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Los antepasados

Conocí al poeta colombiano Jotamario Arbeláez, en el Festival Internacional de Poesía de Medellín 2010 y lo volví a encontrar en el de Lima el 2012. Ayer estuve releyendo un extraordinario y actual poema suyo denominado Antepasados, en el que señala:

“Mis antepasados entraron a sangre y fuego en América conquistando y arrasando/ Mis antepasados se defendieron con los dientes de esta invasión de bárbaros// Mis antepasados buscaban el oro para cuadrar las arcas de sus monarcas y saciar sus propias sedes// Mis antepasados ocultaron el oro de sus ritos bajo tierra y bajo las aguas// Mis antepasados nos robaron la tierra/ Mis antepasados no pudieron recuperarla/ Cómo siento en el alma no haber estado en el cuerpo de mis antepasados// ¿De parte de cuáles de mis antepasados me pondré contra cuáles?” Jotamario Arbeláez integró el grupo Nadaísta, fundado en los años sesenta por su compatriota Gonzalo Arango y su poesía es una de las más irreverentes del continente; él asegura que “se hace el loco a término fijo”.

La lectura de su poema me trajo a la mente una anécdota que me contó el escritor, poeta y periodista boliviano Jorge Suárez, quien dirigió un taller literario en Santa Cruz de la Sierra entre 1985 y 1986, del cual queda una antología denominada Taller del cuento nuevo, en la que catorce narradores muestran sus cuentos a un público nacional que no conocía o ignoraba la literatura escrita en el Oriente y el Chaco bolivianos. Jorge, con quien cultivamos una gran amistad, gustaba de contar historias de cuando era director de periódicos y de cuando salió al exilio.

Jorge jugaba con el humor negro y la ironía, lo que le costó más de una enemistad. La anécdota que tiene que ver con el poema de Jotamario sucedió, según Jorge, en España, en la dé- cada del setenta.

Un periodista lo entrevistaba para una cadena televisiva y Jorge, de formación izquierdista esperaba el momento oportuno para echarle en cara los siglos de explotación española en el continente americano.

La ocasión se presentó y Jorge le acusó de que sus antepasados habían asesinado a millones de indígenas y que habían violado a similar número de mujeres; así como robado nuestras riquezas, mientras enumeraba el rosario de atrocidades cometidas por los españoles el entrevistador lo interrumpió para aclararle que estaba equivocado.

Que esas atrocidades las habían cometidos los antepasados de Jorge y no los suyos, porque los suyos habían permanecido en España y por eso él había nacido en Madrid; en cambio los antepasados de Jorge se habían venido a América y prueba de ello era el apellido y el rostro europeo de Jorge, quien se quedó seco y pese a que siempre tenía alguna respuesta a la mano e improvisaba con una extraordinaria lucidez, tuvo que reconocer que el periodista español tenía algo de razón. Me acordé del poema y de la anécdota porque empieza octubre, que antes se llamaba el mes de la Hispanidad. Antes, porque ahora es el mes de la descolonización, dizqué.

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