El previsible ballotage entre los candidatos a la presidencia del Perú, Keiko Fujimori y Pedro Castillo, genera en el continente americano muchas dudas e incertidumbres.
Viajé a Lima el año 2009. En mi visita pude apreciar en los barrios de San Isidro, San Miguel, y el Centro Histórico, un desarrollo económico y cultural notable respecto a los demás países del Cono Sur. En las hermosas librerías de Miraflores pude apreciar con enorme sorpresa, publicidad a borbotones de su acervo cultural, como el caso de los escritores Bryce Echenique, Mario Vargas Llosa y Jaime Bayly. En la calle inclusive me topé con un afiche para un concierto de Plácido Domingo que se celebró días antes en la Explanada del Estadio Monumental. “¡Tanta cultura en este país!”, me dije.
En suma, percibí en Lima un cosmopolitismo que solamente es encontrado en las calles de Santiago de Chile, Buenos Aires, San Pablo o Ciudad de México, por citar las otras urbes principales de América Latina. En los países multiculturales y pluriétnicos no hay cabida para discursos étnico-raciales o nacionalistas que pongan en vilo el carácter diverso de su sociedad entera.
Lamentablemente, el discurso populista del izquierdista Pedro Castillo, gana fuerza, y se prevé una eventual victoria de su agrupación política. Mala señal y mala hora que le tocaría vivir al Perú de confirmarse esta tendencia en las encuestas electorales. Y es que Castillo propone las mismas recetas que han causado ya estragos en la sociedad boliviana y en menor medida ecuatoriana: asamblea constituyente y nueva Constitución, eliminación del Tribunal Constitucional y su reemplazo por otro órgano cuyos magistrados sean electos mediante sufragio, nacionalización, etcétera.
Me animo a pensar y creer que no todo está dicho. Aquel cosmopolitismo e internacionalismo, que es propio de la riquísima diversidad cultural del Perú, podrá más que el ímpetu de grandeza de una izquierda política alineada al Foro de Sao Paulo, el Grupo de Puebla, y el recientemente creado, Runasur.