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La economía de la peste

Que no es lo mismo que una economía apestosa, valga aclararlo, aunque tal afirmación tenga también su cuota de verdad. Pero ese no es, al menos por ahora, el tema de discusión, ya que estamos frente a una situación de emergencia, la presencia en territorio nacional de un virus que podría provocar una epidemia difícil de afrontar con el endeble sistema de salud heredado, una situación de excepción que merece, sin duda, medidas estatales igualmente excepcionales.

Pero la cuestión no es sencilla, pues las personas reaccionan de acuerdo a su propia realidad y más si en las decisiones se involucra un ámbito tan sensible como el económico, pues cuando la gente se ve constreñida a ponderar y elegir entre dos factores igualmente importantes –salud y dinero–, tiende a priorizar, bajo una irracional escala de prioridades, lo urgente e inmediato por sobre lo importante. En este orden de ideas, conviene efectuar algunas puntualizaciones para entender mejor las razones que instan a la gente a hacer lo que hace y decir lo que dice,  más en tiempos tan turbulentos como estos y trazar, a partir de ello, cursos de acción generales:

PRIMERO. Se equivocan quienes afirman que el sector informal y los emprendimientos pequeños y medianos no podrán resistir quince días de restricciones por el riesgo de epidemia, como ha sido demostrado en los más de 21 días de resistencia callejera y paralización casi total del sector productivo acaecidos en octubre y noviembre del pasado año, con bloqueos y violencia incluidos, más un aparato estatal que por entonces operaba incluso en contra (por razones obvias). Resulta que la sociedad boliviana resultó ser más resiliente y adaptativa de lo esperado, producto, quizás de la fragilidad de sus instituciones que la deja un poco librada a su suerte, pero es bueno tener en cuenta que una situación de esta naturaleza no podrá sostenerse por demasiado tiempo, principalmente en los sectores menos favorecidos.

Además, es pertinente considerar que no nos encontramos frente a una cuarentena en el sentido médico del término, lo que implicaría un periodo de aislamiento total de la gente a fin de evitar la diseminación de una enfermedad por contagio, extremo reservado solo para los enfermos confirmados y los casos catalogados como sospechosos. Para el resto de la población lo que hasta ahora tenemos son solo un conjunto de medidas restricción parcial de diferentes derechos, entre ellos el de locomoción, tendentes a evitar situaciones que podría propagar el virus y que son desde todo punto de vista razonables en tanto precautelan un bien mayor.

SEGUNDO. No existe una paralización total del aparato productivo y el sistema de intercambio comercial se adapta frente a lo que en realidad implica no otra cosa que un cambio de horarios. Todo lo que se hacía de 08.00 a 17.00 se tiene que hacer ahora de 05.00 a 13.00. La gente reacomoda sus vidas y ve las maneras de siguir adelante, pero esto exige de la presencia activa de la autoridad (municipal, principalmente) para que en estos momentos de intensa transacción y aprovisionamiento de alimentos al ‘por mayor’ se cumplan las normas de higiene… No hay otra forma o esto no resulta…

Por otra parte, Bolivia no es una isla en el mundo y los efectos globalizantes de la tecnología, positivos y negativos, llegaron y para quedarse. Veamos algunos ejemplos: a) Es notable el crecimiento del comercio electrónico, en nuestro medio aún incipiente, pero no inexistente, implicando en este caso medidas sanitarias también especiales, pues de nada sirve no salir de casa y pedir comida mediante una aplicación pagando con tarjeta, si es que quien te la empaqueta estornuda sobre ella; b) La lucha contra la soledad y el aislamiento emocional se sobrelleva mejor mediante el contacto familiar y fraternal posibilitados por videoconferencias, chats, mensajes de audio, etc., aunque no sea lo mismo que un beso y un abrazo “face to face”; y c) Incluso las clases universitarias intentamos ahora dictarlas por los mismos medios, además de aulas virtuales y plataformas educativas. Y así, ejemplos huelgan…

TERCERO. ¿Qué estas situaciones promueven el asistencialismo? Tampoco, pues como se tiene dicho, este tipo de situaciones de excepción exigen, lógicamente, de una intervención temporal más intrusiva por parte del Estado. Es lo que en Derecho Constitucional conocemos como restricción razonable de derechos. En este contexto, confundir medidas de emergencia sanitaria y paliativos económicos temporales –llámese bonos, postergación de pagos, ampliación del descargo impositivo, etc.– para los sectores más desprotegidos, con «Políticas asistencialistas o peor socialistas», insinuando, en esa línea, el retorno de los costosos médicos cubanos y sus «milagrosas vacunas y medicamentos», es muestra de una supina ignorancia o una dolosa intención distorsiva de la realidad. Y quienes se crean semejante patraña están muchísimo peor que ellos o es que simplemente se prestan voluntariamente a un perverso juego electoralista.

Concluyendo, situaciones como las que estamos viviendo implican incomodidades y restricciones, con incuestionable afectación a la economía, pero exagerar la nota solo por afanes plebiscitarios puede llegar a confundir a la población y llevarnos a situaciones de tensión social que solo agravarían la emergencia sanitaria y disminuirían la capacidad de respuesta estatal, quizás hasta extremos que obliguen a la radicalización de los mecanismos de coerción y limitación de derechos, muy similar a las situaciones de excepción producto de desastres de magnitud desintegrativa o conflicto bélico externo.

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