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“Barriga llena, corazón contento”

La alimentación y la pandemia

Jackeline Barriga Nava

Comienzo este artículo con la frase “Barriga llena, corazón contento”, para dar hincapié no a mi genealogía, sino al tema más importante e imprescindible para la vida y estabilidad del ser humano: La alimentación, se encuentra dentro de las necesidades primarias de cualquier ser vivo, al satisfacerla, recién el ser humano puede convertirse en un ente productivo y espiritual, como menciona la jerarquía de necesidades de Maslow (1943). Esta temática tan necesaria fue expuesta por la pandemia COVID19.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), afirma que existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimentarias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana. La seguridad alimentaria es el derecho de todas las personas.

La Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia, establece el derecho al agua y a la alimentación así como la obligación del Estado de garantizar la seguridad alimentaria a través de una alimentación sana, adecuada y suficiente para toda la población, y tantas otras leyes, decretos que tiene Bolivia asegurando la alimentación para los bolivianos.

Sin embargo, sobre el tema de seguridad alimentaria en estos últimos años Bolivia tuvo sombras y luces, entre ellos menciono algunos como ejemplo: En las zonas rurales como el Altiplano la alimentación como la producción se han diversificado cambiando hábitos alimenticios con la producción de hortalizas; los pequeños productores  promueven un manejo adecuado de los recursos naturales como el agua y el suelo; pero, Bolivia empezó a importar alimentos de Perú, Argentina, Chile y Brasil, asimismo no invirtió en la generación de nuevos conocimientos para potenciar la agricultura, como el desarrollo de variedades de papa u hortalizas resistentes a plagas y al clima, por otro lado temas relacionados a la alimentación siguieron el mismo destino.

Con la llegada de la pandemia a Bolivia realmente hay que cuestionar las políticas estatales de Bolivia sobre la seguridad alimentaria ¿se cumplieron?, y… ¿si relacionamos con otras variables? ejemplo:

  • Seguridad alimentaria vs. seguridad laboral: En Bolivia el 2016, el desempleo creció al 4,4 %, este fenómeno, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), generó un deterioro de la calidad del trabajo, porque los trabajadores con formación universitaria se vieron obligados a aceptar trabajos por debajo de su formación.  Según Bruno Rojas, investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), menciona que el subempleo en Bolivia se manifiesta en los jóvenes, las mujeres y nuevos profesionales con alto nivel educativo, representa el 20% de la población en edad de trabajar, de acuerdo a una encuesta realizada en el eje troncal del país, el 65% del empleo generado pertenece al sector informal y el 35% al empleo formal. El 70% del total de los empleos generados son precarios; es decir, no cuentan con beneficios sociales ni aportes a las AFPs. La precariedad incluso llega al ámbito formal. Con relación a la empresa, solo como ejemplo: En siete meses de 2019, 4.456 empresas dieron de baja su matrícula de comercio y en la gestión de 2018 fueron 4.715 empresas según Fundempresa.

Con estos datos se puede entender por qué la gente no puede soportar la cuarentena, como dicen muchos bolivianos: “Vivimos al día”, y con la pandemia además de la economía, se desata la problemática de la calidad de la alimentación, si antes los productos ultraprocesados ya eran muy atractivos por su precio y amplia disponibilidad, la población con menos ingresos y con más dificultad para acceder a alimentación saludable, puede consumirlos más en esta pandemia.

  • Seguridad alimentaria vs. salud: Según el informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicado por UNICEF el 19 de diciembre de 2019, alertó que Bolivia tiene un camino arduo para cumplir las metas del Plan de Desarrollo Económico y Social (PDES) 2020, esta información del INE se encuentra en el “Estudio Temático de Nutrición de la Niñez y de las Mujeres en Bolivia” que compara y analiza la información recogida en las Encuestas de Demografía y Salud (EDSA de 2008 y 2016).

Un análisis sereno y frio dio resultados preocupantes: El PDES 2016-2020, establecía como meta disminuir al 9% de desnutrición crónica en menores de cinco años, pero la EDSA 2016 halló que ese porcentaje estaba en el 16%; con referencia a la anemia en niños la meta del PDES era reducir al 30%, la EDSA establece esa prevalencia en 53,7%; sobre la lactancia materna el objetivo del PDES, era aumentar la prevalencia exclusiva al 84%, pero hoy se encuentra en 58,3%; y sobre las mujeres con sobrepeso y obesidad, el objetivo del PDES era reducirlos al 35%, pero la EDSA revela que se encuentra en 57,7% afectando a mujeres de entre 15 a 49 años. Y a este punto se suman problemáticas con un sistema de salud dudoso desde 2012.

Entonces, antes de la pandemia, Bolivia no tenía el mejor rostro en seguridad alimentaria, salud y trabajo; pero existe otro problema jamás mencionado de manera seria dentro la salud, es “la salud mental”, con ella engloba lo que realmente es salud. Con la pandemia la psicología y psiquiatría, entre otras ramas sociales y humanas, se convirtieron en las profesiones más importantes para sobrellevar el COVID19 por la incertidumbre que produce, y este a la vez genera otras enfermedades y alteraciones emocionales, que siempre existieron; pero ahora sobresalen con la pandemia  como es la depresión, ansiedad y estrés, y ni hablar de los trastornos de alimentación (bulimia, anorexia, obesidad) que muchos jóvenes y ciudadanos se encuentran afectados por malos hábitos alimenticios o por cumplir estereotipos sociales, por otra parte no podemos olvidar el tema de la violencia, 50 feminicidios hasta el 6 de junio de 2020, me pregunto: ¿Cómo será vivir en un ambiente violento durante la cuarentena?, si antes de la pandemia las leyes brillaban por su ausencia, con la pandemia, es obvio que todo empeoró.

La educación es otro tema preocupante, la sensibilización social parte de las políticas educativas de instancias municipales, gobernaciones y ministerios para promocionar en la ciudadanía temáticas en hábitos de alimentación nutritiva, reciclaje de basura, cuidado del medio ambiente, tráfico de animales, entre otros temas, quedaron en el limbo, dejando con la pandemia a una población ajena con su entorno y con ella misma.

Con relación a la Educación Superior, las universidades tienen la obligación de solucionar problemas del entorno (extensión); sin embargo, por muchos años estuvo alejada de las problemáticas del país, la pandemia desenmascaró la falta de ciencia en estas casas de estudio, sin líneas de investigación concretas, sumadas a estas la lucha de la educación primaria y secundaria con una tecnología extraña a su formación y alejadas de una realidad virtual implementada hace más de una década en Latinoamérica. Más de 40 universidades en Bolivia, una o tres aportan con iniciativas interesantes, por ejemplo: Los respiradores “Mambu” de la Universidad Católica Boliviana solicitadas por Chile; pero, no por Bolivia, al contrario el gobierno boliviano se encuentra en un polémico lío sobre la compra con sobreprecio de respiradores españoles no aptos para terapia intensiva.

“Sobre lo llovido, mojado…”

Para concluir: La pandemia se lleva vidas y nos deja completamente desnudos y a la intemperie, al mismo tiempo nos deja aprendizajes y autocriticas para nuestros gobernantes y ciudadanos del mundo: “La alimentación” es el factor más importante para la vida de cualquier ser humano, a partir de esta realidad y con las temáticas relacionadas a la alimentación, en un futuro muy cercano se tendrán que considerar políticas; pero serias, en seguridad y soberanía alimentaria con una “visión integral”, y “nuevos líderes” para Bolivia.

Msc. Lic. Jackeline Barriga Nava es Psicóloga, investigadora educativa y poeta

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