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Rosalba Guzmán Soriano / Cuento

El Vendemilagros

         Día de Navidad. Las vitrinas rebosaban de juguetes electrónicos, ropas,adornos, comestibles…Todo era ¡Compre por aquí! ¡Compre por allá! ¡Tal cosa lo hará feliz! ¡ Con tal otra tendrá la paz!. En las calles también los voceadores ofertaban su mercancía:

– ¡Biscoooooooooooochos, biscoooooooochos biscochos!

– ¡Muñecas, señora, muñecas baratitas!

-¡Papá Noeles, pompitas, foquitos con música!

– ¡Papel de regalo, señora, señor. Papel de regalo, tarjetas!

…Y el hormiguero humano se movía sin descanso. la gente estaba bajo el influjo de un gran embrujo, que en realidad nada tenía que ver con la Navidad.

         Pero ahí, en una esquina cualquiera, en medio del bullicio, estaba él, con su chaqueta a cuadros con grandes bolsillos y sentado sobre una vieja caja de madera, observándolo todo, tranquilo, sonriente. parecían estar esperando siempre y era porque siempre estaba esperando.

         Se hacía llamar el Vendemilagros. Nadie y todos lo conocían. Quién lo miraba a los ojos, recibía el brillo de su mirada y jamás lo podía olvidar.

         ¿Cuál sería su nombre? ¿ De dónde llegó?

         El Vendemilagros tenía un rostro moreno, el cabello ensortijado le caía sobre la frente y no pasaba de unos doce años en apariencia.

         Entre la multitud apareció Laurita. Su madre la llevaba prácticamente a rastras, porque Laurita se parecía a las tortugas. No por su apariencia, ya que no hay tortugas de nariz respingada, ojos de miel y pelo largo, sino porque cuando alguien la miraba fijamente o la reprendía, bajaba la vista y se quedaba muda, triste, ausente, como cuando las tortugas se esconden dentro de su caparazón.

         Tenía mucho miedo a las personas grandes que pelean y gritan de cualquier cosa, a las palizas, a las malas notas y a los cuartos cerrados. Era por tanto miedo que no se animaba a hablar, para no equivocarse; a expresar sus deseos, para que nadie se disgustara con ella; a ni siquiera reírse a voz en cuello para no asustarse con su propia risa.

         Por eso, esa tarde, en medio de la gente, el calor y la multitud, no se atrevía a decirle a su mamá lo que quería de regalo.

– Tener valor, no asustarme, vencer mi miedo – Se decía en silencio y muy bajito, por sí alguien pudiese escuchar sus pensamientos.

– ¡Pero qué chica! – la mamá insistía – ¡ Te voy a comprar cualquier cosa y con eso te vas a tener que contentar. No se sabe nunca lo que quieres, pareces muda!

– Tener valor, no asustarme…. – Laurita repetía dentro de su cabeza ese deseo imposible.

         De pronto dieron vuelta la esquina y allí estaba. La mamá de la niña se paró para comprar esa «cualquier cosa» con la que Laura se tendría que conformar.

         Sus miradas se cruzaron. El vendemilagros le sonrió y esa sonrisa se metió  por los ojos de Laurita, dentro suyo como un lámpara luminosa que pusiese al descubierto los tesoros de un cuarto oscuro.

         Laurita sostuvo la mirada. ¡Claro! era una mirada de cariño, de ternura, de aceptación, de «sí, te quiero, tú vales», entonces el miedo desapareció de su alma como cuando una nube negra deja libre a la luz del sol.

– ¡Hola! – saludó el Vendemilagros mientras le guiñaba un ojo.

– ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola!… – la voz de Laura broto cristalina, dulce, alegre y de pronto, una risa jugosa y cristalina salió de su garganta.

– ¡Qué pasa contigo, qué tienes! – la madre se sorprendió.

  • No quiero ese regalo – respondió la niña – ¡Ya tengo mi regalo! ¡Ya lo tengo! – Y fue lo último que el Vendemilagros la escuchó decir mientras se alejaba dando saltitos como cuando se baila en una ronda.

– Quiero eso – un niño señalaba con el dedo una ametralladora de juguete – el padre lo complació al instante.

– Y eso – una caja de dulces.

– Y eso también quiero – Y sobre sus manos otro gran paquete.

. Quie… – no terminaba de pronunciar, y las cosas venían y venían. Los paquetes ya resbalan de las manos de sus padres y de las suyas.

         El Vendemilagros observó a cierta distancia cómo el niño a medida que pedía y era complacido, se ponía cada vez más tenso, más malhumorado, cada vez más insatisfecho.

         Manuel, que así se llamaba era un niño rubio, macizo de cachetes sonrosados, el ceño siempre fruncido y en los labios un «más, más más» interminable.

         Por casualidad reparó en el Vendemilagros.

– Quiero eso – dijo señalando con el dedo.

– ¿Cómo? – los padres se miraron sin comprender – El no está vendiendo nada; es un niño como tú, Manuelito.

– Quiero esa caja de madera donde está sentado – afirmó terminante, con tono autoritario y voz gangosa de fastidio.

– ¿Me vendes tu caja? – pidió el padre un poco avergonzado.

– No – respondió el Vendemilagros.

– Te pago lo que me digas – Es que mi Manuelito…

– No.

– Pero chico, es una caja inservible de manzanas.

– No la vendo.

– Te puedes comprar una silla bonita con la plata que te voy a dar, mira… – insistió el padre.

– No – respondió el Vendemilagros.

         Entonces Manuel comenzó a hacer el gran berrinche.

– ¡Quiero esa caja, quiero esa caja!

– Ven hijito, te voy a comprar otra, más bonita. Con manzanas y todo – pidió la madre.

–  ¡No, yo quiero ésta, esta caja, ésta misma! – Manuel se puso morado, comenzó  a dar de patadas gritos y alaridos. La gente se amontonó para mirar.

– Por favor – suplicaron los padres – el niño se enferma cuando no lo complacemos – El necesita…

– No – repuso el Vendemiliagros – Lo único que Manuel necesita es no necesitar.

         Los tres se quedaron perplejos.

– ¡Cómo que Manuel!. ¿De dónde me conoces? – preguntó el niño y luego admirándose repuso – ¡AH! Ahora que me acuerdo algunas veces te he visto cuando venía a compr…

         Y al decir «comprar» se le enredó la lengua. Por primera vez sintió vergüenza de esa palabra tan usada por él. Sin comprender y sin pedir más, se alejó junto a sus padres.

– Manuel – lo llamó el Vendemilagros antes de que se marchara – No necesitas más nada.

         En el camino Manuel comenzó a sentir que todos esos regalos caros le pesaban, y le pesaban mucho.

         Ya no quiso mirar más vitrinas y apenas pudo deshacerse de los famosos regalos, comenzó a sentirse más liviano, dejó de fruncir el ceño y esa mueca de fastidio se fue de su rostro.

         De pronto reparó en lo bonitas que son las flores y respiró profundo para sentir el aroma de los duraznos maduros y fragantes del árbol de su huerta. Miró el cielo y lo encontró hermoso surcado por pájaros libres. En su garganta nació una canción de Navidad.

         Por la noche la gente en las calles tomó sus cosas y se marchó a pasar aquella fiesta con sus familiares respectivos y amigos más queridos.

         El Vendemilagros apareció en el barrio más pobre de la ciudad, donde los niños no recibían regalos ni sorpresas porque apenas alcanzaba para el pan.

         Allí le conocían desde hacía unos días porque se acercó a jugar con ellos con bolitas de cristal.

         Desde que el Vendemilagros llegó a aquel barrio, Patricia dejó de soñar con ser un día una niña ricachona como la señora para quién lavaba ropa, Luis dejó de ir a mirar vitrinas y pensar en cosas que no podía comprar. Carmencita se sintió orgullosa de las polleras de su mamá y no volvió a lastimarla con su estúpida vergüenza, Raúl comprendió que robando no se consigue lo que uno quiere y se dedicó a fabricar títeres para venderlos y Cachito, el más pequeño siguió siendo tan sonriente como siempre.

         Aún era temprano. El vendemilagros los reunió a todos para darles un regalo.

– Pero si no llevas nada contigo – le dijeron los niños.

– No es necesario – respondió. Les voy a regalar lo más valioso que tengo: La Navidad.

– Pero cómo – preguntaron los niños aún más intrigados.

  • NAVIDAD  se escribe con
  • N de nacer, y uno nace cuando estrena cada mañana.
  • A de amor, y uno ama cuando entrega lo mejor de sus sentimientos.
  • V de vida, y uno vive cuando comparte con los demás.
  • I de imaginación, y uno inventa y crea sueños para luchar por ellos.
  • D de dar, y uno da cuando es generoso.
  • A de amistad, esa que yo les doy para que nunca me olviden.
  • D de Dios.

         Y el Vendemilagros dejó allí su caja vacía, como al descuido, y continuó su camino.

Biografía

Nació en Cochabamba. Escritora, actriz de teatro y cine,  maestra y psicoanalista. Realizó estudios de post – grado en Orientación Escolar y Educación de la sexualidad. Diplomado en Educación Superior, Master en Formación Docente, Maestrante en clínica psicoanalítica.

Publicó varias obras, entre ellas se desataca su literatura infantil y juvenil.  En ese ámbito ha escrito obras de teatro como  La Tarhui T’ ica en el Jardín del Clavel, Flor azul, El ovillo de colores, Los dibujos de María, y En la Tierra de las Pirámieis. Fue guionista del programa infantil televisivo Carrito de Lata de difusión nacional en 1985 con la  Serie Infantil La Hormiga Natalia. Realizó los guiones para vídeo: La Prueba, Contracorriente y Un Concierto para José, de la Serie Juvenil de prevención del VIH/SIDA.

Participó en la elaboración y Selección de material infantil para el Boletín de PLANAM, Programa Latinoamericano niño a niño, de Guatemala. Es autora del libro Cuentos de Luciérnaga,  publicado por UNICEF, clasificado en la serie MIRLOS BLANCOS para la exposición internacional de libros para niños y jóvenes, realizada por el International Jugendbibliotec en Polonia. Fue guionista y ejecutora de la serie de casettes radioteatralizados de cuentos para niños de  Producciones «Siembra». Participó en varios libros de texto de Ediciones Santillana con varios poemas y cuentos infantiles. Su novela para niños La Revobulliprotesta, texto oficial, ha sido recomendado por el Ministerio de Educación y Cultura y reeditado en»La magia de la lectura 5″ de Santillana (2005) y Editorial Gente Común (2007).  Ha publicado también tres tomos de «Los Rebeldes», revista de cómic para niños. Participó en la antología de cuento infantil «Cuentos para niñas y niños» Selección de Manuel Vargas con el cuento Como en los Cuentos. Es autora de la novela política para niños El Planeta Multilenguado, publicado por Santillana 2005. Participa en varias antologías a nivel nacional e internacional con poemas y cuentos para niños. Entre ellos, en el 2005 : «La Magia de la Lectura de editorial Santillana,  «El palacio de las siete ventanas» de Proyecto editorial «ALTAVISTA 4» de España, y «Cuentos algo extraños» editado por la Reforma Educativa como proyecto del Cono Sur.  Su libro La Bruja de los cuentos que fue editado por segunda vez, es actualmente traducido al alemán.

Tuvo presencia en la Exposición del IBBY INTERNATIONAL con el libro La Revobulliprotesta  en Madrid. (1994). donde participó además en la Revista Latinoamericana de Literatura Infantil  «IBBY» y la Revista española «Ultimas Noticias» con artículos sobre Literatura Infantil.

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