Roberto Navia Gabriel
No respires. Afuera están pasando cosas que pueden despertar. No respires, que si las molestas, te amenazan desgraciar. No respires en las calles, donde la vida, que parece silenciosa, no es tal. No respires cerquita del poder, que el sobreprecio no te va a socorrer. No respires en una clínica privada sin alma que cobra por milímetro de oxígeno que consumiste sin necesitar. No lo hagas cerca de ese vecino gruñón ni de las miradas con miedo que te quieren devorar.
Cuando ya no puedas más, respira en un silencio sepulcral, sin tambores ni timbales, sin llamar la atención. Respira en tu casa, aunque ya no tengas pan, donde el virus no es el coco que dicen que te comerá.