Hace un millón de años
Cuando inventaron el fuego
hace un millón de años
yo estuve allí
con los ojos crispados
deslumbrada, venían
desde lejos
amontonados en el gentío
infinidad de ojos que llegaban también para mirar
el gran acontecimiento
el modo en que los fenómenos del Cielo
cayeron imprevistamente en esta tierra
y se manifestaron
los espectros de la luz,
llevados al extremo de ser
mucho más que sí mismos
encandilando, encandilando.
En el estallido de esos ojos
me vi, vi el sucesivo ir y venir de mi cuerpo
por el lodo y por la luz
con la angurria del tiempo atravesada en mis células
vi el brillo rojizo reflejado en quienes miraban
vi el aire estremecerse alrededor
y pude pensar en todos
y en cada uno de los nacimientos:
el de los cuerpos
el las cosas
el del hambre. El fuego
con su voz distinta
comenzó a hablarme, me dijo:
Criaturas salvajes van a venir a devorarte.
Así ocurrió. He sido devorada.
Desde entonces vivo en el sinuoso estómago del hambre.
Niña atravesada por el infinito
Esta infinita tristeza
más infinita que el infinito
me susurra su esplendor y su miseria.
Tiene la voz de los hambrientos
y me come el alma
pronto moriré de inanición
apenas ahora hoy mismo
cuanto antes
y no tendré refugio
no habrá lugar para mí:
soy la niña atravesada por el infinito
suceder de lo que no sucede
ni sucederá. Soy la puerta abierta
a la hondonada que da a otra hondonada
y a otra
y otra
me he vuelto transparente
restos de una bolsita de nylon soy
preciso del viento para vibrar
Imploro
un corazón que anhele mi presencia
la vastedad me ha vestido con su desnudez
carezco de nombre
y de hábitat
soy efímera
casi inexistente
quiero que alguien moldee mi imagen
para mí
que me caigo del mundo
con tanta facilidad y sin aplomo.
Avejentados calcetines
Remiendo mis calcetines
como si la pobreza me estuviera mordisqueando los talones.
Es sábado y la noche se acerca
en cuatro patas
medio arrastrándose con su gateo de lujuria.
Puntada tras puntada creo un hechizo
bastante débil, sin rima
invocando a las fuerzas del cosmos y la naturaleza.
Mis pensamientos reaccionan
mi corazón se arrebata
es la noche la que pulsa el ritmo de mi remendar.
Soy esa mujer que desnudó sus pies
confiando en que algo muy vetusto
recuperara su antigua forma.
Inclino mi cabeza, me muerdo los labios:
pretendo resucitar el tiempo.
Por la ciudad, en las grandes avenidas
los sonidos se estrellan contra el pavimento negro
brilloso por el paso de la lluvia
mientras la trama de mis avejentados calcetines
se me deshace entre los dedos,
la aguja es un instrumento demasiado rudimentario
y mis dedos son torpes
hasta la extenuación.
La noche crece
crece, yo me aferro con uñas y dientes
a la trama frágil que mañana cubrirá mis pies.