Publicado en España por Páginas de Espuma, Pombero es el libro de cuentos con el que Marina Closs fue finalista del Premio Ribera del Duero 2022, y que ahora se presenta en su primera edición boliviana de la mano de Nuevo Milenio, la que el 2023 celebra sus 27 años en el mundo editorial boliviano. Explorando temas como la identidad, la infancia y la maternidad, Closs es una de las voces más particulares e innovadoras de la literatura latinoamericana actual.
¿Cómo encontrar la propia ficción que sostiene nuestra identidad o la de otros? ¿Cómo escapar de esas ficciones aniquiladoras o necesarias? La idea de identidad como ilusión atraviesa esta poderosa colección de cuentos de Marina Closs, a veces como nudo asfixiante y, a veces, como punto de apoyo. Los personajes de Pombero parecen recomponerse a medida que hablan: nadie tiene una identidad sin una historia, nadie tiene una historia sin una voz. Estos mismos personajes deambulan en la forma más móvil y frágil de la existencia, que es la propia palabra, o se pierden en un mundo ajeno, a veces, demasiado real, a veces, demasiado insólito. Pese a ello, quedan estos rastros o relatos ficticios en donde alguien (una voz) se hunde o emerge.
«La escritura de Marina Closs tiembla, suda, estalla: es, desde ya, una de mis escritoras favoritas»
Mónica Ojeda
Los lectores podrán encontrar esta poderosa colección de cuentos en librerías de todo el país.
SOBRE LA AUTORA
Marina Closs (Posadas, 1990) creció́ en Aristóbulo del Valle, Misiones. Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y prepara un doctorado en literatura alemana. Publicó Tres truenos (Premio del Fondo Nacional de las Artes en Argentina); Álvar Núñez: trabajos de sed y de hambre (Premio Angélica Gorodischer); Monchi Mesa; Tascá Skromeda y La despoblación. Fue finalista del Premio Finestres por la edición española de Tres truenos y del Premio Ribera del Duero por Pombero.
Entrevista con Marina Closs
Esta primera pregunta será́ de orden técnico. ¿Cómo fue la construcción de Pombero? ¿Cómo se va armando desde la autonomía de cada cuento al organismo con coherencia interna que es Pombero?
Creo que la cuestión central, que yo estuve trabajando (quizá́ siempre), tiene que ver con la identidad. No con la identidad como principio, sino como problema, incluso como ilusión. Creo que la identidad como ficción es el eje del libro. Cada personaje está enliado, atado, asfixiado, pero también sostenido por su propia identidad. Creo que las identidades individuales son la gran ficción o, incluso, una especie de superstición moderna.
Conversemos sobre cómo, de un modo u otro, el libro entraña un planteamiento por el cual en su sustrato hay un eco una reverberación de lo legendario, lo mítico que, una vez moldeado, se pone al servicio de la narración, del texto. ¿Cómo ha sido este procedimiento?
Yo creo que lo mítico y lo legendario son casi mis zonas de confort. Salir de eso o traerlo hacia lugares nuevos e inesperados es una especie de esfuerzo (que no sé por qué hago, a veces pienso que perfectamente podría quedarme en el territorio de lo legendario, porque en mi imaginación, al menos, tiene la capacidad de absorberlo todo). En este libro, es cierto que suele aparecer anclado en vidas “realistas”, pero en el fondo, el realismo es solo una forma de hacer ficción. Yo quería enredar un poco esas distintas formas, superponerlas a la ficción de la identidad, que era el hilo principal del libro.
Hay una especial atención a la escritura del cuerpo representada bien por la sensualidad del deseo o bien por el territorio que irrumpe sin una lógica que en ocasiones podamos asumir. De este modo, sexualidad, enfermedad, incluso maternidad, se despliegan y generan elementos y ejes.
Sí, creo que eso es más consecuencia de que son temas que me atraviesan (biográficamente, digo), que de ningún programa o idea muy establecida sobre todos esos sustantivos. Para mí son preguntas, dudas, misterios. Quizá́ ni siquiera son del todo sustantivos.
La aparición de maternidad, o mejor dicho, de las maternidades, deseadas o no, surgen en varios cuentos y, por otro lado, se vinculan con toda una geografía creativa de escritoras que se hallan reflexionando sobre ella. ¿Cómo se plantea su aportación en este sentido?
Otra vez, no sé hasta qué punto me planteo que lo que escribo sea un aporte. No tengo una sensación tan optimista de la escritura, puede ser que, después de leer mis cuentos, las maternidades se entiendan todavía peor. Eso no quita que yo quiera escribirlos. Para mí, escribir tiene más de necesario que de provechoso. Después también creo que esa necesidad “personal” en realidad es social, y se expresa en la sociedad por medio de la existencia de personas que necesitan escribir cosas. Quiero decir: seguir produciendo ficciones, por fuera de las aceptables o de las aceptadas. Para que quizá́ algún día se entienda ese extraño mecanismo por medio del cual nos inventamos todo.
No podemos dejar de pasar por alto la infancia. Su presencia es fundamental y más significativo nos parece su tratamiento. El retrato propone auténticos colosos alejados de arquetipos sociales: niños y niñas que deben enfrentarse al mundo de los adultos, que deben lidiar con emociones y sentimientos que difícilmente les son propios. ¿Qué supone esta labor con la infancia, sus relaciones y sus vínculos?
Creo que mis personajes siempre tienen un aura infantil, sí, porque apenas entienden lo que está pasando, quieren entender, quieren incluso participar, pero se transforman sin querer en observadores distantes. Los transforma ese mismo mundo adulto que nunca se explica. Su manera de retorcerse ante ese mundo es mirar fijamente, como Marioka. Todos son vigías y también niños tratando de ser buenos (pero encontrándose con serios problemas). En general los tortura una regla que no entienden y los salva la desesperación de quedarse mirando fijo justo cuando los que ya entendieron cerraron los ojos o simplemente miraron para otra parte.
PORTADA DE EDITORIAL NUEVO MILENIO (BOLIVIA)