¿Qué se necesita para remover a las garrapatas neosocialistas de su sitial? Hoy marchan en Bolivia; en Venezuela se apilan los muertos como ladrillos; por ahí va en éxtasis de asesinato la dinastía Ortega (Somoza) en Nicaragua. Y los tipos se aferran al negocio. Estupro y latrocinio, nada más fácil que bajar el cierre de la bragueta y estirar las manos. Mientras tanto, el bachiller Álvaro García Linera perora como loro trepado en parral, de esos que repiten y chillan sin razonamiento.
Por años se ha pensado: “esta vez”, “ahora sí caen”, pero parecen pegados al poder con cera bruta, los brutos estos. Nada en teoría los sostiene. Dinero sucio, populacho ebrio y armado, vanidad, soberbia. Será que a la historia no le interesan minutos horas ni años, que los tres son tan poco dentro del amplio panorama, sabiendo que de todos modos se los pondrá en picota, ajustará sus robustos cuellos burgueses en vil garrote, y tirará sus cenizas donde no se vean, para olvidarlos, y para olvidar a los cómplices… masivos, pasivos, que no tardarán en mimetizarse entre leales y falsos demócratas dando paso, y peso, a otra era.
Morales, Maduro, Ortega podrían llamarse los dinosaurios de esa farsa delincuencial del “socialismo del siglo XXI”. Pomposo nombre para un cártel común y corriente, apuntalado, y eso los distingue, primero por las oenegés gringas que los parieron en práctica colonial, y segundo por la recua de intelectuales que alabó inexistentes méritos y se prostituyó de manera barata y ruin. A los gringos les salió el disparo por retaguardia, y pasaron al lado de los convencidos opositores. Los otros, los ditos pensadores y analistos (con o), aumentados por numerosa grey de periodistos, marxistos, molinas y demás basura, se asociaron en el proceso de (inter)cambio con perspectivas económicas. Quedamos así, con mandriles a cargo y, peor, creyendo que sus culos rosa significan algo. Recuerdo algún descastado, de apellidos español y alemán, que insultaba e insultaba seguro de que la retahíla de mugre cubriría las excrecencias (cuernos) que le asomaban culposas en la frente. Hasta ahí se llegó, al mejor estilo trujillano, a ceder amores y “propiedades” para solaz del amo, el de más arriba o los que habitan en escalones intermedios. “Disfrute, patrón, que yo le cuido la puerta”. Debiera haber un buen par de dum-dum para aliviar tremendo pecado.
Se marcha, grita, protesta. Luego silencio. En Bolivia todavía no hay tanto muerto útil y tal vez eso marca diferencia. Veremos cuando la ola arrecie y llegue a las no-costas andinas con rictus macabro. Suele Bolivia reaccionar diferente. ¿Lo hará? Por ahora al cántico de “asesinos, asesinos”, se le recuerda al patrón Evo Morales, marqués de Orinoca, duque de Chaparina y Miss Universo que se le dijo NO, que no tendrá acceso a sus inhumanos derechos de perpetuarse. Si lo hace, lo mismo que en Venezuela y Nicaragua, la solución no atraviesa el yermo eleccionario, tiene que radicalizarse. La acepción del término va desde el antiguo garrote a la sofisticación de las bombas robot. El tiempo dirá; lo dirán el valor, la multitud, la coyuntura. Las revoluciones afilan largamente las guadañas y siegan cuando menos se piensa, de día o de noche.
Todavía recuerdo al intocable Khadaffi, violado de manera terrible por un palo de escoba, él que se creyó chingón y semental de Mahoma. Nadie tiene la vida comprada, menos los pobres, menos los que carecen de poder. Pero también aquellos con cetro y mirra caen, y su cuerpo pesa igual a saco de papas. La muerte es viuda dispuesta y poco exigente, no le hace miras al brillo del oro ni al maquiavelismo de los iluminados. Toma y devora. Y borra y olvida. Recuerden, solo digo. Recuerden.