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Irma Verolín – Poemas

Hace un millón de años

Cuando inventaron el fuego 

hace un millón de años

yo estuve allí

con los ojos crispados

deslumbrada, venían

desde lejos

amontonados en el gentío

infinidad de ojos que llegaban también para mirar

el gran acontecimiento

el modo en que los fenómenos del Cielo

cayeron imprevistamente en esta tierra

y se manifestaron

los espectros de la luz,

llevados al extremo de ser

mucho más que sí mismos

encandilando, encandilando.

En el estallido de esos ojos

me vi, vi el sucesivo ir y venir de mi cuerpo

por el lodo y por la luz

con la angurria del tiempo atravesada en mis células

vi el brillo rojizo reflejado en quienes miraban

vi el aire estremecerse alrededor

y pude pensar en todos

y en cada uno de  los nacimientos:

el de los cuerpos

el las cosas

el del hambre. El fuego

con su voz distinta

comenzó a hablarme, me dijo:

Criaturas salvajes van a venir a devorarte.

Así ocurrió. He sido devorada.

Desde entonces vivo en el sinuoso estómago del hambre.

Niña  atravesada  por  el  infinito

Esta infinita tristeza

más infinita que el infinito

me susurra su esplendor y su miseria.

Tiene la voz de los hambrientos

y  me come el alma

pronto moriré de inanición

apenas ahora                   hoy mismo

cuanto antes

y no tendré refugio

no habrá lugar para mí:

soy la niña atravesada por el infinito

suceder de lo que no sucede

ni sucederá. Soy la puerta abierta

a la hondonada que da a otra hondonada

y a otra

y otra

me he vuelto transparente

restos de una bolsita de nylon soy

preciso del viento para vibrar

Imploro

un corazón que anhele mi presencia

la vastedad me ha vestido con su desnudez

carezco de nombre

y de hábitat

soy efímera

casi inexistente

quiero que alguien moldee mi imagen

para mí

que me caigo del mundo

con tanta facilidad y sin aplomo.

Avejentados  calcetines

Remiendo mis calcetines

como si la pobreza me estuviera mordisqueando los talones.

Es sábado y la noche se acerca

en cuatro patas

medio arrastrándose con su gateo de lujuria.

Puntada tras puntada creo un hechizo

bastante débil, sin rima

invocando a las fuerzas del cosmos y la naturaleza.

Mis pensamientos reaccionan

mi corazón se arrebata

es la noche la que pulsa el ritmo de mi remendar.

Soy esa mujer que desnudó sus pies

             confiando en que algo muy vetusto

recuperara su antigua forma.

Inclino mi cabeza, me muerdo los labios:

pretendo resucitar el tiempo.

Por la ciudad, en las grandes avenidas

los sonidos se estrellan contra el pavimento negro

brilloso por el paso de la lluvia

mientras la trama de mis avejentados calcetines

se me deshace entre los dedos,

la aguja es un instrumento demasiado rudimentario

y mis dedos son torpes

hasta la extenuación.

La noche crece

crece, yo me aferro con uñas y dientes

a la trama frágil que mañana cubrirá mis pies.

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