De: Christian Jiménez Kanahuaty / Para Inmediaciones
El presente trabajo tratará de articular los programas narrativos con los proyectos políticos en la obra narrativa de Roberto Bolaño. Nos concentraremos sobre todo en las novelas, si bien los cuentos pueden informar también sobre estos movimientos, al ser este un trabajo sin ánimo de ser conclusivo, pensamos que ingresar a los cuentos podría por un lado complejizar aún más el panorama y por el otro lado, abrir una nueva vena analítica parada sobre el ejercicio narrativo y la forma en que la escritura es también reescritura, demostrando así que la obra de Roberto Bolaño, en lo que respecta a la narrativa, es una obra que se despliega geológicamente; es decir que las capas de sedimentos narrativos se van articulando a través del tiempo y de las publicaciones con lo cual, el panorama de lo narrado adquiere otras dimensiones políticas, estéticas y literarias que no está dentro de los propósitos de este artículo recuperar para su análisis.
En ese sentido, el arco se abrirá con la Literatura nazi en América y culminará con el 2666. Esto nos permite verificar tanto los proyectos narrativos como el pensamiento político implícito en ellos y realizar una lectura de la emancipación desde los textos de Bolaño.
Palabras clave: Literatura, proyectos narrativos, estereotipos, ideología, Chile, México.
Movimiento uno, Chile como proyecto
Cuando han pasado ya más de 40 años desde el Golpe a la Moneda y Chile fue sumergida en una dictadura sin precedentes, que a su vez estuvo conectada con los demás gobiernos de facto de la región, volver a investigar por medio de la literatura sobre aquello que pasó, es de vital importancia no sólo para recuperar nuestra memoria colectiva sino para ver en qué lugares la memoria de ese acontecimiento político se ha cristalizado para desde ahí irradiar una nueva perspectiva sobre las derivas de la política, la identidad y el mal, traducido en violencia.
Bajo ese marco de acción, la obra narrativa de Roberto Bolaño muestra una significación importante. Establece un movimiento de reconstrucción de un instante de la política, poniendo en ese sentido un juego literario de representación por medio del cual, un momento sirve como ejemplo para denunciar una época.
Se puede hablar del conocimiento de una época plasmada en su obra.
Esto significa que, para establecer el criterio fundamental de una época se necesita primero rastrear la idea de lo nacional. En segundo lugar se deben fijar las épocas de conflicto tanto al interior de la sociedad como aquellas que se presentan entre la sociedad y el Estado, para finalmente, identificar no sólo a los actores, sino también la traducción del espíritu de esa época en otros registros. Es decir, que si vamos a analizar el mal, o la violencia, no debemos buscarla en los repertorios técnicos de la contienda solamente o en la práctica de las Fuerzas Armadas sino en aquellas facetas de la vida cotidiana donde la violencia ha logrado interiorizar los cuerpos y ha posicionado de ese modo social e individualmente un conocimiento y una forma de violencia[2]; en ese sentido, la violencia no será necesariamente buscada sólo en los espacios institucionales de la violencia o aquellos legitimados por el orden estatal, sino justamente en los lugares, que bien podrían presentarse como su reverso. En este caso, el arte y más concretamente, la narrativa de Roberto Bolaño, servirá para mostrar y hacer evidente el juego de la violencia en chile tras el golpe de Estado ocurrido el 11 de septiembre de 1973.
Roberto Bolaño, aparece y desaparece. Al principio de los tiempos la apuesta es por la poesía. Él quiere ser poeta. Construir una obra y vivir de eso. La vida no puede ser más que un cúmulo de cuadernos donde el escritor anotará todos los días, versos que luego trabajará y trabajará hasta que alcances lo que para él es algo cercano a la perfección. Pero la lucha contra la vida hará que los caminos se ensanchen y se revelen nuevos contornos en aquellos cuadernos. Al principio será la aparición del amor. El poeta está enamorado y sabe que si su corazón late en esa nueva sincronía, la apuesta con la palabra ya la tiene perdida. No se pueden escribir versos inmemoriales cuando uno está enamorado. Entonces el miedo. La búsqueda de un trabajo, la vida más allá de la literatura. La vida del mercado y las necesidades básicas que deben satisfechas hace que el autor haga de todo para sobrevivir y en medio, la depresión. El mirarse en el espejo y reconocer que no, que ese no es el camino, que quizás hay más vida del otro lado del camping donde trabaja como guardabosques y recepcionista. Y ahí, durante esas semanas lanza una carta fatal. Escribe -quizás en mitad de la noche cuando el sonido de las casas alquiladas demuestran que siempre hay tiempo para el amor-, una carta hacia alguien que aún vive en Chile. Conforme pasan los días, la carta llega a destino. Enrique Lihn, la abre y lee esa letra y se da cuenta que sólo hay una frase que puede responder. Días después, una mañana de miércoles. Cuando aún todo parece ir hacia lo peor, Bolaño abre la carta y lee: “No te comportes como un cobarde. ¿Qué es eso de matarte? Escribe, eso es lo que debes hacer. Escribir”.
Desde ese día, Bolaño comprende. Dejará la poesía. Irá por otro camino. La narrativa y sus hijos –futuros aún- serán aquella patria que un día reconocerá como la única que siente suya y propia. Empezará entonces por el principio, por la organización del mundo. Es decir por llevar al mundo la ficción.
La literatura nazi en América(1996), es el juego literario que Bolaño establecido para ingresar al mundo de lo real por medio de la imaginación, y es en ese sentido, que a Bolaño no se le ocurre hacer otra cosa que un gran experimento metanarrativo. En juego que remite a Borges, pero que sobre todo nos lleva al Marcel Schwob de Vidas imaginarias (1896). La farsa es la siguiente: Bolaño inventa una cuadrilla de escritores malditos ligados a las facetas del fascismo en Europa y también en el momento en que distintas ramas del fascismo llegó a Latinoamérica, estos escritores se suman a él, con el mismo amor que los condenados se aferran a su última comida. Pero los escritores no sólo asisten a cenas con políticos importantes, también publican libros. Libros que a veces son novelas que Bolaño se encarga de resumir, o libros de cuentos a los que Bolaño reseña como si estuviera reseñando un libro de cuentos de Di Benedetto o en definitiva cuando se aproxima a los libros de poesía de estos autores, lo que hace es fijarse en los temas, en los instrumentos poéticos y en los giros, imágenes y métrica con la cual están hechos los poemas. Bolaño los exalta a veces, los explica en muchas otras, pero sobre todo, los analiza, los relaciona y los conecta con la obra de los demás escritores que figuran en el libro. No deja espacios abiertos. No hay duda. Esas personas y esos libros, realmente existen y son parte de cierto canon de la literatura de la región y esa región está ensombrecida pero nadie se ha dado cuenta hasta ese momento.
La violencia a veces en la literatura aparece como un acto de la voluntad humana donde un sujeto determinado quiere algo que el otro tiene y no posee otra opción para obtener aquello que ejercer violencia. Pero para Bolaño, la violencia no es sólo un juego físico, es sobre todo, una herramienta intelectual. Y como tal responde a criterios más sofisticados, por eso la violencia no está en las calles en este libro; por el contrario, la violencia se encuentra en el lugar de la cultura. Es decir, en el ámbito de la razón y cuando se ha dicho que la violencia es el acto de los sin razón, Bolaño demuestra lo contrario, porque nos dice que nadie se salva de la violencia cuando está dentro de los cuerpos y son ellos los que lo propagan por medio de los ojos del arte.
Y es ahí cuando Bolaño hace un desplazamiento importante. Fija el punto de mirada hacia el cielo. Parece decirnos que todo lo que hacemos queda fijado en el cielo. Y esto particularmente es así en el último cuento del libro. Martínez Hoffman: El infame, es la historia de un piloto que saca fotografías del mal que se traduce en ese tiempo en la destrucción de los cuerpos por medio de la tortura.
Y como diría Butler (2010), la guerra importa en tanto se la fija en la memoria. Y sobre todo cuando se fotografía porque las fotos nos hacen partícipes del horror. Y aunque Butler está pensando en el holocausto, a nosotros nos parece pertinente pensar el descuartizamiento de los cuerpos, fijado en aquellas fotos que solamente deja ver veladas Bolaño en una narración que se ajusta al clima. Es una narración asfixiante y oscura como oscuro es el espacio que ocupa este piloto y donde va colocando con escandalosa meticulosidad las fotografías que toma; para al final dar un paso más. Decide abrir su hogar como si fuera una sala de exposición e invita a personas importantes del ejército y de la política y ellos al ver lo que este hombre ha retratado salen casi asqueados a punto de destrozarse por el vómito y la bilis.
.Pero no será suficiente. Su vida personal como escritor se afirma tras la publicación de este libro. Anagrama por intermedio de su editor Jorge Herralde se contacta con él, le pide un libro nuevo. Bolaño no sabe qué hacer.
Hace lo mejor que sabe hacer. Dar cuerpo a historias que sabe que pueden dar más de sí. Sin saberlo se embarca en el terreno de la narrativa histórica. Retoma el cuento Martínez Hoffman: el infame y lo piensa mejor. Sabe que ahí hay una historia más larga. En tres semanas de trabajo febril reescribe esa historia
Estrella distante(1996) es la respuesta, Estrella distante es la historia de un piloto aficionado a retratar el espanto. Lo hace desde las alturas.Escribe versos en el cielo en su avión a chorro, pero no son versos que hacen pensar en un mundo mejor. Sus versos nos devuelven una imagen desfigurada de nosotros mismos. Aquí, la palabra fija el horror en la memoria colectiva.
Bolaño lector antes que escritor, hace un guiño a la poesía chilena a través de este cuento. Raúl Zurita tras recibir una beca Guggenheim, contrató un avión y en el cielo escribió un largo poema llamado La nueva vida. En él el poeta Zurita demandaba y hablaba de un dios sin origen pero lleno del mal. Un Dios a imagen y semejanza de los hombres. Y siguiendo ese gesto, más ligado dirán hoy al arte contemporáneo, Bolaño hace que su piloto de guerra también escriba poesía en el cielo de Nueva York, pero como dijimos sus poemas hablan de la guerra, de que estamos destinados a la muerte y que no hay salvación.
Y es ahí cuando Bolaño hace que el mal y la violencia aparezcan sin miedo.
En este caso, a diferencia de otros momentos en Bolaño, la palabra, no salva.
Porque este piloto, ahora también es partícipe de las torturas y en su mente afiebrada las imágenes se repiten y no puede desembarazarse de ellas y como proceso de catarsis, las transforma en versos que miméticamente expresan en los ojos de los demás lo que sus ojos vieron cuando estuvo presente en tantas horas de tortura. Pero luego pasan los años, y Bolaño mueve las cosas. La historia avanza. No hay fin de las ideologías, no hay más que pactos y transiciones políticas que generan un movimiento político llamado La Concertación. Y esa Concertación abrirá el camino a la democracia, pero será por medio del olvido que las libertades civiles y políticas se recuperan. Pero, un detective, hará la pesquisa y buscará a ese hombre por Chile, irá a México y a España a buscarlo. Son los lugares que Bolaño conoce y es el intento de intentar cruzar puentes territoriales y marcar que en nuestros países la violencia política se oculta gracias al exilio de los perpetradores del mal.
Y cuando las cosas parecen estar resolviéndose hacía otro lado, Bolaño regresa a chile. Nocturno de Chile (2000) es el momento en que Bolaño ya no tiene reparos en volver a señalar las uniones entre política, poder y cultura. Lo hace está vez ambientado en un contexto auspiciado por jesuitas. Ocurren sesiones donde se conversa y discute literatura. Pero en esa misma casa, en el sótano, están ocurriendo torturas.
Han pasado seis años desde que Estrella distante fuera publicada, pero para Bolaño el tiempo no ha transcurrido, regresa a ese momento de la historia como si jamás pudiera terminarlo de contar. Puede ser que todos estos libros compongan, al final, un mismo libro. Pero, lo que sucede es que Bolaño a pesar de las corrientes estéticas de ese momento, revisa la historia y retoma la tradición de la novela histórica y la complejiza. Ya no diagrama un campo político entre partidos políticos y sectores subalternos. Trabaja la historia de la novela política desde sus principios. Desde lo estético desde aquello que todo parece ocultar. No en vano mientras se lee poesía y se discuten libros, se tortura a la gente. No es un lugar distinto, sino en sótano. Es como que esa parte la hemos enterrado y no la podemos ver aunque caminamos sobre ella. Bolaño nos dice con Nocturno de Chile que nada sobre lo que pisamos está limpio. Que el lodo, la sangre y los huesos pronto emergerán a la superficie y será imposible limpiar el tapiz de la sala. Ya nada será como antes, porque no somos lo que decimos ser y porque nuestra cultura también oculta dolor, llanto y miseria.
Este es un planteamiento político de suma importancia porque Roberto Bolaño demuestra que nuestras sociedades han ocultado nuestro pasado por recursos ingenuos como la alta cultura, cuando en realidad tenemos un problema irresuelto con el mal.
Lo que en otras palabras quiere decir que la violencia también se institucionaliza y se normaliza. Y cuando ya empieza a ser normal, es cuando todo está perdido, porque no hay espacio para la razón ni la cordura y es más fácil ocultar la realidad recurriendo al arte y esto puede resultar como la faceta perversa del arte cuando también él es incapaz de saber lo está siendo utilizado, y desconocer que está ocultando aquello que en teoría debería revelar.
Aquí, entonces, hay también una crítica al arte por el arte. A la fantasía del arte como reducto del poder. Al arte como espacio de reproducción de las asimetrías y de la violencia.
Movimiento dos, México como horizonte
México para Bolaño fue el país de la adolescencia, cuando aún se tenían fuerzas para ser mejor y seguir adelante. El país que pronto sería sólo pasado. Un país marcado por la violencia, por la derrota de la fe y por la modernización incesante que impulsa un capitalismo incapaz de detenerse un momento a pensar su presente porque para ello necesitaría reconstituir lo social, y es justamente aquello que no desea hacer. Más al contrario, se trata de una búsqueda en la que la alianza capitalismo – política queda explicita y es además, resuelta por medio de estrategias como las redes clientelares y la compra de voluntades a cambio de favores políticos.
Pero, ¿qué pasa con México para Bolaño?
Bolaño decide hacer de México ya no un mundo real maravilloso, como de alguna manera se representa en el México configurado por Rodrigo Fresán en Mantra (2002); sino que es un mundo poblado de visceralidad, de realidad y de contenido adolescente.
Aquí una digresión poética.
México para Octavio Paz y sobre todo para José Emilio Pacheco, ha cambiado. El México que ellos conocieron tras el terremoto de 1985, a cambiado totalmente y la poesía de ambos trata de recuperar ese tiempo perdido. Ese mundo que ya no existe más. La añoranza y la nostalgia marcan ambas poéticas. Pero allá donde Paz ve amor y erotismo y cierto misticismo, Pacheco ve las sombras de la infancia, ve los lugares donde fue feliz toda una generación y descubre un mundo olvidado que configura el destino de la nueva ciudad de México.
Para Roberto Bolaño, estas señales de un mundo derruido tras el cataclismo de la modernidad expresada en la mercantilización de la cultura y que tiene, de nuevo, su punto de arranque con el terremoto del ´85, pero es un proceso que sí tiene resistencia. Una resistencia que se asiente en los grupos populares, y en los sectores que pronto se convertirán en la nueva intelectualidad de México. Es decir, que la resistencia a este proceso se haya en los estudiantes. En la fuerza de sus ideas y en el espíritu libre que presentan.
México para Bolaño es la recuperación de la fe. Es el momento inverso al desarrollado cuando narra Chile. Allá la violencia era constitutiva del arte, aquí, el mundo que ya no es, conforma la apuesta por la palabra poética y el registro de la poesía adquiere visos de transformación de las mentalidades, porque la apuesta es al todo o nada a través del verso. Hay romanticismo sí, pero sobre todo hay verdad y honestidad y como todo movimiento estético, debe ser verdadero, para poder existir.
Así, el otro proyecto narrativo que inicia Roberto Bolaño es el de México y se asienta en un programa mucho más ambicioso. Es la representación de la poesía, de la juventud, de la búsqueda de la verdad y al final de la muerte: la violencia una vez más como telón de fondo corporalizado en la acción narrativa.
La poesía es la libertad de recorrer el camino
Bolaño siempre se pensó a sí mismo como un poeta nada lírico, sino prosaico. Y esto no es sólo una enunciación retórica, es más bien un conocimiento que el mismo Bolaño adquiere al momento de escribir y que es un proceso de toma de conciencia sobre el mismo acto de la escritura.
Ya dijimos que una de sus relaciones fundamentales lo salvó del suicidio. Aquella relación con el poeta Enrique Lihn, sin embargo, no fue la única. Nicanor Parra, es también alguien que influyó en Bolaño. Bolaño reconoce en Parra ese gesto de retornar a lo prosaico por medio de la poesía. Y exaltar de ese modo lo cotidiano y su realidad. Más allá, claro, de las contingencias y de las náuseas que se puedan sentir al enfrentarse al horror de la violencia física impartida por los brazos represivos del Estado.
En ese sentido, la poesía para Bolaño debe recuperar la sordidez del mundo y hacer de la palabra el artefacto con el cual desengranar la gran maquinaria que hace que no podamos ver lo que existe en la realidad. No en vano se dice que el sentido común es el menos común de los sentidos; esta premisa es retomada por Bolaño cuando trabaja tanto sus textos poéticos como cuando habla de la poesía en su narrativa.
De este modo, lo que hace Bolaño en este segundo movimiento es básicamente; plasmar la experiencia vital que tuvo con la poesía y desde ahí escribir. Su vida convertida en literatura no arriesgándose a construir una literatura desde el yo. Sino más bien para escribir de lo que mejor conoce. La poesía. El riesgo. El amor y la violencia. México y los viajes iniciáticos, casi atávicos.
Así, lo que existe en la narrativa de Bolaño en este movimiento es también la puesta en escena de una gran versatilidad para desdoblarse y para hacer de la realidad vivida, una realidad literaria que al ser plasmada a través de personajes aparentemente ficticios, se convierten estos libros, en universales. No hay posibilidad a no sentirse interpelado en este sentido. Es por ello que Bolaño escribe sobre lo que mejor conocer y es por ello también que ese momento de escritura es tan limpia como el desierto y tan resonante como las campanas de la revolución.
La violencia es la manera por la que viajamos
Todo comienza con la juventud. Todo comienza cuando éramos jóvenes y aún no sabíamos nada del mundo. Los detectives salvajes (1998), Amuleto (1999) y 2666 (2004), hacen que ya no podamos decir aquello que no sabíamos nada. Esos tres libros con implacable pulcritud nos enseñan algo.
Nos enseñan del mal. Sí, pero también son libros de viajes, quizás menos en el caso de Amuleto, pero el viaje que emprende es un viaje hacia el interior de una mente que reclama ser parte de un mundo que ha nacido con la palabra y que tiene miedo que sea la palabra presa del poder y sea su perdición. La narradora de Amuleto nos dice que ella es la madre de los poetas perdidos de México y que siente no haberlos ayudado más. Siente que ella está viva gracias a ellos. Ellos no le deben nada, es ella la que les debe algo: su vida, su amor y todo el tiempo del mundo que acumulo en sus carnes.
Bolaño retrata a través de esta mujer (Auxilio Lacouture) que siendo uruguaya, se reconoce más mexicana que la tortilla o en pulque, un momento (el 2 de octubre de 1968) que marcaría la vida política del país y sobre todo, signaría al movimiento estudiantil de una vez y para siempre. El mal, una vez más, presente bajo la forma de la represión militar. El aparato bélico del Estado desplegado para reprimir estudiantes que pretenden un cambio social y Auxilio declarando oculta en un baño de la UNAM, que el mundo no puede vivir sin esos jóvenes poetas, celebradores de la vida y de los cambios del porvenir.
Y antes de que se nos vaya de la cabeza: es importante el rol de las mujeres que alumbran el destino en este movimiento de Bolaño. Y ahora para ordenar la secuencia, pensemos en Los detectives salvajes y en Cesárea Tinajero. Otra mujer que sabe los secretos mejor guardados de la poesía mexicana. Ella será el leitmotiv de un tour de forcé que arrastrará a los personajes a periplos por casi todos los continentes.
Los personajes se enfrentaran a lo largo de casi 20 años a dos cuestiones básicas: La literatura traducida en poesía para vivir la vida, y las repercusiones de la búsqueda de esa otra mujer que más parece un fantasma que una realidad. Serán 20 años que harán que la poesía mexicana se ordene y reordene a partir de la filosofía y de la experiencia de los poetas malditos franceses: Boudelaire, Rimbaud y el Conde de Lautréamont rebasarán las expectativas cotidianas de un grupo de jóvenes que harán de esos nombres sus dioses y patronos. Haciendo de nuevo, aquello que Bolaño sabe hacer mejor. Idealizar y fortalecer con el amor las formas de la literatura que no encuentra su belleza sino hasta transformarse en poesía.
Sin embargo, estos poetas jóvenes al principio buscan el poema perfecto. El poema de todos los poemas, pero luego se darán cuenta que eso no importa; que aquello que de verdad importa es, básicamente: tener una vida poética. Y de nuevo: celebrar la vida. Añorar el camino y viajar. Buscar al modo de Kavafis, Ithaca. Y saber que nunca se llegará a ella, porque Ithaca, ya te entregó lo mejor de sí: el viaje. Que en el caso de Bolaño tiene dejos de demencia y de violencia porque el territorio, sí está cubiertos de hidras, clepsidras y Poseidon, puede atacar y adquirir forma humana en cualquier momento.
Y todo terminará en la carretera. Hacia un destino que les marcará para siempre. Pero, en ese destino estará conjugado todo el futuro de la humanidad, que se debe desplazar de lugar como náufragos que seintentan arrimar a alguna certeza para seguir con vida. Y así como todo empieza en México y luego algunos de los personajes se van a Europa, en el 2666, la historia empieza ahí. En ese nuevo territorio que Bolaño sabe (porque lo ha vivido) ha sido colonizado por grupos de latinoamericanos que buscan su sustento.
El 2666 es una historia que conjuga en su interior otra búsqueda. Esta vez serán cuatro académicos que indagarán los motivos del por qué el escritor que han estudiado toda su vida, de un momento al otro, desapareció sin dejar rastros, adjudicando a su vida una serie de invenciones, testimonios y contradicciones. Aquí, para amplificar y dotar de contenido a este escritor (BennoVonnArchimboldi), utilizará el mismo recurso que en La literatura nazi en Américainventará novelas, las describirá, las relacionará y cada una de sus tramas, revelará a cada académico algo en particular que despertará a su vez una misma e incontenible obsesión.
La capacidad de Bolaño para prefigurar los proyectos y programas literarios de otros escritores, aun cuando estos sean inventados, hace de la novela un juego de significados, de tramas encubiertas y de historias dentro de otras historias y de pasadizos ocultos entre las historias que hace que el 2666 más que una novela sea algo así como la enciclopedia de las novelas. Sea una apuesta teórica también sobre el arte de escribir. Y para esto se lanza una dilapidaría declaración sobre la diferencia entre la novela y el cuento.
Bolaño establece que aquellos escritores que se han dedicado tanto a la novela como al cuento están marcados por el signo de Herman Melville. Que es decir algo así como que el mundo de la literatura se ordena y organiza a partir de Moby Dick y sus cuentos cortos. Para Bolaño, la verdadera proeza del escritor estadounidense no fue el portento escrito sobre aquella ballena blanca, sino los cuentos, donde aún mantiene la mano caliente para ejercitarse en el estilo y en la dosificación de la información para mantener en un hilo –cual funambulista-, el ritmo de la trama. Y en este esquema general Bolaño propone una mirada sobre la narrativa, una mirada donde los juegos de la escritura están dentro de las cosas cortas. De esas cortas detonaciones que hacen que los ecos narrativos se expandan como ondas en el agua. Y ahí lanza el zarpazo, porque justamente el 2666 es todo lo contrario a ese esfuerzo. Y aunque se debe reconocer en este momento que este libro está alimentado por todos los cuentos escritos hasta ese momento por el escritor Chileno, la novela en sí es un gran edificio desde el cual se puede mirar el territorio y los continentes. Eso hace que Bolaño (por todos los viajes en sus novelas y por la importancia que ellos tienen dentro del gran programa narrativo) sea un escritor que ha narrado ciertas facetas de la migración. Migración ligada a la búsqueda de la identidad por medio del lenguaje, pero también migración para escapar del mal y migración para huir de la responsabilidad del mal causado a los demás. Pero también migración para buscar respuestas. Respuestas sobre los demás, que luego se traducirán conforme avancen las tramas superpuestas de sus narraciones, en respuestas para uno mismo.
Respuestas que uno necesita para seguir viviendo, que es lo mismo que decir; respuestas para seguir viajando.
Y cabe decir, que este viaje en el 2666 es también un encuentro con la violencia, en clave de violencia de género. En el 2666 el lector e enfrentará con el horror de la humanidad. Los crímenes de Santa Teresa son los crímenes que suceden aun en la actualidad en Ciudad Juárez en México. 2666 se puede dividir en cinco libros, y uno de ellos: “La parte de los crímenes” es la parte más interesante en términos formales de toda la novela.
En ella se narran las posiciones, y los lugares y a veces las fechas en que fueron encontradas las mujeres muertas. Aquí el lenguaje en Bolaño se acerca a la crónica roja. Fría. Desmesurada. Sin pudor. Sin tabúes. Cercana sin embargo, tanto así que el olor de la carne muerta, a veces quemada, a veces empalada, llega hasta los sentidos del lector y el tormento se hace presente. La muerte no se narra, se muestra y en ese ejercicio de mostrar, mostrar y mostrar, Bolaño hace efectiva la manera en que la muerte tiene lugar: la muerte no es una simple acumulación de cadáveres, es la anunciación de que el día siempre ser noche. Es decir, que la noche más oscura puede aún ocultar algo aún más terrorífico en su interior. Bolaño, nos dice que la muerte es un fantasma que recorre el desierto de México y que además juega con las reglas de la política porque es la misma política la que nunca la puede nombrar ni agarrar. Así, la muerte de las mujeres de Santa Teresa (Ciudad Juárez) está sin resolver y no hay culpables, porque nadie ha visto nada.
Así, parece ser que un viaja sólo para abrir los ojos y encontrarse con la muerte. Tal como sucede en Los detectives salvajes, que la búsqueda cuando concluye, también llega a su vez, la muerte. Parece recordarnos esto, lo que Butler (2010)expresó sobre Auswitch. Auswitch somos nosotros. La humanidad hizo posible Auswitch, por eso nuestra memoria sobre el acontecimiento nos remite a las imágenes que se han construido sobre él, porque de alguna manera esas imágenes también conforman nuestro rostro. Y en ese sentido los crímenes de las mujeres de Ciudad Juárez también somos nosotros. Revela nuestro rostro. Latinoamerica vista en esas muertes, y esas muertes como la representación viva de todo un continente.
El final
Bolaño narra esos dos movimientos para ir de Chile a México, de México a Europa, sobre todo a España, Alemania, Francia, y luego a Turquía, Israel, y de regreso a México. Por ello, la última palabra en el 2666 es México.
Las uniones con la política, se realizan desde el campo del arte, pero también se canaliza como una fractura de la búsqueda por la verdad. La verdad está clausurada por medio del discurso institucionalizado de la violencia y por medio de esa violencia se representa la política. Una forma de hacer política que afincada en el poder, establece los discursos que son o no legítimos para ser conocidos. Hay la farsa y el ocultamiento de la realidad, y esto genera que la política en el caso de Bolaño sea procesada para ser denunciada.
Al no ser estudiada, analizada y debatida directamente, Bolaño, establece una crítica hacia ella por medio de la literatura, estableciendo un continente donde en principio aparece la migración o el viaje en tanto experiencia, pero también, el exilio en tanto huida del mal y de la violencia. Y luego el lenguaje a través de la poesía como manera vital de reconstruir y recuperar aquello que arrebató la política. Es un proceso de resistencia y es resistencia también el acto de ir en busca de escritores o de una mujer que conoce el secreto de la poesía y de la literatura, que al final, resulta ser un secreto parecido al que guarda el Estado sobre la constitución de su violencia y de su ordenamiento territorial. Ese secreto a aquellos que lo buscan (tanto representado en Cesárea Tinajero como en Benno Von Archimboldi) pareciera que los conducirá a la revelación, pero en cambio, los lleva a la muerte, a la presencia de la muerte.
Roberto Bolaño descompone el mal desde la literatura, pero lo hace para explicarse a sí mismo, también su propio proceso. Y ese proceso que podría ser considerado como el del desarraigo al no tener patria, ni locaciones fijas, sino una multiplicidad de sitios por los cuales ha transitado, más que limitarlo, lo dota de una mirada más reflexiva, íntima y transversal. En ese sentido, la apuesta narrativa que realiza en estos movimientos renueva el panorama literario de la región, porque apuesta por una novela política cuando todos los escritores van hacia la novela intimista y apuesta por las grandes novelas, cuando la ruta es más bien la brevedad. También apuesta por la desmesura y la poesía cuando más bien lo que se marca como panorama está marcado por la contención y el lenguaje seco, parco y denotativo de una realidad fría.
Finalmente, Bolaño, hace de la política un juego literario y de la literatura una posición política, reconociendo de ese modo que la literatura y sobre todo la novela, no está muerta y que además tiene todavía mucho por decir y muchas connotaciones que realizar acerca de la realidad.