La carta de amor
Wilson Sánchez – Colombia
Tovar, el poeta, la escribió con su sangre.
Murió desangrado en esa noche de insomnio.
El verdugo
Juan Norberto Lerma – México
Meldrick era el verdugo, no había duda. Tenía frente a sí a un hombre encapuchado y una cuchilla en la mano. Hasta ahí todo era normal. Lo extraño era que cada vez que le cortaba el cuello, la sangre no corría, y Meldrick despertaba.
Pira
Mauricio Albeiro Montoya Vásquez – Colombia
Hubo una época en la que el buen corazón era el más apetecido por los traficantes de órganos.
Los anacoretas, considerándose amenazados, decidieron suicidarse en masa, lanzándose a una pira.
El pacto
Jorge Larrea Mendieta – Bolivia
Después de la discusión, no volvieron a hablar, pero seguían desayunando juntos. El silencio se volvió rutina. Hasta que él dijo: “Pásame la sal”. Ella lloró. Él no entendió, porque la sal estaba justo frente a ella. Pero su mano temblaba. Y el silencio ya no los protegía.
Zapatos
Daniel Frini – Argentina
Dejó las pantuflas de bajar ascensores y se calzó las chinelas de transitar lobbies. En la puerta las cambió por mocasines de caminar veredas. Llegó a la esquina, se puso botas para saltar charcos y bajó a la calle. En la senda peatonal las reemplazó por sandalias de cruzar calzadas. Absorto en sus cosas, no prestó atención a la bocina de romper oídos. Lo atropelló un auto que circulaba sobre ruedas de cansar ciudades.