Locura
Mónica Cazón – Argentina
Algo cambió entonces en el corazón del hidalgo, algo que le quitó la cordura y le dio fuerzas renovadas. Una ambición íntima difícil de explicar. Algo que hizo posible las venturas y desventuras vividas con su escudero. Se atrevió a retar lo imposible.
Amor de novela
Karla Barajas – México
Ni él era un caballero andante ni yo una Dulcinea. Teníamos batallas épicas en casa, nuestros enemigos gigantes eran imaginarios y de nuestro amor solamente quedó una mancha, en algún lugar de mi memoria, del cual no quiero acordarme.
La sentencia
Sara Coca – España
El asesino acaricia al gato mientras aguarda. Envidia sus siete vidas y esa forma de traspasar los barrotes entre las celdas. Pero a la suya nunca entra y es él el que saca la mano para sentir la suavidad de su pelaje.
El felino ni siquiera se inmuta, acostumbrado ya al tacto sutil de los que aún desconocen que también agotaron todo su tiempo.
Porterazo
Angélica Santa Olaya – México
Las cascaritas vespertinas en la calle, evadiendo autos, fueron su diversión infantil cotidiana. Sus pies, algo chuecos, no fueron suficientes para ser defensa. Luego intentó el medio campo, pero tampoco se le daba mucho la estrategia. Donde sí funcionó muy bien fue en la portería. Parar los golpes que su padre le propinaba cuando llegaba borracho a la casa le habían, otorgado, por fin, un punto a favor.
Contracorriente
Angélica Villalba Cárdenas – Colombia
Recordé el sabor de aquel beso robado en la entrada de la casa, también el olor del vino de aquella tarde de recuerdos con mis amigas y el sonido de la música embriagándome el cuerpo. Siete días de encierro fue la sentencia de la enfermera con cara de jueza, ausente de clemencia, al hacerme la prueba.
Aunque la condena la pasé con la garganta quemada a carne viva, rasgando entre el dolor intenso y el desgarro; nada pudo evitar que mi boca seca siguiera saboreando aquel beso, el vino y esas ganas de bailar descalza, sin tapabocas.