De Roberto Navia Gabriel / Inmediaciones
La gran noticia me la dio el presidente de la Agencia Efe, Fernando Garea: “Me complace comunicarle que el jurado del Premio Rey de España de Periodismo ha decidido por unanimidad otorgarle el Premio Especial Iberoamericano de Periodismo Ambiental por su trabajo Los colmillos de la mafia para el Diario EL DEBER y Mongabay Latam”
Un segundo Rey de España, en cuatro años. Un galardón de las ligas mayores del periodismo no solo para mí, sino también para EL DEBER, para Bolivia, para los anónimos de la vida a quienes acudo para elevarlos al mundo de lo visible. Eso fue lo que sentí mientras digería la noticia aún en la cama, al lado de Karina, mi amada esposa, a la que yo y este premio tanto le debemos.
Fue un camino largo desde las primeras siembras, desde las primeras cosechas.
En abril de 2007, el jurado del Premio Ortega y Gasset, que otorga el diario El País de España, el primer galardón de corte internacional que me concedieron, valoró “la importancia de la información sobre la explotación de los emigrantes bolivianos en los talleres clandestinos en Buenos Aires y San Pablo”; enfatizó que “el reportaje Esclavos made in Bolivia narra con extraordinario realismo y sensibilidad las mafias que comercializan con seres humanos”, y subrayó “la calidad del trabajo periodístico llevado con medios reducidos y con un gran mérito personal”.
Fue un proyecto muy ambicioso para la época. Una epopeya que apostó EL DEBER y la fundación Unir, a la cabeza de Ana María Romero de Campero, que ya no está entre nosotros. Con el fotógrafo Clovis de la Jaille nos metimos a los talleres clandestinos de costura en San Pablo y el poco presupuesto lo hicimos estirar para bucear en el pantano oscuro de la frontera tripartita entre Brasil, Argentina y Paraguay. Ahí nos enteramos de que en Buenos Aires sobrevivía una boliviana que llevaba cinco años encerrada en uno de esos talleres sin salir ni a la esquina, y con Clovis no dudamos que había que continuar el viaje para oírla, para narrarla.
El primer Premio Rey de España me despertó el 6 de febrero de 2015. Tribus de la inquisición, la crónica premiada, fue otro desafío colosal. Un trabajo en silencio y familiar, con Karina en la fotografía: los fines de semana en el trópico de Cochabamba, los feriados en los escenarios de los linchamientos, alguna vacación en ese epicentro de la barbarie. El texto inédito nació tras conquistar, primero, el Premio Nacional de Crónica Pedro Rivero Mercado y, después, voló hacia Europa y ahí no solo conquistó el Rey de España, sino que después se convirtió en una película documental que, en 2018, recorrió festivales de primer nivel y la nominación a los Premio Goya en la categoría mejor corto documental.
Y ahora el segundo Rey de España llega con sus bendiciones por un reportaje que el mundo necesita saber, para presionar con fuerza las soluciones a la matanza de jaguares que en Bolivia ejecuta la mafia que los derriba para arrancarles los colmillos y luego traficar con ellos hasta los mercados de China, donde son vendidos a precios de oro.
Fue un trabajo profundo que tuvo su epicentro de investigación en la espesura de la selva, donde se recolectaron las historias, los datos, las revelaciones y las pruebas para armar una historia que se eternizó en la edición impresa, y con un maravilloso equipo de profesionales multimedia logramos que Los colmillos de la mafia navegue en el amplio mar del ciberespacio para que la obra periodística rompa fronteras.
El Premio Rey de España llegó como una lluvia bendita y ustedes, amigos lectores, con sus felicitaciones, me han hecho sentir el hombre más querido del mundo. He leído cada uno de los mensajes que me han hecho llegar desde el primer minuto que explotó la gran noticia desde Madrid y ahora, más que nunca, me siento comprometido con ustedes, con las historias, con los anónimos de la vida, con la selva herida y con los animales amenazados por el gatillo mortal. Gracias con mayúscula, cómplices eternos.