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Recibiendo el crepúsculo

Maurizio Bagatin

Marino Moretti fue el poeta de un momento de nuestras lecturas de formación. Y de un examen que sostuve en Ostia Mare. A pocos metros un triste mármol blanco recordaba el lugar donde el poder calló nuestro poeta Pier Paolo Pasolini.

Al crepúsculo del día, la hora en la cual para el poeta muere el día, sentarse bajo un árbol es saborear un inicio. Los colores van atenuándose con una dulzura que solo el silencio del conticinio podría asimilar. Callados y contemplando. Los rumores van apagándose con una sobriedad que solo el cansancio del atleta podría metabolizar. Violentos y sin tregua. Los olores se encienden con una vehemencia que solo el pincel del pintor puede traducir en imagen.

El crepúsculo es el retorno del niño a su demora, del hortelano a su descanso. Los pájaros que se reúnen para el nido y el sol hacia el levante. Caducidad y génesis. Memoria que aflora de las entrañas, recuerdos de todo lo imposible y de la libertad. Hora cruel y fecunda.

Es una hora frágil e inocente, perpleja y satisfecha, madura e inconsciente, plena e insaciable. Solo los niños y los ancianos lo entienden, y solo mientras la están viviendo.

Foto: Matteo Bagatin, Crepúsculo en Cochabamba

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