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Más Allá de la Frontera

Márcia Batista Ramos

Ayer los encontré en la calle, lavando los parabrisas de los autos, enojándose con quien no quería que toque su parabrisas. Tal vez, no tenían una moneda, manejar un auto a las 11:00 h de la mañana, no significa llevar dinero cambiado para regalar.

Antes que ellos lleguen, eran pocos los que pedían monedas. Ahora se los ve en cantidad, con sus hijos en brazos en los semáforos de la ciudad. Gente joven, fuerte, en condición de mendicidad. Pregunté a un joven, qué pasó para que esté así y respondió:

 – “Nos convencieron de que somos pobres, los apoyamos y creímos en nuestros verdugos”.

Le ofrecí un trabajo en el campo, casa agua y luz más un sueldo mínimo nacional, una sonrisa iluminó su rostro y la respuesta fue rápida:

– “Gracias, aquí en la calle saco más.”

Me alejé con nostalgia de volver a los días en que el factor dignidad contaba para la mayoría de las personas. Decidí no darles monedas, porque yo pago para quien barre mi acera. Fomentar la indigencia, como un negocio, no está relacionado con solidaridad. ¡Vaya problema existencial! Nunca sabemos si la moneda es para comprar comida o para comprar drogas. Veo que, en el mercado, otros jóvenes de más allá de la frontera, piden ayuda a gritos, pero no los veo pedir trabajo… Ya no lloro, solo me asombro. Cada conciencia tiene su peso y su medida.

Me asustan, tantos jóvenes con niños en brazos pidiendo en las calles, tan lejos de su patria fallida; porque siempre tuve prisa por el futuro y exceso de preocupación por el progreso y por la seguridad que representa. También me preocupa el negocio a que se dedican unos cuantos, de hacer fallir países; porque a ellos no les importa la suerte que vayan a correr los jóvenes de la patria.

Es el momento postmoderno a nivel social y el joven que pide limosna en el semáforo tiene un celular y utiliza WhatsApp el día entero, su condición de indigente aquí y ahora, no implica una ruptura con la historia, no implica dejar de lado sus orígenes sino recrearlos.

Atravesar una frontera requiere de un esfuerzo intelectual y material propios de la geopolítica, y ahora no quiero hacer un análisis desde la ontología social. Tampoco sé del oráculo de los fenómenos migratorios. Apenas me preocupa ese humano joven con un hijito en brazos que hace de la indigencia su trabajo y que dice:

– “Ayúdame, pues que vengo llegando más allá de la frontera”.

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