Maurizio Bagatin
Toda la felicidad está en una tortilla, en el olor de un puñado de tierra zapoteca, en el cuerpo que respira el pasto y observa el cielo del ombligo de la luna. Ya no hay la milpa, los elotes que alimentan, los besos de la abuela; “la región más transparente” es corruptora y Guie’dani es devorada por el asfalto, como Arturo Cova fue devorado por la selva.
La voz de las subalternas es el silencio de los inocentes, las lágrimas que nunca dejan salir de su cuerpo, correr por mejillas y hacer saborear toda la sal de la tierra. Por eso Malinche.
Ni la muerte, ni la soledad, los grandes ingredientes de México, separan o unen, solo diseñan perfiles de inocentes superficialidad, o como escribió Malcom Lowry: “El lugar ideal para situar el combate de un ser humano entre los poderes de las tinieblas y de la luz”.
