Incauto
Armando Alanís – México
El cuento exigía la participación del lector. Confiado, entró y ya no pudo salir.
El adiós de Marilyn
María Elena Lorenzin – Argentina
No puedes dormir esta noche. Esperas una llamada que nunca llega. El silencioso teléfono te impulsa a servirme otro trago de whisky. Bailas sin más ropa que esa piel tan envidiada, tan tuya. Esta es tu noche, la última, la definitiva. Y ahora cantas para alejar las sombras. No te detengas. Falta poco. Verás cómo el sueño llega y apaga tus hermosos ojos y calma el alboroto de tu corazón. No tengas miedo. Pronto estará contigo y te abrazará como nadie lo ha hecho en la vida.
Desasosiego
Nélida Cañas – Argentina
Debajo de las mantas los pies se agitan. Se cruzan. Se descruzan. Se estiran. Se encogen. Se rozan. Se retuercen. Ejecutan una danza espasmódica. Quiero detenerlos. Y les ordeno calma. Pero los pies están demasiado lejos de la cabeza.
Con licencia para matar
Carlos Gutiérrez Andrade –Bolivia
Por fin Galeno había aprendido medicina, después de 10 años de salir de la facultad y con el paciente en la camilla. Era el occiso cien a quien había extraído un órgano sano.
La cabeza en su sitio
Carlos Enrique Cabrera – República Dominicana
EN qué momento había perdido la cabeza no podía recordarlo, justamente porque ya no la tenía consigo. Sólo sabía que en lo adelante –esto era bueno— no se daría más de cabeza contra la dura Realidad y que, asimismo –esto era muy malo—, ya jamás disfrutaría de la placentera sensación de tener la cabeza en su sitio.