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Literatura y narcotráfico una rápida mirada hacia Iberoamérica

Márcia Batista Ramos

La incidencia del narcotráfico en la sociedad actual:

El narcotráfico es una actividad ilegal de carácter transnacional, revestida de gran complejidad y en crecimiento vertiginoso, por ende, representa una amenaza a la seguridad de los países de la región y del mundo, por su gran capacidad financiera y operativa, que abarca el cultivo, manufactura, distribución y comercialización de drogas. A la vez, que sus actividades económicas, se han diversificado a otras esferas delictivas como el lavado de dinero, el secuestro, el soborno, la trata y tráfico de personas y de armas, entre otros.

Es importante remarcar que el narcotráfico no tiene un carácter político-ideológico, tampoco busca destruir la civilización occidental o la economía de mercado; por el contrario, estos grupos delictivos, aprovechan las estructuras de la democracia y de la globalización para desarrollarse y potenciar su poder económico y político, en una la lógica capitalista que ve en el tráfico de drogas una dinámica económica de oferta y demanda que sigue las directrices del mercado.

Asimismo, el narcotráfico, dejó de ser un asunto exclusivo de seguridad pública, por el poder y la incidencia que tiene en los lugares donde opera, llegando a constituirse una amenaza al Estado de derecho y al sistema democrático de los países, ya que es una de las actividades más espantosas de la delincuencia organizada en la actualidad, amén de ser, una cadena criminal multifacética; que logra penetrar en las esferas política y económica de los países, erosionando instituciones gubernamentales, contraviniendo en las estructuras sociales e, incluso, disputando el control del Estado. Dejando al ciudadano común, con la vida marcada por la impotencia frente al poder del Estado, la corrupción y la violencia.

A lo que se suma, su gran poder de corrupción en las estructuras Estatales de impartición de justicia. Porque, infelizmente, la prevalencia en los países Iberoamericanos, es de la cultura de la ilegalidad, un entorno social en el cual la corrupción, la impunidad y la relatividad ética se han convertido en el marco (in)moral y la norma de la sociedad, practicada inclusive, desde las esferas más altas de la administración pública.

Sin temor a equivocarme, afirmo que el narcotráfico continuará siendo un tema pendiente en la región y en el mundo, por la gran complejidad de los factores que determinan su fortaleza, como: mercado estadunidense, brasileño y europeo muy redituable económicamente; la facilidad del contrabando de armas provenientes de Estados Unidos y destinadas a los narcotraficantes; la falta de capacidad o interés de los Estados para contener el “lavado de dinero”; la debilidad institucional en los países en materia de seguridad y de impartición de justicia; sumado a la falta de políticas integrales, oportunas y permanentes para contrarrestarlo.

Tanto es así, que uno de los retos de América Latina del siglo XXI, es hacer frente a la creciente violencia relacionada con el narcotráfico.

En un tiempo a-histórico prevalece la ética del triunfo rápido:

“El comportamiento simbólico de los narcotraficantes, ocupa un lugar de destaque en nuestra sociedad Latinoamericana; especialmente como experiencia de ascenso social relámpago, sumado a la cultura de ostentación y fraganti incumplimiento de las leyes; que genera curiosidad y un cierto fascino del restante de la población, que ambiciona estar al tanto de la vida y la obra de esos personajes, que logran perforar espacios deportivos y políticos entre otros, siempre envueltos en gran ostentación de poder y dinero. Ocupando mucho espacio, con sus oralidades y visualidades inauditas, sumados a derroches, muy comunes de las colectividades que nunca tuvieran nada.

Tales comportamientos egocéntricos, egoístas, abusivos y exhibicionistas, lograron crear una nueva estética: la narco estética[1], muy alejada, por cierto, de las estéticas letradas y cultas que nos fueron heredadas de Europa; que logra crear un distanciamiento social, porque está reñida con la elaboración del gusto acuñado por las vanguardias y las élites; no se trata de mal gusto, apenas, es otra estética, que sin embargo, goza de notoriedad entre las clases más populares, que, en muchos casos tratan (guardando las enormes distancias), de imitar los gustos llamativos y el comportamiento desreglado, que carece de empatía y no acepta la regulación colectiva.

En muchos casos, sirve de ejemplo para salir rápidamente de la pobreza y sin esfuerzo según el imaginario de sus admiradores, en su profunda carencia analítica y moral.

En los países de la región, la cultura narco, rebasó sus propios límites al alejarse completamente de la cordura; y logró corromper al Estado en diferentes niveles (sobre todo los judiciales). Creó otros subniveles de poder, donde el narcotraficante trabaja apoyado en jóvenes sicarios dispuestos a dar su vida a cambio de dinero; ostenta bellas modelos, fomentando el mercado de la mujer objeto, que puede ser comprada. Afianzando la cultura del vale todo, para tener dinero y olvidarse de la pobreza.

Además, cuando el dinero no logra el resultado esperado, imponen sus razones a través de las armas, generado más caos en los países Latinoamericanos, que por su estructura socio económica, se caracterizan por las desigualdades sociales extremas y la insondable brecha social.

Debido a lo cual, el narcotráfico logró influir en la historia, la economía y la cultura de Latinoamérica; al tiempo que se convirtió en un símbolo de las fuerzas destructivas de la globalización, transformando, también, la manera de narrar Latinoamérica.

Así que, desde mi punto de vista, basados en la ética del triunfo rápido, se forjó el nuevo género narrativo llamado narcoliteratura[2]  un término reconocible tal vez, para contar el éxito rápido del narcotraficante, que terminaba en la ruina o desgracia, desembocando en una moraleja (subliminal), basada en los principios judío- cristianos de que: “el crimen no compensa” y no sirve de referencia para los actos humanos. O, tal vez, fue el juglar, que aun llevamos a dentro, el que registró esas historias extravagantes de la vida real, creando así, la literatura del narcotráfico, que no deja de ser un registro de la disfuncionalidad social a niveles alarmantes, que los gobiernos de la región y del mundo se niegan a aceptar como realidad”[3].

La temática narco en el mundo literario y académico:

El destino trágico de las naciones Latinoamericanas, está muy relacionado a la maldición del narcotráfico en la contemporaneidad, ya que esta actividad delictiva ayudó a carcomer el tejido social con el dinero fácil y la corrupción.

El fenómeno del narcotráfico, no solo modificó el orden socioeconómico y político, en Latinoamérica, como también incidió en el cambio del imaginario regional.

Ya que, en el imaginario colectivo, existe un intento de conjurar la violencia consecuente del narcotráfico y sus vertientes, mezclado con el riesgo de la apología sobre esta actividad criminal.

De ahí que, en las últimas décadas, el narcotráfico ha aparecido de manera relevante en la literatura Iberoamericana, porque las circunstancias históricas exigen un registro de la realidad que trascienda a la noticia y estadística oficial, y que requiere muchos puntos de vista, para lograr una aproximación a una realidad que trata de ocultar sus facetas más escabrosas.

Sin embargo, el hecho de que la narrativa contemporánea, haga un registro de la narco cultura, así como otros productores culturales también lo hacen, no significa que exista una validación del fenómeno narco, tampoco una sobrerrepresentación del tema o legitimación de este negocio ilícito. Nunca se quiere promover la violencia o contribuir a la mala imagen del país en el extranjero al margen del convencionalismo cultural[4].

El registro literario es la mirada observadora más humana que puede haber de esta etapa delincuencial, que corroe desde adentro a toda Iberoamérica.

Es menester comprender que, el narcotráfico, no es un tema en sí mismo. Aparece en la pluma de muchos escritores en Iberoamérica, por la inquietud que causa la situación histórica que se vive en nuestros países, porque estamos asfixiados como sociedad, viviendo bajo la férula de la delincuencia, entonces, el contexto plagado de inseguridades advenidas del narcotráfico, obliga a situarnos; y al hacerlo, salen a relucir todas las miserias del mundo paralelo de las mafias, aquellos contextos en donde el crimen y la violencia se revelan como propios de la existencia humana.

La literatura del narcotráfico es bastante realista, muestra la violencia y, también la injusticia de la ley; el error judicial con su pathos de denuncia, los sofismas penales y la corrupción policiaca. Constituye, intrínsecamente, una crítica social, imbuida de una retórica humanitaria que logra sobreponer violencia de la realidad y violencia de la ley.

Infelizmente, por lo expresado, es una literatura cargada de violencia y sangre, por las características intrínsecas al fenómeno que retrata. Este morbo causa fascino al público lector, que, de alguna manera muy íntima, guarda sus simpatías con los criminales que logran rápidamente el dinero y el “glamour”, que un simple mortal no logrará en toda su vida.

Lógicamente, que en la literatura sobre narcotráfico existirán exploraciones serias y, en cómo todo lo que es humano, también existirán oportunismos por lo grandilocuente del tema.

La abundante producción cultural que gravita temáticamente sobre el argumento narco (víctimas, victimarios, Estado y círculo cercano), logra captar la naturaleza del narcotráfico en sus dimensiones más sórdidas; ya que se ocupa de los elementos ilustrativos y los representa a   literatura.

El argumento narco hace parte de una estética recuperada por la ficción literaria que expone ese mundo enfermo, ante un lector sobre el cual recaen las posibilidades de elección sobre el mundo narrado de la violencia explicitada; ya que es una literatura que plantea las realidades de los individuos, en su forma más cruda, real o fantástica.

Hace parte del hiperrealismo literario[5], porque muestran relatos muy despiadados, directos y a la vez cargados de detalles, sin que el texto se convierta en una descripción formal, sino una descripción muy personal y desde un punto de vista subjetivo y creativo, donde desaparece la sutileza.

Es interesante, notar que, la literatura con argumento narco fue antecedida por narraciones de forma oral, posteriormente aparecieron los corridos[6], que fueran el primer medio para contar las hazañas de los grandes  narcotraficantes, contando sus logros, enfrentamientos y hasta  su muerte, a través de la música.

El corrido, logra generar fascino en los extractos más populares y   documenta la existencia del narcotraficante entre el pueblo, asumiendo perspectivas románticas e idealistas, promoviendo la perpetuidad del delito que es mostrado con naturalidad, como si se tratara de cualquier oficio normal, haciéndolo atractivo.

Posteriormente, en México, aparecieron las crónicas periodísticas derivadas de investigaciones del periodista Jesús Blancornelas (1936 – 2006). Autor de muchos artículos periodísticos donde denunciaba la corrupción de los políticos, no obstante, más tarde la información se basó en la aparición y crecimiento de los cárteles de la droga en la frontera norte con los Estados Unidos.

 Jesús Blancornelas publicó en 1978 su primer libro, de una serie de ocho libros, hoy asociados bajo un género, que no existía en su tiempo, derivado de esa misma cultura: la narcoliteratura.

El profesor y escritor mexicano Arturo Santamaría Gómez, apunta que, el primer libro o novela sobre el género del narcotráfico, es «Nacaveva, diario de un narcotraficante», publicada en su primera edición en 1967 en Sinaloa, de Pablo Serrano, donde se narran las confesiones y revelaciones de la vida de un narcotraficante.

En el caso de Colombia “la primera novela que abre el ciclo de narco-narrativas es “Coca”: una novela que habla de la mafia criolla (1977) de Hernán Hoyos, narra los principios de la mafia en la ciudad de Cali y el tráfico de mulas, mientras intercala noticias e historias acerca de la llegada de la cocaína a esta zona del país”[7] .

Empero, “los estudiosos de la materia apuntan a Héctor Abad Faciolince[8] y Omar Rincón[9]  como los literatos colombianos que, de forma visionaria, en la década de los noventa, definieron lo que hoy se conoce como narcoestética. Faciolince llamó la atención para el exhibicionismo del dinero y el encandilamiento de una sociedad por el exceso narco, como una característica de esta manifestación, Rincón por su parte, dio una lectura ética en términos de entender el narcotráfico como un resultado del capitalismo salvaje, al sondear la profundidad sociocultural de este fenómeno”[10] .

Según los antecedentes expuestos, la producción literaria que aborda la temática del narcotráfico empezó en los años noventa del siglo pasado. Empero cabe remarcar que inicialmente, en la narrativa, no fueron abordadas las complejidades relacionadas a la siembra, producción y tráfico; direccionando la mirada tan sólo, al aspecto del consumo de drogas y sus nefastas consecuencias.

La literatura del narcotráfico es identificada como tal, inicialmente en Colombia y México dos países de importancia en la ruta del narcotráfico, rumbo a su mayor destino final, USA; luego cruzó el océano, entonces España y Portugal, también empezaron a explotar el género; y lo mismo pasaba, con el gigante sur americano, con Brasil (otro de los mayores destinos de la droga, junto a USA y Europa).

Sin embargo, Bolivia que también es un país muy importante en el circuito del narcotráfico, por ser un país productor, solo se atrevió a mirar de frente a la literatura del narcotráfico en el año 2020, cuando, tardíamente, el debate se inicia formalmente con la publicación de la antología de Batista-Ramos & Carvalho Oliva: “Caspa de ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico”.

Una rápida mirada hacia Iberoamérica:  

La literatura del narcotráfico, que nace en la región y cruza el océano rumbo a Portugal y España, responde a una hibridación de la cultura popular, distante de la autoridad intelectual y científica y de la literatura erudita, que utiliza argumentos y vocabulario, totalmente, distintos a lo primero.

Pudiendo considerarse, la narcoliteratura, como el resultado del posmodernismo donde los valores populares narcos, pasaron a ocupar un espacio privilegiado en el mundo literario, anteriormente reservado a manifestaciones radicalmente disímiles.

En países como Colombia o México, asistimos desde hace unos treinta años a la emergencia de novelas que tratan el asunto del narcotráfico y sus entresijos. En dado momento, fue una cuestión histórica, que había que retratarla, porque se tornó imposible ser indiferente a la temática. Hasta escritores de renombre se apuntaron a la literatura del narcotráfico, no para responder a un modismo, sino, por la necesidad de registrar los cambios sociales, ineludibles, producidos en sus países, que abarcaran de una manera totalizante la sociedad contemporánea, marcada por la más reciente expresión de la exótica barbarie latinoamericana.

A este fenómeno se suma, que algunos ex delincuentes también hicieron las veces de escritores y/o mandaron a escribir sus memorias, para inmortalizarse a través de las letras o, en otros casos, para intentar lavar su imagen delincuencial. De tal manera que la literatura, en las dos costas del océano Atlántico, se ha visto invadida por personajes y argumentos de índole grotesca: sicarios, cárceles, capos, violencia, sexo y muerte.

Estos argumentos, abrieron espacio para muchas investigaciones académicas que se propusieron explorar el fenómeno del narcotráfico y la representación literaria de la violencia en la literatura del narcotráfico. Con una gama de personajes envueltos en las diversas etapas del negocio ilícito, en los diferentes status que cada uno adquiere en la relación engorrosa con el crimen organizado. Además, es un registro de cómo el narcotráfico afecta el imaginario colectivo, a partir de la tragedia individual.

 El narcotráfico aparece como una temática recurrente en la narrativa contemporánea Iberoamericana, en especial la producida en Latinoamérica, por ello, hay que convenir que es un fenómeno definitorio de la realidad Iberoamericana actual, por eso, es imperioso el registro, del narcotráfico y sus secuelas devastadoras de proporciones épicas, donde las causas sociales, culturales e históricas de la violencia se entretejen con el destino trágico y universal del ser humano.


[1] “(…) llegamos al siglo XXI y nos encontramos integrados como latinoamericanos vía el narco: sus músicas recorren toda la región, su estilo de vida es el sueño colectivo del éxito, su moral es la que pega con la sobrevivencia, sus códigos son contados en literatura, cine y telenovelas, su modo de ascender es la ley. Y en ninguna encuesta nacional aparece como problema, y es porque esta cultura gusta en cuanto nos cuenta como somos: sociedades de sobrevivencia, sociedades de la exclusión donde solo se puede avistar el sueño de la modernidad vía lo paralegal (ya que no es ilegal, es el otro sistema de ascenso social): el narco permite pequeñas felicidades capitalistas; imagina progreso, libertad, igualdad; promete el confort del tiempo libre, las mujeres, el entretenimiento y la figuración social…” RINCÓN, Omar. “Todos llevamos un narco adentro – un ensayo sobre la narco/cultura/telenovela como modo de entrada a la modernidad. Versiones previas de este texto fueron publicadas por la revista NUEVA SOCIEDAD # 222, Julio-agosto, 2009, pp. 147 – 163 (Narco.estética y narco.cultura en Narco.lombia) y en la Revista

QUIMERA 315 – Revista de literatura – febrero 2010, pp. 40-45 (NARCO.tv Lo narco como marca

actual de la telenovela colombiana).

[2]   Parte de la definición propuesta por el profesor mexicano Felipe Fuentes: “(…) obras literarias que recogen de manera central o parcial la producción, distribución y consumo de drogas”; en: FUENTES, Felipe Oliver (2013), Apuntes para una poética de la narcoliteratura. México, Universidad de Guanajuato.

-Hoy, se mantiene la discusión si, la Narcoliteratura es un género narrativo un formato o subgénero narrativo con elementos distintivos. Para el comentario introductorio de “Caspa de ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico”, asumimos como premisa que la Narcoliteratura es un subgénero narrativo, en vista de la multiplicidad de novelas que circulan bajo este rótulo en el mercado editorial. (N.A)

[3]    BATISTA-RAMOS, MÁRCIA, en: BATISTA-RAMOS, MÁRCIA CARVALHO OLIVA, HOMERO (2020), “Caspa de ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico”, kipus, Cochabamba, Bolivia.

[4]   Es menester entender que es precisamente en el ámbito literario donde se registra la exploración más rica y compleja del fenómeno narco que se aborda desde una variedad de géneros literarios, perspectivas narrativas y posturas ideológicas. (N.A.)

[5]   Hiperrealismo:  La RAE define el hiperrealismo como el «realismo exacerbado o sumamente minucioso», es decir, como una expresión extrema del realismo, lo que sugiere la necesidad de ser creativo para llegar a ese punto.

[6]   El corrido: es un género musical en México que narra la historia verdadera de un personaje real y/o mítico. Estas composiciones épicas narran momentos importantes para rendir homenaje y demostrar respeto a una persona o un pueblo.

El corrido nació a principios del siglo XIX durante la época de la independencia y ganó mucha popularidad durante la Revolución Mexicana (1910-1920) porque se relataban las aventuras de los revolucionarios y sus líderes. Los corridos son populares hoy en día también. Siguen narrando las historias más sentimentales de los habitantes de las comunidades y sus problemas más cercanos como la inmigración. En vez de cantar sobre los líderes revolucionarios, hoy se cuentan las historias de los héroes anónimos que mueren intentando cruzar la frontera hacia los Estados Unidos. Otro tema popular del corrido actual es el narcotráfico: estos corridos se llaman “narcocorridos.” Los narcocorridos tienen mucha influencia de la música norteña, la cual incorpora el ritmo del acordeón y es inspirada por valses y polkas. http://acceso.ku.edu/unidad4/almanaque/corrido.shtml

[7] FONSECA, Alberto. “UNA CARTOGRAFÍA DE LA NARCO-NARRATIVA EN COLOMBIA Y MÉXICO (1990-2010)”; Revista de pensamiento, crítica y estudios literarios latinoamericanos. Mitologías hoy | vol.º 14 | diciembre

[8] Faciolince, Abad H. (1994). “Lo Último De La Sicaresca Antioqueña”. El Tiempo.

[9] Rincón, O. (2009). “Narco.estética y Narco.cultura en Narco.lombia”. Revista Nueva Sociedad (22), pp. 147-163.

[10] BATISTA-RAMOS, MÁRCIA, en: BATISTA-RAMOS, MÁRCIA & CARVALHO OLIVA, HOMERO (2020), “Caspa de ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico”, kipus, Cochabamba, Bolivia.

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