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Termitas de fuego

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

“Ground Control to Major Tom, Ground Control to Major Tom”. Dile que la amo, como el cosmonauta de Space Oddity mensajea a su esposa en el ya imposible planeta. En mi caso no me pierdo yo sino ella, los detectives no la encontraron en la largueza de esos campos donde crecen huesos y no plantas, calaveras que no flores. El tiempo de las naves espaciales es ya de otra esfera. En la tierra hay un retroceso histórico. A la vez que la guerra de Ucrania es la tecnológicamente más avanzada, se ha convertido, en el campo humano, en conflicto medieval. Podría ser el imperio de Timur, o Temüjin, o  cualquiera de los mugrientos reyezuelos europeos que afirmaban su poder con violencia y crueldad. Fueran los asirios forrando los muros de las fortalezas conquistadas con pieles de sus enemigos desollados, o las fúnebres catapultas que en lugar de rocas arrojaban cuerpos descompuestos dentro de las ciudades. Hay un bosque especial, desde Lituania a Bulgaria, cruzando Valaquia, el de troncos cortados con ramas vivas, gente empalada que dura días en el tormento y se seca de a poco, lejos ya incluso del dolor, en la inercia del tormento sin luz ni sonido, sin la amada, que una siempre habrá. La central llama al astronauta y este no responde, se ha ido siguiendo una estrella que murió hace un millón de años pero brilla; se arrojó en brazos de la ficción.

“Thermite”, o “termita”, es un compuesto químico que se está usando desde el principio de la guerra pero que ha adquirido notoriedad esta semana por su manejo a través de drones por el ejército de Kiev. Vuelan estos nuevos dragones, así los han denominado, y van arrojando fluido candente sobre los bosques en donde han excavado trincheras los rusos. El líquido cae, incendia, destruye metal, piedra, concreto; disuelve la carne humana. Aparte de ello un dron va filmando y desde el infierno del poeta italiano, desde el Bosco o Giotto, no se han visto avernos tales. Demonios cocinando hombres en marmitas gigantes, hundiéndolos con tridentes en el Reino de los Narakas, uno de los seis reinos del samsara y de mayor sufrimiento de la cosmología budista. Competencia de atrocidades. Si siempre fue así, nos mintieron los santones. “Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma, que le están degollando a su paloma”.

Óxido de fierro y polvo de aluminio mezclados que en combustión producen intenso calor. Dos veces el de la lava ardiente, unos 2500 grados centígrados, dos el del fuego azul. Nací mirando en Siete Días Ilustrados ataques de napalm que arrasaban Vietnam. En los albores de la muerte me despido con otro fuego incluso más terrible que felizmente no vieron mis padres. Pienso, cuando envejezca, qué recuerdo de belleza me llevaré al último minuto, si alguno, o solo escucharé el clamor enloquecido del martirio.

Gaza. El ejército de Israel lanza a los túneles de Hamas bombas de esponja. No explosionan, generan una espuma que se solidifica de inmediato y sella entradas y salidas que podrían usar los fundamentalistas islámicos. Emparedar. Retorno a Bosnia y un famoso diablo que las fuerzas musulmanas habían emparedado en las ruinas de una fábrica hasta que lo liberaron los encargados de la paz. Enterrados en vida, disueltos, cabezas de prisioneros ucranianos puestas sobre picas ¿de qué siglo hablamos?

Los nazis rusos del grupo paramilitar La Española, hinchas del Shakhtar Donetsk, combaten a favor de Putin con inaudita ferocidad. Dice ABC de España: “Son un grupo que grita «Española, española» metralleta en mano mientras deja un rastro de símbolos de clubes de fútbol por cada conquista. Su objetivo es ganar terreno con el lema «no detengan a los hooligans» y una francotiradora de la unidad comenta ante las cámaras de AFP que no tienen miedo a nada. Dicen luchar por la gloria de Rusia y que son distintos a los soldados, porque ellos operan bajo una estricta idea de unidad. Mientras en redes escriben: «Ayer apoyaban a diferentes clubes y hoy están hombro con hombro en una trinchera contra un enemigo común ¡Uno para todos y todos para uno! ¡No retrocedas y no te rindas!»” Pronto veremos a tenistas, pesistas, ciclistas, garrochistas y etcéteras fundando batallones de la muerte. Muchos atletas ucranios han perecido en combate, como voluntarios, eso es diferente.

Siguiendo con la vedette del Kremlin, bueno para combatir osos de opereta y bañarse en aguas heladas, ducho para amarse con The Donald, el pervertido aspirante a dictador de los tristemente ignaros Estados Unidos, escucho reír a periodistas ingleses de Times Radio relatando que el tirano toma baños de sangre, con aquella que chorrea de las astas cercenadas de los renos rojos de Siberia. ¿Quién es el tipo este? ¿Reencarnación de Erzsébet Báthory? El condeso sangriento… Necesitamos de nuevo a Valentine Penrose y a Alejandra Pizarnik para que al menos nos detallen los pormenores del vicio. Cuentan que tiene a todo el servicio médico de la Federación Rusa buscando desesperado la fórmula que permita alargarle la vida. Muy simple: asesina, viola, decapita, invade porque tiene miedo, terror de encontrarse ante la nada; quizá no existe el divino que los fascistas de la iglesia ortodoxa rusa dicen que aguarda detrás con los brazos abiertos. Mamá, no quiero morir, aullaba lloroso el supermacho comandante Hugo Chávez con su pequeña gorra de heladero ambulante; ahora este otro cambia pañales al disparate de tanto mearse. Lean, carajo, cómo murió el cabrón de Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo, o el gran Felipe Ángeles ante el pelotón de fusilamiento. Bien que les haría a estas meretrices, al otro maricón de Orinoca también, aunque lo dudo.

Ya no es un dragón solitario que asola los paisajes de Tolkien; por encima de Kharkiv y de Donetsk pululan bandadas de ellos cargados de fuego. De nada vale rezar ni lamentarse, ahora hay que destruir a Rusia y los términos los pusieron ellos. Georg Trakl escribe:

Caminante por el negro viento; el seco cañaveral

susurra suavemente en el silencio del pantano.

Una bandada de pájaros silvestres cruza por el cielo gris;

en línea transversal sobre las aguas tenebrosas.

Tumulto. En la cabaña negra en ruinas

bate sus alas negras la putrefacción:

deformes abedules suspiran en el viento.

Atardecer en la taberna abandonada. La dulce melancolía

de los rebaños que pacen tiñe el camino de regreso al hogar,

aparición de la noche: sapos emergen entre las aguas plateadas.

Añade Lorca: “Dime, Señor, ¡Dios mío! ¿No llega el dolor nuestro a tus oídos?” No le llega, Lorca, ni un poco. Vacío. Solo estás en la cuneta de otro medioevo, solo y mudo, solo y mudo, solo y mudo.

Zuzanna Ginczanka:

Matas de crin de caballo, manojos de hierba de mar,

nubes de cojines y almohadas rajados

que mi sangre recompondrá, convirtiendo sus brazos en alas,

transformando en ángeles esos seres alados.

Dedicado a quienes la denunciaron a la Gestapo.

Alisten motores, que vuele el fuego por el mismo cielo que vio irse al mayor Tom de David Bowie. Cielo infierno, jóvenes bailan con luz negra, pegados; un pequeño diablo carmesí salta alrededor mío dentro de una iglesia muerta hasta que lo agarro. Lo descabezo y cuelgo la testa en medio de mis máscaras funerarias punu, pared de cementerio.

Imagen: El Zaqum  es un árbol que crece en el Yahannam. Los condenados se ven obligados a comer su amarga fruta. Malik es el ángel que guarda el Yahannam, asistido por 19 zabaniya 

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