Maurizio Bagatin
Cebollas blancas para escabeche, perladas al hervir…como la vida, seca la piel, que es lo más profundo decía Paul Valéry, y vitales por dentro, escondiendo pecados y virtudes en sus estratificaciones…5° grados de acidez, el vinagre de manzana camuesa, la de Vinto, unas gotas de oro verde, el aceite de oliva que tal vez un día produciremos también nosotros, sal , unos granos de pimienta negra, una ramita de eneldo y una pizca de azúcar blanca; escucho Miles Davis, lo sé no es la hora ideal, ¿y cuándo es la hora del cuchillo de su trompeta?, sigo pelándola, casi acariciándolas, cuchillo Tramontina…
Mirando afuera, el tajibo del jardín está en su plena floración: es invierno. El tajibo desde siempre me pareció mi metáfora de la vida, de la que quisiera vivir, de la que quisiera pudiéramos ser participe: nacer sabios, vivir jóvenes y viriles y al final volver al vientre materno, cuidados hasta la muerte. – Hoy leí una publicación en el perfil Facebook del barojiano Miguel Sánchez-Ostiz, decía que Brendan Behan solo bebía en dos ocasiones, cuando tenía sed y cuando no. Hombre fríamente determinado, capaz de las más altas gratuidad en un destino tan breve como una chupa feliz, al volver en Irlanda encontró su suerte echada: “Cuando regresé a Dublín había sido sometido a corte marcial en mi ausencia y sentenciado a muerte en mi ausencia, así que les dije que podían fusilarme en mi ausencia”.
Pienso en los destinos breves, en las ausencias, en el invierno. ¿El futuro? Computadoras cuánticas, inteligencias artificiales y Bitcoin: todos los miedos y todos los deseos a la merced de la ciencia. La raza humana está en búsqueda de la inmortalidad pasando a través de la aburrida eternidad; seguimos sin imaginar el pasado y sin recordar el futuro. Pelando cebollas, la prosa es también poesía.
