Hogar
Me duele el cuerpo
no sólo de haber parido,
no sólo por el trabajo.
Duelen los mundos que ha transitado
aún en la quietud.
La muerte ajena y la propia
y cada renacimiento.
Camina en la niebla blanca
en danza circular.
Duelen las articulaciones
quiebre de innumerables tragedias.
La sangre fluye lenta pues ya no acepta el vértigo,
la orilla del abismo que es el andar sin rumbo.
Maestra de la improvisación
aún en el amor.
Caen lágrimas como granizo.
Ya en el suelo, pétalos de flores,
perfumes del azar.
¿Dueles cuerpo o sólo te quejas?
¿Acaso quieres que entienda que aún estás ahí?
Hay una cascada donde fluye el agua pura,
tibia de socavar la roca.
La beben las aves del misterio
aquellas que trinan por saberte tieso.
Ilusión mayor
En la habitación, cientos de relojes
anidan a la espera de un tiempo
creen que quizás sea mejor.
Las agujas de canto rodado
giran de este a oeste.
Al compás del sol pero en una dimensión infinita
recuerdan a los hombres
que los amaneceres no siempre son un mañana.
Ser para hoy, aún en la soledad.
Aún en la intimidad de un cuarto
que cierra su boca a lo funesto.
Giran las agujas del reloj
Círculo imaginario de un espacio – tiempo en formación.
Jamás la pesada ronda
permitirá resarcir el pulso vertido en negros agujeros.
Ahí están, guardianes de la especulación,
clavando la erecta lanza del transcurrir.
Alguien ha desperdigado su belleza
en tierra húmeda
ya es luz y energía vuelta a una vida negada.
Sin prisa…
La prisa:
Trampa de un engaño impuesto
por aquellos que extirpan el espíritu.
Ya no es ser o no ser
la pregunta que nos hiere.