Maurizio Bagatin
“Somos luminosas. Ni una ni dos. Un inusual tipo de dos. Y, sin embargo, no uno. Especialmente no uno. Dejémosle el uno: su unidad, con sus prerrogativa, su dominación, su solipsismo: como el sol” -Luce Irigaray-
Sin espacio no se puede tocar. No logramos sentir. Solo cuando hay dos hay comunicación, hay el soplo de aire de la creación y el encuentro: el aire y el agua y la danza dionisiaca, el flujo constante.
[El aliento de Dios a la tierra, creando la humanidad. El aliento divino]
Hablar es siempre a alguien; sin fusión, sin asfixiar, sin ser objeto u objeto. La naturaleza es por eso sexuada, sin propiedad. Es un trabajo conjunto por el amor.
“Je aime a toi-Yo amo a ti, preferible al Je t’aime-Yo te amo”…una clase de filosofia y algunas lecturas de todas las olas del feminismo. Para luego ir a leernos un paso de una poesia de Baudelaire: “- Moi j’ai la lévre humide, et je sais la science/De perdre au fond d’un lit l’antique conscience…”.
Si solo fuera el uno y el universo seria el espacio vacío, una ley de la física o toda la metafísica de este mundo. Seria el encanto y la pasión, toda la voluptuosidad de los labios femeninos, la mariposa que se acerca a la flor. “Pathos soltanto”. O todo lo que el hombre no sabe, el instante, y lo efímero de todos los momento, que sí sabe la mujer, su biología y la nuestra. El placer que va mas allá del placer y las mayores de las fuerzas: el canto del viento y el sonido del agua, el movimiento de una hoja y el silencio de una piedra. ¿Que más?
El uno y el universo femenino son todos aquellos pasos literarios que gozamos, Antínoo en Marguerite Yourcenar, Orlando en Virginia Woolf, La gata de Colette, cuando una conmovedora belleza crea la eternidad. En el uno está el universo, en la mujer el dos indivisible.
Imagen: Giuseppe Migneco, Ragazza