Angélica Guzmán Reque
Las voces del bosque son los vientos que ululan desesperadamente porque ya no tienen árboles que detengan su paso. Solo ha quedado cenizas o pedazos de carbón que van a enriquecer bolsillos de la estupidez y el desamor.
Las voces del bosque son los rayos del sol que hierven en tierra sin vegetación, ya no se producen lluvias que las impidan el fuego que, seres ígneos provocan, creyendo en sembradíos de oprobio y odio, veneno para el ser humano que prueba sus alcaloides que, pronto, muy pronto llenan las calles de enajenación.
Las voces del bosque son los animales calcinados que ya no tienen refugio, huyen del fuego provocado por manos insensatas y mentes depravadas que solo buscan riqueza para saciar su ambición y vivir de los placeres. ¿Dónde los encontraremos a jaucis, vacas, monos, piyos, guacamayos, tortugas, chanchos, insectos y aves que lo único que hacen es dar el equilibrio ecológico que hoy se rompió en mil pedazos?
Las voces del bosque son el humo que nos agobia, el humo que nos ahoga, creyendo que acallaran nuestras voces, son nuestros niños enfermos que no dejan de toser, son los ancianos que se esfuerzan por mantener su voz, pero que van perdiéndola poco a poco. Son los enfermos de los hospitales que no saben si encender el aire porque solo emite olor a humo y despide hollín por sus rendijas. ¿Es que no se dan cuenta que atentan contra la vida y la salud de millones de personas de todo el territorio oriental? Seguro que, tampoco saben que ese atentado, se llama genocidio?
Las voces del bosque somos todos nosotros que solo hemos pecado por vivir en esta parte del mundo, donde todo era armonía y trinos de pájaros y vuelo de especies que remontaban los aires y construían sus nidos, aspirando el aire bueno y sintiendo el calor de un sol radiante, no el que ahora tenemos, sin luz, sin brillo, solo con el calor que asfixia. ¿Por qué quieren ahogarnos con su insensatez y odio que les ordena su sed de ambición?
Las voces del bosque son las lluvias que se alejan porque la densidad del humo no les permite avanzar, son los muros de la ignominia que no saben dar auxilio, porque contemplan el mal y les provoca la risa porque están cumpliendo con el espíritu del mal, porque es el infierno que arde y es el averno que engulle todo el bienestar del mundo: ¡Adiós a los ríos de aguas cristalinas. Adiós a la pureza del aire. Adiós al hogar de las aves. Adiós al hábitat de todos los animales que hoy yacen calcinados por bosques que mueren yertos y ya no existe floresta!.
Las voces del bosque son nuestras escuelas vacías porque razón, sin razón, no permiten que nuestros niños se alejen de la humareda y, enfermos, como están, dejan las aulas vacías y. solo la densidad del humo, que cubre esas paredes y los patios, al punto de no distinguirse el uno, junto al otro. ¿Dónde está la mano amiga que pueda auxiliar al prójimo? ¿Dónde podrá guarecerse, el campesino del bosque que le han quemado sus casas, su sembradío y sus hijos? En mi país no hay compasión, parece que se atrofiaron las mentes y, hoy solo está la mente sin alma, solo las manos que incendian y resuenan carcajadas de la ambición sin control.