Carlos Crespo Flores
El pasado año, Juan Perelman, editor del periódico anarquista Combate, en un conversatorio señalaba que la defensa de las libertades democráticas hoy, se convertía en el tema central de las luchas sociales en el país, pues lo que se venía con Evo Morales era una dictadura con sabor venezolano cubano. Buena parte del auditorio, principalmente jóvenes, cuestionaron la postura de Perelman, considerándola conservadora, poco acrata para decirlo menos, pues el anarquismo ha criticado históricamente la democracia. Cabe aclarar que una de las fuentes del anarquismo es el liberalismo, y aunque ha sido crítico de todas las formas de democracia política, considera que es mejor un régimen democrático a una autocracia o dictadura (Marshall, 1992/2008).
Perelman de alguna manera continuaba a Filemón Escobar (habían sido camaradas en algún momento), quien desde fines de los 70’s, en su condición de dirigente minero y miembro de Vanguardia Obrera, defendía la tesis de que en la historia del movimiento obrero boliviano, dada la saga de dictaduras o gobiernos autoritarios, las «coyunturas democráticas» constituían momentos potencialmente emancipatorios. Mientras en las dictaduras solo eran posibles luchas defensivas o de resistencia, en los tiempos democráticos y sus libertades, que en Bolivia son cortos decía el “Flaco”, es donde se obtienen conquistas sociales, se fortalece el campo «popular». De ahí que, mientras toda la izquierda, se hallaba entre «voltear» a la presidenta Lidia Gueiler para instaurar una “dictadura obrera campesina”, o apostaba por el show electoral de entonces, Escobar proclamaba que se debían defender las libertades democráticas, y llamaba a la COB a liderizar este proceso, pues luego de Gueiler, se avecinaban los militares y no la revolución obrera. Lo acusaron de reformista, «vendido a la derecha». Meses después García Meza llevaba al país a la oscuridad del terror.
El golpe de Estado del 20 de Octubre, para encaramar nuevamente a Evo Morales en el gobierno, a través de un monumental fraude, culminó, como se sabe en una revuelta ciudadana y la posterior renuncia de Evo y Álvaro. Como opositor del gobierno azul, Filemón estaría feliz con la gesta boliviana.
He sido uno más de la marea ciudadana, principalmente juvenil, contra el régimen masista, más grande en escala y magnitud que todas las sublevaciones y revueltas previas. Por su importancia histórica, diría que es aún mayor que la del 52′, pues por poco nos hemos librado de seguir los pasos de las dictaduras de Venezuela, Nicaragua o Cuba. La nuestra ha sido una revuelta preventiva.
El tema central de esta movilización era la democracia y sus libertades, su defensa por encima de todo, frente al gobierno autoritario de Evo, en proceso de convertirse en una dictadura, arropado en una ideología izquierdista, y legitimado por una elección fraudulenta. Afirmo autoritario, con dos ejemplos:
- Durante el periodo neoliberal, los pueblos de tierras bajas conquistaron, con lucha y negociación los más de 30 territorios indígenas hoy existentes (las TCO’s); asimismo, lograron normas ambientales para regular el extractivismo minero, hidrocarburífero y forestal, como reglamentos de evaluación de impacto con participación social o la consulta pública. Con el gobierno de los “movimientos sociales”, los indígenas no consolidaron ninguna TCO nueva, más bien se abrió paso a la explotación extractivista y la colonización en los territorios indígenas existentes y áreas protegidas. Las normas y reglamentos que protegían a estos pueblos indígenas fueron flexibilizados, hasta convertirlos en meros formularios burocráticos.
- Luego de la Guerra del Agua (2000), se estructuró un sólido movimiento nacional del agua, con alta capacidad no solo de movilización, sino también propositiva. Todo esta oleada fue neutralizada y cooptada por el gobierno de Evo, el tema agua fue subordinado a las políticas coyunturales, comunicacionales y clientelares del presidente (Mi Agua, Mi Riego), con un ministerio del Agua subordinado e incompetente. La autonomía de los sistemas autogestionarios de riego y agua, fue seriamente deteriorada.
En ambos ejemplos, los representantes fueron perseguidos, criminalizados, sus organizaciones divididas, cooptadas, corrompidas. Como en los periodos dictatoriales, con Evo Morales, estos sectores sociales, principalmente se dedicaron a defenderse de la agresión del Estado plurinacional o tratar de reorganizarse. A diferencia del periodo neoliberal, donde las organizaciones sociales, particularmente indígenas podían negociar con los poderes estatales, como parte de estrategias de resistencia, durante el régimen masista ello no era posible, menos construir acuerdos, pues el principio del gobierno era adecuarse y aceptar la hegemonía plurinacional.
La izquierda marxista mundial en sus distintas creencias (lastimosamente incluyendo parte del movimiento anarquista), quienes en estos 14 años vieron en Evo la expresión por excelencia de la reivindicación indígena y la resistencia anticapitalista mundial, viralizaron el discurso de que en Bolivia había un golpe de estado cívico militar, bajo hegemonía de la ultraderecha más racista.
Es la misma izquierda, cohesionada en el “foro de San Paolo”, que hoy defiende las dictaduras venezolanas, nicaragüenses, o regímenes corruptos como Lula, Correa y los Kichner; que antes mantuvieron silencio frente al castrismo y justificaron los campos de concentración stalinistas y el genocidio maoísta. Son los que mataron a Durruti en la España republicana. En el caso de Bolivia, el MAS contó con el soporte de intelectuales locales (Fernando Mayorga, Pablo Stefanoni), periodistas adheridos al «plurinacionalismo» (Fernando Molina), “think thanks” académicos latinoamericanos (CLACSO), ONGs que habían bebido del gobierno masista (Andean Information Network). Los llamados «amarrawatos» del saber.
Como Filemón y Juanito, fui destrozado, junto con otros compañeros, por gran cantidad de amigos y colegas, autodefinidos como de izquierda; calificado como “traidor”, “pro golpista”, “defensor de la ultraderecha, racista”. Lo que no se dan cuenta todos ellos, es que Zavaleta ha muerto. Con la caída de Evo Morales, el discurso histórico de la izquierda boliviana, que ha operado en Bolivia desde hace 80 años, en el cual yo mismo he sido entrenado, está difunto, espero por un buen tiempo. Se aferran de un cadáver maléfico. Porque nos hemos librado de una ideología zombi que ha hecho mucho daño al país, que introdujo un discurso cerrado de odio, resentimiento y autoritarismo, debemos felicitarnos.
Cuáles son estas ideas que la izquierda boliviana las ha pregonado, y el gobierno de Evo Morales las ha operacionalizado, fracasando estruendosamente? Menciono algunas importantes[1].
- El sueño teleológico del comunismo. Hay un sentido en la historia que nos lleva ineluctablemente a la utopía comunista, que puede tener otras denominaciones, en el Estado plurinacional se llama “buen vivir”. Tal mitología no existe; no hay futuro, el desafío es construir, hoy, otro tipo de relaciones sociales, la sociedad que deseamos, fuera del horizonte estatal. Pero, la izquierda boliviana no lo sabe, el MAS menos. Como dice el palíndromo de Turi Torrico, EVO NO VE
- La idea de que la revolución pasa por construir un Estado fuerte, centralista, que planifica de arriba abajo; que controla economía a través de empresas estratégicas. Un estado que subordina a la gente a través del control de la seguridad alimentaria, el empleo, los servicios sociales, los subsidios. En un sistema cerrado y autoritario, no hay autonomía, iniciativa propia. Todo el territorio, las instituciones, se hallan sometidas al poder estadocéntrico y el partido único. Álvaro García Linera se jactaba que, a diferencia de periodos previos, con el gobierno de Evo por fin el Estado había llegado a todo el territorio nacional y administraba a toda la población. El Estado administra la vida: es la biopolítica del poder en su máxima expresión.
- Los enfoques industrialistas y extractivistas de la revolución social. «El gran salto industrial» del cual hablaba el Plan Nacional de Desarrollo, es la traducción de la tesis stalinista de que «el comunismo es industrialización a marchas forzadas”. Zavaleta, Quiroga Santa Cruz, Almaraz y todo el espectro izquierdista creían en este mito, y el MAS intentó reproducirlo. Para ello, la explotación intensa de la naturaleza y sus recursos, es justificable, pues de sus resultados se beneficiaran todos. Ampliación de la frontera agrícola sobre áreas protegidas, territorios indígenas, que al mismo tiempo son abiertas a la explotación extractivista, mega presas hidroeléctricas, agronegocios, energía nuclear, todo sirve.
- La idea de un partido dominante hegemónico, que vanguardiza el proceso. Bajo estos criterios se organiza el aparato público, la administración gubernamental. En este escenario, las libertades democráticas son restringidas. Pensar diferente es castigado y perseguido. El MAS no cree en el pluralismo.
- “El fin justifica los medios”. Para esta izquierda cualquier recurso para tomar y reproducrise en el poder es válido: guerrilla, fraude, “fake news”, hasta participar del juego electoral en la democracia liberal. Asimismo, una izquierda “caviar” que separa el discurso de la práctica: así, radicalismo de la palabra y estilo de vida burgués, machista, no es visto contradictorio. La coherencia de medios y fines es algo alejado de las prácticas izquierdistas criollas.
- Una izquierda anti indígena; estos no tienen otra que someterse a la ideología obrera o nacional-populista, y sus pulsiones industrialistas y extractivistas. Con los efectos perversos que implica: los procesos de descampesinización promovidos por la Rusia Soviética, la revolución cultural maoísta, o el Estado plurinacional boliviano,[2] son buenos ejemplos.
Mientras tanto, hoy que florezca la autonomía, individual y colectiva, que la cooperación teja nuestras relaciones sociales, que los espacios y territorios, abiertos, plurales y diversos, brillen; en fin, que la complejidad de este cautivante y hermoso país se imponga, mientras seguimos al entrañable Rafael Barrett:
“Herid lo moral. Lo moral es lo real. Haced que el hombre se avergüence de obedecer. Suprimid el sacerdote, el capitán, el patrono, el magister. Matad el principio de autoridad donde lo halleís. Que el hombre lo examine todo por sí. Que sea responsable de si propio. Si cae, que sea siquiera porque se equivoca él, no porque se equivoca otro. Combatamos al jefe, a todos los jefes. Tenemos en nosotros cuanto necesitamos.”
Bibliografía
Marshall, Peter (1992/2008) Demanding the Impossible A History of Anarchism. London: Harper Collins. 818 pp.
[1] Evo Morales sintetiza las ideologías más autoritarias y cerradas de la cultura política del país: marxismo, nacionalismo, fascismo, indigenismo.
[2] Durante el régimen de Evo Morales se ha profundizado dos tendencias: el abandono masivo de la población rural; hoy casi el 70% de los bolivianos viven en centros urbanos. Segundo, entre el 70 al 80% de lo que comemos los bolivianos proviene de la agroindustria cruceña y la importación. El aporte de la pequeña producción campesina se ha reducido profundamente.