Pese a la presencia ya comprobada de la variante más peligrosa de la cepa de coronavirus y a la cercana tercera ola de contagios, el gobierno ha mantenido una posición errática e inconsistente en las fronteras. Primero eliminó inexplicablemente el requisito de pruebas negativas Covid-19 para ingresar a Bolivia y dejó abiertas las fronteras, y a última hora las cerró “parcialmente”, como si el virus supiera de horarios. Otros países vecinos han hecho más estrictos sus controles, pero Bolivia se adhiere a la actitud negacionista e irresponsable de Bolsonaro.
Mientras más gente muere con Covid-19, el MAS festeja su aniversario sin barbijos, sin distanciamiento y con mucho alcohol (el que se ingiere). El partido azul es fiel a su falta de ética y de consciencia cívica, y como pez lucio, el delfín Arce simplemente baila la música que le ponga Morales. Ya no canta porque su desempeño como guitarrero es tan pobre como el de la folklórica Roxana Piza, de cuya existencia recién nos enteramos, aunque estuvo tres años al mando de la Orquesta Sinfónica, nada menos.
La peor variante del coronavirus es la irresponsabilidad de los gobernantes y la desidia de la gente. No es sólo ignorancia acumulada, hay formas de ignorancia no relacionadas con el sistema educativo sino con la ineptitud para procesar información y unir los cabos para generar conocimiento.
La infoxicación (toxicidad por abundancia de información) ha hecho creer que los jóvenes son inmunes al coronavirus, pero en realidad son los causantes de la tercera ola de infecciones. Se creía que no se contagiaban y que se enfermaban menos, pero son portadores que contagian a los adultos al regresar a sus casas. La nueva tendencia de vacunación en algunos países es incluir a los jóvenes, porque mientras los viejos se cuidan y no salen, los jóvenes buscan la “normalidad” y acumulan una alta carga viral por sus intensas actividades sociales, incluidas las grotescas “fiestas Covid” clandestinas.
Bolivia, “el corazón de América del Sur”, es el país más vulnerable por sus extensas fronteras con Argentina, Chile, Brasil, Perú y Paraguay que la hacen permeable al coronavirus, del mismo modo que son permeables al contrabando y al narcotráfico. Con un gobierno tan cómplice como inútil, estamos siempre en riesgo de no poder controlar ninguna de las tres plagas.
De acuerdo a datos actualizados, los países limítrofes con Bolivia están en peor situación que el nuestro en términos relativos: la proporción de contagios y muertes por millón de habitantes. Brasil no sólo muestra las cifras absolutas más altas del mundo, con más contagiados y muertos diarios que Estados Unidos o India; nuestro peligroso vecino, autor de una cepa mortífera de coronavirus, encabeza también la lista de la vergüenza mientras su presidente negacionista descabeza ministros y mandos militares.
Argentina le sigue en la lista de contagios diarios, pero Perú en la lista de muertes. Chile, nuestro vecino más “largo”, aparece en tercer lugar de contagios diarios a pesar de haber vacunado casi la mitad de la población. Todavía estamos mejor que nuestros vecinos, pero la falta de medidas y la fragilidad del sistema de salud puede cambiar la situación en pocas semanas.
Rodeados de vecinos con cientos de miles de contagios, con fronteras tan permeables como transparentes, y con un gobierno indolente, estamos fregados. Así como todos los días penetra el contrabando y sale el narcotráfico, con mayor facilidad puede ingresar el microscópico coronavirus, camuflado en los pulmones de aquellos miles que transitan las fronteras de ida y de vuelta, y que no lo hacen por los puestos fronterizos legales (donde muy poco se controla), sino por centenares de vías clandestinas.
Los militares bolivianos han consumido durante décadas recursos excesivos de los bolivianos para los malos servicios rendidos a la patria (guerras y territorios perdidos), y ahora no hacen nada para protegernos de un minúsculo virus. Deberían agradecer su privilegiada jubilación con el 100% cuidando las fronteras y ayudando a distribuir, custodiar y colocar vacunas, como se hace en otros países.
Las medidas del gobierno muestran su incapacidad para enfrentar la pandemia y no sirven para proteger las extensas líneas fronterizas que nos unen a Chile y a Brasil. Ambos países constituyen actualmente un enorme riesgo como fuente de contagio. El discurso triunfalista de Chile y el avance de la vacunación no ha impedido registrar las peores cifras.
Brasil tiene un presidente negacionista, falto de inteligencia y empatía, que calificó al coronavirus como una “simple gripe” y llevó a su país al primer lugar del mundo con más casos detectados y más muertes por millón de habitantes. Las imágenes de los entierros masivos quedarán como testimonio de oprobio.
La irresponsabilidad de bolivianos tampoco tiene calificativo: cruzan a festejar del lado brasileño, las discotecas operan normalmente en fronteras de Pando, Beni o Santa Cruz. Un verdadero desastre. Luego lloriquean cuando se mueren los padres o los abuelos, como si fuera una maldición del cielo.
@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta.