Casi una semana después de haberse publicado “Jeanine: ¿usurpadora, sustituta, subalterna?”, la cantidad de personas que ha leído ese texto de María Galindo con seguridad que ha batido todos los récords en Página Siete. Además, ha generado un gran rechazo que se ha alimentado con otras publicaciones que le responden.
De todas formas, la columna de María Galindo siempre ha sido una de las más leídas en los años que lleva escribiéndose y publicándose en este diario. Ello debido, con seguridad, a su estilo agudo y claro, como a la coherencia y profundidad de sus ideas; pero también, parte de su valoración positiva entre el público de este diario se debía a que hacía críticas al gobierno de Evo Morales. Otro columnista, inclusive, se dio la tarea de hacer cálculos para evidenciar que, en Página Siete, quien escribía contra el ex presidente o su gobierno lograba mucha mayor aceptación y lecturas.
Ser oficialista u opositor es una respuesta válida pero superficial a la pregunta de ¿por qué tanto rechazo a ese artículo? El tono es el mismo, si se compara las críticas a Morales que hizo Galindo con las vertidas a la actual presidenta Jeanine Añez. Los argumentos de rechazo son variopintos y de poco sustento si del artículo en cuestión se hace una lectura seria y, evidentemente, si no hay prejuicios que afecten a la comprensión lectora. Por lo tanto, detrás de todo el repudio hay más.
Galindo, tal como quiso hacer en su libro Espejito Mágico, pone a quien le lee ante un espejo. No muestra a Áñez solamente, muestra una sociedad, tal como en antropología se conoce a la “antibiografía”, que consiste en hacer una descripción de la vida, trayectoria y contexto de personas concretas para analizar y describir a una sociedad. Es así que en ese espejo es posible ver contradicciones cotidianas a las que como personas bolivianas nos enfrentamos, lo que puede ser bastante doloroso.
Una de las contradicciones muestra la tensión que existe entre lo que se considera centro y periferia en un territorio. En el centro está la gran ciudad y el poder, en la periferia el pueblo descalzo. Ponerlo en evidencia, saca los complejos y el rechazo, así la intención sea simplemente descriptiva.
Otra contradicción está en lo étnico o racial indígena (sea de oriente u occidente) frente al ideal occidental de persona blanca, rubia y con formas y medidas corporales específicas. Elegir ser rubia, por ejemplo, no es una libre elección, es un deseo de ser ese ideal. Esa y no otra es la crítica a la barbieficación que hace el feminismo ¿A cuántas rubias conocen que se tiñan de morenas?
La contradicción entre la exaltación de valores religiosos y la hegemonía de los valores laicos liberales. Contradicción que se refleja, por ejemplo, en la defensa de las restricciones morales, mucho más fuertes para las mujeres, junto a la reivindicación de hecho de la libertad del divorcio y de las relaciones sexuales. Se refleja también en llevar una biblia al Palacio de gobierno, cuando la religión es un asunto privado y el Palacio de gobierno es público en estado boliviano laico.
Otra es la negociación con el mal. El sobrevivir ante todo y que representa venderse, bajarse los pantalones, aguantar y, finalmente, sonreír. Esto podría tener que ver, por ejemplo, con hablar de pacificación y dar regalos de navidad cuando hay muertos sin justicia, cuando hay gente perseguida, un número poco claro de gente detenida y temor por una represión en una parte de la población. Negar a toda costa todo ello, mirar a otro lado y sonreír.
hay otras contradicciones, pero mencionaré una última más que ha sido constante en las críticas a Galindo, la de la libertad de expresión. Cuando quien dice algo no nos gusta, o ya no nos sirve, es mejor acallar.
La libertad que un medio o columnista que se respete se debe defender. El periodismo, si no es militante, debe ser crítico con el poder, fiscalizarlo y señalar sus faltas para mejorar la acción de gobierno. Si antes se debía ser critico con Morales ahora toca fiscalizar a este gobierno y los que vengan.
Drina Ergueta es periodista.