Maurizio Bagatin
Los sueños vienen del mar, las vidas de una semilla.
Vieron una planta que no había dejado caer sus semillas ya maduras, las mujeres se acercaron y las cosecharon, no tuvieron que doblar su espalda y recogerlas del suelo, por primera vez, a las semillas. Luego fueron sembradas, la planta ya no era silvestre, inició su domesticación natural. Luego de haber generado por su sobrevivencia y de forma natural, las hojas necesarias, las plantas mutaron naturalmente. La naturaleza siempre vino en ayuda del ser humano.
Darwinismo, positivismo, ideologías y ciencias se enfrentaban. Todo por el poder, naturalmente. Las ideas no se sienten realizadas si no ganan el duelo, los hombres también.
Con el Covid-19 entramos en una nueva época, el Pandemioceno, el Antropoceno ya se fue, dejamos atrás ruinas y escombros de una magnitud nunca vista antes. Ahora serán los virus en dictar las reglas, los humanos abrieron caminos absurdos, Bacon desesperado, Schiller sin palabras, la sexta extinción declarada. Apocalíptico, pesimista, tal vez, amante de la hamaca, del futuro cómplice del devenir. Nos adaptaremos como las plantas cuando ayer generaron sus hojas, y hoy las están nuevamente perdiendo. No podemos olvidar nuestra esencia: carbono, hidrogeno, oxigeno, nitrógeno y fosforo.
En una poesía que escribí encima de una reja mientras estaba leyendo a Raquel Las ciudades invisibles de Italo Calvino, hablé de semen en lugar de semilla.
Nos asombra felizmente ver que en Madagascar vivan especies tan raras y que no viven en otros lugares del mundo. Así en Australia, en las islas Galápagos, en otros lugares extraños y maravillosos de la increíble naranja azul. Ya el aviador del Principito camuflaba elefantes bajo las alfombras y el presunto escarabajo de Praga era una mutación antropocéntrica. Según Michel Leiris la mejor época para el ser humano fue el Neolítico, faltaba solamente el arte dental.
El trueno de la semilla que se abre bajo tierra es aquella explosión que el campesino oye mientras estará durmiendo una apaciguadora siesta de la tarde, o en la noche de luna llena cuando, mirando el cielo reconoce aun en la memoria de sus ancestros y en las palabras que les transfirieron, cuando sembrar y cuando cosechar. La semilla es el misterio de la vida vegetal, todo está ahí encerrado en una pepita, en el embrión que generará otra planta, que dará vida a otro fruto.
Nikolaj Vavilov dijo: “Iremos a la hoguera, nos quemaremos, pero nunca negaremos nuestras opiniones”. Mas que un agrónomo, un botánico y un genetista, Vavilov parece ser un personaje extraído de una novela de Graham Greene. El conflicto científico con el mimado de Stalin, el biólogo Efrem Sergeevic Jakusevskij, no hizo mas que sentenciar su fin. Estudios sobre el origen de las plantas cultivadas fue el estudio de investigación que lo premió y luego lo condenó, en 1926 recibió el Premio Lenin y en 1943 murió en un gulag estaliniano.
Miren, de una semilla de poroto, su geografía, de una semilla de maíz, su grieta o de una semilla de trigo, su fisura, mañana serán frutos de la tierra. De su explosión bajo la tierra se inicia una aventura increíble, la casi invisible semilla de perejil será sabor en la sopa, la pepita adentro de la manzana, cinco mil años de historia.
Imagen: Diego Rivera, Campesinos, 1947