Cuento 1:

Eran los mejores amigos cuando se separaron a los dieciocho años. Juraron, bajo gotas de sangre, re encontrarse en ese mismo lugar cincuenta años después. Y así lo hicieron. Las pieles tersas y los cuerpos ágiles ya no eran los mismos. Estos dos hombres, con toda una historia sobre sus espaldas, cumplieron el juramento y relataron una síntesis de sus vidas.
-Me gradué con honores de la Universidad, hice dos post grados, me casé y tuve tres hijos. Fundé un partido político y cambié mi país desde sus cimientos. Me divorcié y me volví a casar. Dirijo una fundación que ayuda a los más pobres; vencí a la opresión de una posible dictadura con mi liderazgo indiscutible; fui parte de la re unificación de la nación y oficié como asesor en la UNESCO. Tuve un trasplante de riñón y lo superé con la ayuda de mi familia, amigos y Dios. Soy casi un símbolo nacional, un gran profesional y un orgullo para mi región. No bebo, no fumo y he sido fiel a mis parejas. Hoy mis hijos son profesionales y tienen una vida asegurada, con recursos que no podremos gastar en esta vida. He servido a los demás y estoy aquí, como te lo prometí.
El otro amigo, que había tomado el camino mundano, hizo su relato.
No terminé la Universidad y me dediqué a viajar por casi todo el mundo. Evadí impuestos y me drogué en las mejores fiestas del planeta. Estuve con tantas mujeres y hombres que no puedo siquiera recordarlos. Mi cuerpo, curtido por el sol, tiene decenas de cicatrices; fui rico y pobre hasta dormir bajo puentes. Tengo tatuajes que ofenderían a los dioses de todas las religiones que practiqué. Superé las drogas, robé, maté y escapé de la cárcel de Singapur. Tengo cinco hijos, pero no los conozco. Huí de la primavera árabe y conocí la guerra eterna en medio oriente. Amé muchas veces y me odiaron otros tantos. Tengo una enfermedad terminal y llegué hasta aquí en una vieja bicicleta desde Colombia, la cual ya no soportaría un viaje más, al igual que mi cuerpo agotado. Viví sólo para mi, y estoy aquí, como lo habíamos prometido.
Se miraron por pocos segundos y abrazaron con la fuerza de dos ancianos. Sin decir palabras y mientras sus ojos derramaban algunas lágrimas, ambos sintieron una profunda envidia por la vida del otro.

Cuento 2:

Me miró con algo de nostalgia y dijo, -¿no te acordás de mi?, soy esa chica del barrio, de la Máquina vieja, la flaquita que… – ella continuó con una serie de descripciones que yo conocía, y por dentro mi cabeza pensaba -Por favor ¡detente ya!, no matés mis recuerdos; nada queda de esa niña hermosa en vos, nada queda de esos ojos de gata llenos de curiosidad, ni de las horas sentados en las aceras calientes, ni de sus manos pequeñas e inquietas, ni de la piel trigueña y suave…- y cuando estuve a punto de soltar palabras inapropiadas, pude ver mi re1flejo en una ventana tras la espalda de aquella mujer plástica y grotesca que describía a un ángel de mi pasado. Me di cuenta que yo tampoco era el niño atlético que recorrió en bicicleta las calles del barrio, mi mirada ya no era dulce, ni mi postura era erguida y desafiante; me di cuenta que el niño audaz y aguerrido estaba muerto hacía muchos años. Se me hizo un nudo la garganta y sentí deseos de llorar. Ella estaba observándome, puso una mano sobre mi hombro y me sacudió -Jorge, ¿Me escuchaste? – le contesté que sí, con una sonrisa algo forzada -Fue una hermosa época, claro que te recuerdo, no has cambiado nada-. Rio bruscamente y se despidió dejándome una tarjeta que describía su oficio y datos personales. Yo me quedé frente al vidrio, y por unos segundos vi al niño de la bicicleta, con las medias corridas y una sonrisa enorme, vi claramente como sus labios dijeron -Sigo dentro tuyo- entonces una lágrima se fugó sin permiso, la quité de prisa y el reflejo había vuelto al presente.

Biografía:

Jorge Sierra, alias JoRuSierra. Comunicador audiovisual, premiado en cine dentro y fuera del país. Tiene en su haber cuatro películas y un libro publicado. Actualmente es un precursor del stream y trabaja en dos producciones cinematográficas.