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Queers for Palestine

La guerra en Gaza ha reafirmado las posiciones políticas de uno y otro lado. Pero mi especialidad en Derecho está lejos del internacionalismo, así que no me pondré a hacer análisis sobre la relevancia del conflicto y menos sobre cuáles víctimas valen más que las otras (aquello es inconmensurable). Creo, sí, que el ataque terrorista que detonó esta disputa armada, que se ha vuelto una masacre, necesita una mayor condena internacional, similar a la que pueda hacerse, con justeza, sobre la muerte de tanta gente inocente en Palestina.

Estas teclas jalan para que escriba –una vez más- sobre lo que parece el encumbramiento de la impostura de este neoprogresismo al que le faltan cimientos antisísmicos que le ayuden a no tambalear con cada proclama ideológica.

El 7 de octubre pasado grupos milicianos palestinos, integrados primordialmente por Hamás y la Yihad Islámica, lanzaron un gran ataque sorpresivo contra Israel. Al menos mil personas (entre hombres, mujeres, niños y bebés) fueron asesinadas (además de los cientos de jóvenes masacrados en un festival de música); unas mil quinientas terminaron heridas; y otras tantas fueron secuestradas. Con ese estrago llegó el silencio de instituciones, colectivos, y medios progresistas: la Ivy League, como se conoce a las universidades más elitistas de Estados Unidos; el New York Times, El País o la BBC (que tuvo que pedir disculpas por “informar” que fuerzas israelíes habían entrado al complejo hospitalario Al-Shifa en Gaza, apuntando a los médicos, cuando ¡ay! el que había entrado era un equipo de doctores y traductores que hablaban árabe para atender a los pacientes); o el #MeToo; entre varios. 

La rectora de la reconocida Universidad de Pensilvania acaba de renunciar a su puesto tras su testimonio ante el Congreso sobre el antisemitismo en el campus. Como ella misma afirmó, su posición “ya no era sostenible”. Pasa que esta rectora, junto con las del Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Harvard, se negó a decir, en la audiencia ante el Congreso titulada “Responsabilizar a los líderes universitarios y confrontar el antisemitismo”, que los cánticos antisemitas y los llamamientos al genocidio del pueblo judío violaban el código de conducta de la universidad.

Y los hay más falsarios. El ex Pink Floyd, Roger Waters, cuyo talento es inversamente proporcional a su honestidad intelectual, viene promoviendo la causa palestina. De ahí que posteara “indignado” que el hotel en el que se alojaría en Buenos Aires (uno de los más caros y exclusivos, lo que hace dudar de su manido mantra anticapitalista) había cancelado su reserva. Su impostada indignación arrastró la molestia de sus seguidores, quienes no sabían (a diferencia del músico) que los dueños de ese hotel eran judíos…

Aunque la mayor impostura se la lleva, como suele pasar, gran parte del nuevo feminismo; ese del #YoTeCreoMientrasSeasUnaDeLasNuestras, que permanece ciego a los asesinatos y violaciones a mujeres israelíes por parte de Hamás, y a la situación de las secuestradas por este grupo terrorista. Como escribe el periodista Alejo Schapire: “las ONG feministas, por lo general tan rápidas a estampillar como violencia de género o feminicidio el maltrato y asesinato de mujeres a manos de varones, se enfrascaron en un mutismo ensordecedor ante el espectáculo dantesco de cuerpos sangrantes de sometimiento carnal, exhibidos como trofeos por sus verdugos, cuando no encontraron razones para relativizar o incluso solidarizarse con un imaginario feminismo islamista en Gaza, donde Hamás encarna una de las formas más violentas y acabadas del heteropatriarcado machista”.

Frente a ese (forzado) imaginario feminismo islamista, la eurodiputada belga Assita Kanko, que creció en Burkina Faso, donde fue sometida a mutilación genital a sus cinco años de edad, arremetió duramente contra las feministas de Occidente que hoy guardan silencio sobre los asesinatos y violaciones de Hamás a mujeres israelíes: “Hoy tengo una pregunta urgente para algunas feministas occidentales, ¿cómo pueden permanecer en silencio cuando mujeres y niñas son violadas, torturadas; sus cuerpos transportados desnudos y escupidos por hombres barbudos que gritan Allahu akbar (Dios es grande)… Si el movimiento MeToo y los llamados feministas interseccionales permanecen callados, significará que nos han mentido”.  

Y lo que ya no sé si es falacia o pura ingenuidad, es la manifestación mundial de los grupos LGTBI, particularmente “Queers for Palestine”, que han llenado las calles de multicolores apoyando a gente que podría echarlos al fuego tan solo por ser sexualmente diversos…

La guerra, sin importar quiénes la protagonicen, solo puede entenderse a partir del horror. Y a pesar de eso, es posible desear que la ganen unos y no los otros. Lo que resulta inconsistente es negar la atrocidad desde la pose, con el solo ánimo de mantener izada una bandera que le sirva al colectivo. Aunque esa bandera ni sea blanca, ni tenga los colores del arcoíris.

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