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“No leer lo que Bolivia produce, es ignorar lo que Bolivia es”

Homero Carvalho Oliva

La primera librería que visité en mi vida fue la de Don Bosco, situada en el Prado paceño; era el año 1966 y yo era estudiante del colegio que llevaba el nombre de ese sacerdote italiano, fundador de la orden de los salesianos y de un sistema de educación que sería difundido por todo el mundo en sus escuelas y colegios. Tenía nueve años y me maravilló estar entre tanto libro: textos escolares, enciclopedias, diccionarios, cuentos, novelas, poemarios y Dios sabe qué otros géneros. Siempre que podía entraba a mirar los libros para intentar hojearlos, lejos de la vista de los responsables. Las librerías, al igual que las bibliotecas, me han fascinado desde niño. Me parece maravilloso entrar a un lugar con tantos libros; siento una extraña sensación, es algo mágico. Años después, cuando ya era adolescente, recorría las librerías paceñas mirando títulos y nombres de los autores, feliz de ver hermosas portadas y soñando con tener algún día una biblioteca propia. A finales de la década de los setenta, cuando ya era un joven universitario que soñaba con un mundo mejor, en la urbe paceña había muchas librerías y visitarlas era todo un paseo.

Recuerdo que un día entré a la librería Los amigos del libro y quedé sorprendido de encontrar, además de libros, periódicos y revistas en alemán, inglés y francés, algo que ahora es imposible en las pocas librerías que quedan en el país. Los amigos del libro, estaba ubicada en la calle Mercado y era uno de los destinos literarios más frecuentes de mi grupo de amigos que pretendíamos leer lo que fuera posible hacerlo: desde literatura hasta los clásicos del marxismo. En alguna charla, en el café de la UMSA o en el algún bar de mala muerte, supe que esa librería había sido fundada por don Werner Guttentag, que tenía su sede en Cochabamba, que también era la más importante editorial boliviana de esos años y que era la auspiciadora del gran premio nacional de novela Erich Gutttentag, denominado así en homenaje al padre de Werner. Allí compré la novela Los fundadores del alba, de Renato Prada Oropeza, que fuera la primera obra premiada el año 1969; luego leería otras como Hijo de opa, mención de honor 1973 y Los vulnerables, Premio 1976, de Gaby Vallejo; Torbellino de horas, segundo Premio 1984, de Olga Bruzzone de Bloch; El Run run de la calavera, de Ramón Rocha Monroy, segundo premio 1983 y muchas otras magníficas obras de escritores bolivianos que ahora son consagrados autores en todos los géneros literarios. Algo que me llamaba la atención de este premio era que los jurados eran connotados escritores extranjeros como Mario Vargas Llosa. Este premio cerró su ciclo en 1999, pero nos dejó inolvidables novelas que aún hoy son reeditadas.

El primer libro publicado por Editorial Los amigos del libro fue la novela Surumi, de Jesús Lara y, a lo largo de su existencia, llegó a publicar miles de títulos de autores bolivianos y extranjeros. También creó varias colecciones como la Enciclopedia Boliviana que publicó a los más destacados pensadores bolivianos de todas las tendencias filosóficas y políticas; además la Colección Jurídica Guttentag y la serie de publicaciones anuales titulada Bibliografía Boliviana desde 1962 hasta el año 200, que reúne detalladamente los libros publicados en cada uno de los departamentos de Bolivia. En el año 1975 se inició un ciclo en estas publicaciones con la introducción de breves datos bibliográficos, transformándose en una Bio-Bibliografía boliviana. Hay que reconocer que la Bio-Bibliografía Boliviana 1962-2001, ahora es un invaluable patrimonio documental de nuestro país. Recuerdo el orgullo que sentí cuando, el año 1984, vi mi nombre incluido en ese importante registro biobibliográfico. En el año 2007, don Werner, como le decíamos los conocidos y amigos, decidió, en un noble gesto altruista y solidario, donar 100 colecciones de su Bio-Bibliografía Boliviana 1962-2001, obra compuesta por 40 volúmenes, a bibliotecas, centros de documentación y de investigación de todo el país.

Werner Guttentag Tichauer, hijo de Erich Guttentag yde Margarete Tichauer, nació en 1920 en Breslau ex Alemania hoy Wroclauw, Polonia; llegó a Cochabamba en 1939, en 1945 fundó la librería editorial Los amigos del libro y se quedó para siempre enamorado de la llajta y de la cultura del país. Falleció en la capital valluna en el año 2008. Su dedicación y compromiso con la sociedad y cultura bolivianas a través del libro le fue reconocido con varios galardones municipales departamentales y nacionales, como la más alta condecoración boliviana, el Cóndor de los Andes que se le concedió en 1987. Don Werner fue librero, editor y bibliógrafo. Murió en Cochabamba en el 2008, rodeado del cariño de su familia y de buenos amigos.

En una entrevista concedida al escritor Javier Claure, le explicó cómo llegó a Bolivia y su decisión de quedarse en Cochabamba: “Es una historia larga. Llegué a Bolivia en el año 1939. Era un muchacho en pleno desarrollo. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en Alemania, mi padre, Erich Guttentag, fue llevado a un campo de concentración. Entonces yo y un amigo que también se llamaba Werner nos fuimos en tren hasta Checoslovaquia con el propósito de conseguir asilo político. Pero falló nuestro plan porque éramos muy jóvenes y nos devolvieron a Alemania. Estando allí me enteré que Holanda daba refugio a jóvenes judíos, y me fui a ese país. Ahí estaba aprendiendo mecánica. Mientras tanto, y con mucha suerte, mi padre logró salir del campo de concentración. Los nazis eran matones y perseguían a todos los judíos. Mi tío, Walter Tichauer, fue asesinado por los nazis en Portugal. Afortunadamente, mis padres obtuvieron una visa para venirse a Bolivia en 1938. Mi madre vino a Holanda a despedirse. Sacó un mapa de su cartera y me dijo: «Te espero en el centro de Bolivia, señalando con su dedo la ciudad de Cochabamba». De ese modo, un año más tarde, llegué a Bolivia desde el puerto de Arica con mi máquina de escribir, un libro de Dostojevskij y mi bicicleta. (…) “Como te dije anteriormente; yo era un adolescente y me impresionó la gente de Cochabamba. Todo el mundo andaba de luto, parecían uniformados. Se notaba una tristeza, en el pueblo cochabambino, por la derrota de la Guerra del Chaco. Pero ya en ese entonces una vez caminando con mi padre, por la Plaza 14 de septiembre, le manifesté mi deseo de tener una librería cerca de esa plaza”[1]

Veamos algunos testimonios:

Luis Oporto Ordoñez, archivista, historiador y director de la Biblioteca y Archivo Histórico del H. Congreso Nacional, escribió en el número 13 del Boletín Fuentes del Congreso que la obra de Guttentag corresponde a una decisión “sin que medie interés personal. Acometió un desafío generacional al observar el gran vacío existente en el Estado boliviano, pues que ninguna institución oficial realizó ese trabajo de manera metódica y sistemática, a pesar que las normas y leyes en vigencia así lo señalaban con claridad”[2].

“El biógrafo y también bibliógrafo José Roberto Arze, ubica el trabajo del autor al afirmar: «Moreno, Guttentag, y Costa de la Torre han consagrado sus nombres en la bibliografía con su esfuerzo individual, tomando a su cargo la tarea minuciosa de la confección del inventario exhaustivo de la producción impresa de Bolivia. Asombra la constancia de los tres en un medio en que no sabemos todavía utilizar los instrumentos de trabajo intelectual creados por ellos».[3]

El escritor Raúl Rivero Adriázola: “La afirmación de que don Werner Guttentag (1920-2008) fue un bibliógrafo en toda la acepción de la palabra, es hoy más cierta que nunca. Durante su fructífera vida como editor y librero, no solamente enriqueció el acervo literario boliviano, con más de un millar de títulos editados bajo el hoy icónico sello Los Amigos del Libro, sino que, con dedicación de orfebre, durante más de 40 años se ocupó de plasmar toda la producción bibliográfica nacional en su monumental “Bio-Bibliografía Boliviana”, ineludible referente para cualquier estudioso de lo escrito al interior de nuestras fronteras la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, nuestra admiración por este gran hombre de las letras no se agota ahí”[4].

 “Para Kathy Guttentag, hija de don Werner, él fue siempre un buen padre. «Nos enseñó todo lo que hay que aprender en la vida. Además, aprendimos de él a nunca olvidar a nuestros ancestros; las circunstancias por las que ha llegado a Bolivia y siempre con la esperanza de que una cosa así nunca se vuelva a repetir en el mundo»[5]

Para don Werner creador del inolvidable lema: “No leer lo que Bolivia produce, es ignorar lo que Bolivia es”, su intención personal siempre fue la de impulsar y hacer conocer “la fuerza creativa, la potencia intelectual del país”. Cuando estaba de presidente de la FCBCB inicié los trámites para que su biblioteca personal, con más de 60.000 volúmenes, entre los que se cuentan joyas bibliográficas, sea adquirida por el ABNB, proyecto que se concretó años después para bien de la bibliografía nacional.

Este año del señor de 2020, la editorial y librería Los amigos del libro cumple 75 años de servicio a la nación y don Werner hubiera cumplido 101 años. Stefan Gurtner, escritor alemán ha escrito la biografía de este gran ser humano y Robert Brockmann la está traduciendo al castellano. Sea este mi homenaje a un gran ser humano que nos enseñó a leernos, a valorar lo nuestro y a reconocer nuestros valores literarios, labor que continúa su familia.


[1] https://lapatriaenlinea.com/?nota=111186

[2] http://www.pieb.com.bo/nota.php?idn=798

[3] http://elias-blanco.blogspot.com/2012/02/werner-guttentag-tichauer.html

[4] https://www.lostiempos.com/actualidad/cultura/20160417/otro-gran-legado-don-werner-guttentag

[5] https://www.lostiempos.com/actualidad/cultura/20081203/se-fue-don-werner-queda-su-monumental-legado-cultural

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