Para varios de sus cuadros militantes más progresistas, para un contingente gigante de sus simpatizantes y para una abrumadora cantidad de votantes, éstos 14 años de ejercicio bruto del poder, les han servido para darse cuenta de que el MAS los ha traicionado. La palabra traición siempre hiere, siempre desgarra, siempre lacera. La palabra traición está cargada de deslealtad, de alevosía, de infidelidad, de engaño, de felonía, de ingratitud, de infamia, de vileza, de insidia… La palabra traición produce rencor, odio, resentimiento, encono, tirria, aborrecimiento. La traición es lo más bajo a lo que una persona, una institución, un partido político puede llegar. El traidor, es para siempre.
Las traiciones del MAS son infinitas y sus víctimas son innumerables, pero la peor de todas, la traición que políticamente evidencia su fracaso es la traición que el MAS ha cometido contra su propio discurso. Todo aquello que le daba espesor y consistencia a su «proyecto», todo aquello que lo distinguía frente al modelo de los partidos traficionales, todo lo que sostenía las bases de una aparente esperanza y un mañana, ha sido ignorado, eliminado, tergiversado y prostituido por la miseria del poder, por la angurria, por la corrupción, por la mezquina ambición y por la egolatría de sus capateces, de sus aduladores y de sus convenencieros que ahora conforman la aplastante mayoría del masismo. El MAS no es más un proyecto de convergencia político, social y cultural. El MAS es ahora otra caterva de depredadores peligrosos y acorralados por su propia infamia. La infamia de sus traiciones.
La primera y más evidente (y más nefasta) de sus traiciones fue la de arrojar por la borda su compromiso con lo que denominaron «madre tierra». Se llenaron la boca con la defensa del medio ambiente, colmaron Tiquipaya de discursos encendidos sobre el cambio climático, se vistieron de responsabilidad ambiental y ahora están constituyéndose en uno de los gobiernos más depredadores de la historia. Desesperados porque los recursos se acaban y no pueden ya sostener su lógica extractivista, el gobierno ha dado piedra libre a la exploración gasífera, a proyectos hidroeléctricos, a inversiones mineras y a proyectos camineros que se comen sin asco las tierras protegidas y los parque nacionales, depredan sin remordimiento, dejan que mafias internacionales pongan en riesgo de extinción especies de todo tipo, permiten que los poderosos invadan la tierra con monocultivos y le dan rienda suelta al avasallamiento expansivo de los colonizadores del suelo que sostienen el poder del Gobierno y que producen coca, todos sabemos para qué. A la madre tierra que juraron proteger, la violan de la manera más cínica e impune y serán ellos los reponsables directos de un pronto colapso ambiental.
La segunda traición es con la soberanía de los pueblos y con la lucha contra la corrupción . Con sus tácticas clientelares y su descarada política del soborno y la compra de conciencias, el Gobierno, traicionando el espíritu de su Constitución que defiende (en teoría vacua) el territorio, la consulta, la organización y la justicia de los campesinos, ha llevado a que las formas comunitarias de producción se vuelvan en capitalismo puro. Hoy, existen campesinos ricos que controlan y explotan a campesinos pobres. Cada que los pueblos defienden su territorio el MAS los reprime, los violenta, los acorrala, les miente y los divide. A otros simplemente se los compra, como hace con los sindicatos, con las agrupaciones, con los dirigentes, con los medios de comunicación… El MAS es una máquina perfecta del soborno y del envilecimiento corrupto de la compra de lealtades. Los símbolos más evidentes de esta descomposición de la decencia apellidan Achacollo o se llaman Tribunal Supremo Electoral o se los denomina Justicia.
El MAS ha traicionado su misma esencia que alguna vez le sirvió para ganarse el apoyo de gentes de buena voluntad y nobles sueños. Ahora quedan sólo sus despojos. Una turba de pendencieros que quieren mantener el poder a toda costa y un puñado de ciegos soñadores que se aferran con todas sus uñitas a la esperanza de que sus anhelos no sean derrotados. Es demasiado tarde. El MAS se ha traicionado y los traidores -diría otro soñador colombiano- ya no tendrán una segunda oportunidad sobre la faz de la tierra.