Por si los sufrimientos y giros que trajo la revuelta más absurda de nuestra historia –o adelantan una semana las elecciones o los asfixiamos- fuesen pocos, pudimos ver cómo su gran organizador, Juan Evo Morales Ayma, recibió, en el último tramo de su violenta ofensiva, el auxilio entusiasta de uno de sus adversarios al que más golpeó y estigmatizó: Felipe Quispe.
Cuando la gran operación de farsa y ocultamiento de responsabilidades se puso de manifiesto en los días de la confusa y enredada negociación de unas demandas completamente alejadas de los problemas que nos torturan y aplastan, el gran apaleado de Achacachi apareció en escena para lavarle el rostro a su archienemigo, en retribución a que lo hizo corretear por meses, acusándolo de ser el representante de los mercaderes del pueblo en lucha contra los campesinos.
Con tales antecedentes, el intento del Mallku de aprovechar el descalabro de la operación encabezada por Morales lo sumerge en ella.
Como consecuencia adicional, también termina como aliado de los que atacan y piden descabezar al Tribunal Electoral para recomponer sus fichas electorales, enrumbadas hoy al fracaso. Una de ellas es la Presidenta, cuyo derrocamiento demandan; los otros son quienes exigen una profecía “científica” del comportamiento del virus y de la pandemia, como requisito para llamar a unas nuevas elecciones, en las que sientan que, esta vez, tienen chance, aunque no proyecto para el país.
La confusión lo ha llevado a Felipe a suponer que el nuevo Ministro de Planeamiento llegó a La Paz a reprimir, cuando es más probable que esté buscando proyectarse nacionalmente para una futura y cercana candidatura presidencial, dados los crecientes indicios de que después de las elecciones de octubre, las siguientes, nacionales, pueden adelantarse mucho debido a la endiablada sostenibilidad del futuro gobierno elegido.
El Mallku, crítico de la corrupción consentida y alentada y las represiones anti-indígenas y de otros movimientos sociales del régimen de los 14 años, se presta ahora a distraer la atención de los delitos de la cúpula masista, igual que de la opresiva incapacidad del gobierno interino, controlado por los intereses empresariales más regresivos y destructores de nuestro patrimonio ambiental, como lo demostraron en años de complicidad con el régimen masista, pese a sus querellas políticas.
No es la primera vez que Felipe le facilita las cosas a Morales y a su exvice, a quien no se cansó de insultar permanente y vilmente. Antes, su planteamiento aislacionista de reconstrucción del pasado le sirvió a Morales Ayma para mostrarse como conciliador y unificador. Ahora Quispe juega un papel similar, al ayudar a desdibujar el fracaso y las responsabilidades de los que instruyeron el año pasado que se aplaste a las ciudades; porque su violencia de hoy es la misma de la de ayer y su actuación de este agosto es prueba plena para el proceso que encaran por sus delitos de noviembre.
Las organizaciones hipotecadas al MAS montaron los bloqueos para demostrar que mantienen fuerza y convocatoria. Para ello usaron, además de dinero, la tradición coercitiva corporativista de amenazar con duras multas e inclusive la expropiación de propiedades a quienes no acaten sus instrucciones.
Aun así, lo máximo que obtuvieron de sus bases ha sido una actitud pasiva, como prueba que la mayor parte de bloqueos, excepto en Chapare y pocos otros distritos, se lograron movilizando grupos reducidos, que compensaron su exiguo número con una ostentosa disponibilidad de explosivos.
La dirigencia de la COB y sus ocasionales aliados actuales se esmeraron en exhibir la mayor fuerza posible para prevenir que se les vaya a exigir la asunción de la responsabilidades por sus actos presentes y para continuar evadiendo la rendición de extensas cuentas pasadas.
Lo de eludir responsabilidades se aplica igualmente a quienes afirman que la candidatura de la Presidenta habría sido promovida por ajenos y no por su círculo íntimo, desde donde, todos sabemos, se disparó, muy temprano, la campañita de ¿No será ella? Así empezó la aventura para buscar la recuperación de poder político e influencias, apostando todo a una imagen huérfana, por lo demás, de una verdadera propuesta para resolver los antiguos y nuevos problemas del país.
Roger Cortez es director del Instituto Alternativo.