Maximiliano J. Benítez
Todos a sus puestos,
que soltaron la vaquilla,
los chuchos de la piara,
y los marranos rabiosos.
Todos a sus puestos.
Los de la periferia, los del tire y afloje.
Los olvidados
y los denostados.
Todos a sus puestos,
que vienen los del vil garrote.
Recordadlo al coger la pluma,
la antorcha, la cizalla.
Y que revuelvan la tierra
de las huacas,
del Illimani.
Del Atacama también.
Desde el valle a pie de montaña,
a la herrumbre del crisol de Buenos Aires.
De la corrala en el Valle del Kas,
al puente sobre el río Moldava.
Con o sin mascarilla homologada,
alertas al futuro negrotinto.
En la elipsis del crepúsculo,
en las ruinas de la matria.
Todos a sus puestos,
que se alquila, se vende y se permuta.
Al compás de blancas sin corcheas,
sin hogueras, ni ascuas en yunta.
Todos a sus puestos,
y suban las persianas, los mástiles desconchados.
Que, sin anestesia, ni sueros, ni vacunas,
asistiremos al parto desangelado.