundo interrumpieron sus transmisiones para analizar su legado. Siguieron las polémicas: hizo poco o mucho por Gaza o por Ucrania, sus reformas fueron lentas o intensas.
La mayoría de los entrevistados (expertos o simples transeúntes) coincidían en destacar una de sus preocupaciones: el cuidado de la Casa Común. La Carta Encíclica “Laudato Si, mi Signore, Alabado seas mi Señor”, recuerda al canto de San Francisco de Asís, el patrono de los ecologistas y da seguimiento a las líneas trazadas por el papa obrero Juan XXIII hace medio siglo.
Antes de muchas teorías o de los actuales fundamentalismos para mirar asuntos relacionados con el clima, el medio ambiente, el aire, la tierra, el agua, San Francisco se preocupaba por esa casa compartida, hermana como el sol y como la luna, madre que cuida, abraza, da sustento, da alegría con sus colores y sus productos.
El texto de la Encíclica es un poema y a la vez una potente voz para mirar hacia adentro. ¿En qué momento los hijos de esa madre, los hermanos de los árboles y de las hierbas se sintieron los dueños y decidieron abusar de sus dones, de sus bienes, de sus potencialidades?
En esa misma mañana de lunes santo -cuando comenzaba a escribir este comentario- caía una tormenta sobre La Paz. ¿Desde cuándo llueve en abril? Cuando éramos niños, adolescentes, incluso ya adultos, disfrutábamos la luz de ese mes, el más propicio para viajar, para salir de excursiones. Ni tan caluroso, ni tan lluvioso, ni tan frío, ni de vientos: Abril.
El ser humano se despoja de su bien mayor, la naturaleza que le brinda calidez, amor, dudas, reflexiones, pasiones.
Hace algunas semanas, cuando padecimos en la ciudad derrumbes y mazamorra, el geógrafo francés Huber Matzurec, con experiencia mundial y estudioso de la realidad de esta urbe de ríos, riachuelos y estoraques de tierras deleznables, explicaba que no existen “desastres naturales”. Los desastres los producen los hombres con sus ambiciones, sus descuidos, la falta de planificación, la demagogia, el desprecio por las relaciones entre los elementos de la naturaleza.
El documental que hoy veremos: “Más allá del fuego” es un esfuerzo para mostrar que los incendios que padecen los habitantes del norte, del este y del sureste de Bolivia no son casuales ni maldades de la naturaleza. Enfatiza el rol heroico de los bomberos voluntarios, la pasividad de las autoridades y da cifras estremecedoras.
En pocos minutos -el tema da para un serial con varias temporadas- los autores logran conmover con los efectos de largo alcance de cada quema provocada. Es un video para difundir, para aprender; también para debatir, para criticar como alientan sus autores en cada presentación.
Es una tradición prender pasturas y hierbas para preparar nuevas siembras o ampliar espacios ganaderos. Hasta el fin del siglo pasado, la práctica provocaba un molesto humo, en algunos años muy intenso, algunos accidentes o el cierre de aeropuertos.
Poco a poco, los incendios fueron adquiriendo el rostro más perverso de modelos económicos que violentan a esa Madre Tierra: desforestación, ampliación desmedida de las fronteras agrícolas, siembras de productos agroindustriales en escalas superiores a lo que puede soportar un manejo adecuado.
En estos últimos años, el tráfico de tierras tiene nombre y apellido y revela el incumplimiento de las instituciones que deberían regular la propiedad y el trabajo. Incluso hay leyes que alientan los incendios. La prensa cruceña, especialmente el matutino “El Deber” denunció esas prácticas, con valentía, porque las nuevas mafias no respetan a periodistas ni a investigadores.
El documental muestra los ejemplos más emblemáticos y la lucha titánica de los bomberos para enfrentar este infierno moderno. Es una convocatoria a todas las personas de buena voluntad, como denominaba el papa Francisco a las personas solidarias.
Hace 60 años, Noel Kempff Mercado advertía que la tala descontrolada de árboles para ampliar los barrios, las disputas perversas por terrenos, la aparición de loteadores -muchas veces con rostro de migrante- anunciaba el final de la calidad de vida que conocía Santa Cruz y el país.
Probablemente acá están reunidos los convencidos. Falta sacar estas exhibiciones hasta donde se reúnen los actores públicos o privados responsables de este ecocidio por obra o por omisión. Es un llamado a la conciencia ciudadana, antes que el suicidio colectivo toque nuestra puerta, casa por casa.