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¡La epopeya vive!

Entre la literatura y los estudios literarios, mi vida está llena de libros por todas las partes. Mi primer libro ha sido Musa Carmesim, de 1998, un poema épico, con tres cantos. Desde entonces me quedó la pregunta: ¿Quiénes son las mujeres que han escrito epopeyas en la literatura occidental? Y esta ha sido una de las cuestiones que me llevó a la tesis doctoral Voces épicas: historia y mito según las mujeres, que presenté en julio de 2004, en la Universidade Federal de Rio de Janeiro. Pero antes de hablar de la epopeya y de las mujeres, un desafío muy grande dado el carácter predominantemente masculino de este tipo de manifestación literaria, yo he tenido que hablar de la recepción a la poesía épica, una manifestación muy compleja y, para muchos, arcaica.

El género épico ha sido considerado, en general, un género muerto desde el siglo XIX. Lo que ocurrió, sin embargo, es que la producción de poemas largos con intención épica ha seguido viva, aunque la recepción crítica a ellos o no haya tenido la necesaria comprensión de la evolución del género o haya leído esas manifestaciones como anacronismos. Los siglos XX y XXI, no obstante, han ofrecido y todavía ofrecen muchísimos ejemplos de una producción épica fuertemente conectada con la realidad globalizada y las cuestiones sociales y de identidad, de que son ejemplos Canto general (1950), de Pablo Neruda; Omeros (1990), de Derek Walcott; Latinoamérica (2001), de Marcus Accioly; y A cabeça calva de Deus (2001), de Corsino Fortes. La “teoría épica del discurso” (1987), del brasileño Anazildo Silva, y la mirada crítica de nombres como Claudine Le Blanc, Florence Goyet, Jean Pierre Martin, Leo Pollmann, Lilyan Kesteloot, Saulo Neiva, entre muchos otros y otras, hacia las nuevas formas de la epopeya son hoy referencias importantes para comprender que, en tiempos de globalización y ruptura de fronteras culturales, la epopeya mantiene viva la idea de que la identidad cultural local y mismo una mirada más amplia hacia las cuestiones universales acerca de la historia y de los mitos tienen espacio en la Postmodernidad.

También es importante tener en cuenta que la producción épica dejó de ser una manifestación típica de una elite canónica o de segmentos privilegiados de la cultura, para convertirse en un medio de expresión de las minorías (que en realidad son “mayorías”). La producción épica de hoy ya no se limita a la tradición clásica y al contexto europeo. Por el contrario, crece la demanda de la producción épica en las naciones en vías de desarrollo y subdesarrolladas, incluso como una forma representativa de abrir espacio para que sus culturas ganen visibilidad. Dentro de este escenario, también es sorprendente constatar que había y todavía hay mujeres que escriben epopeyas, aunque, en muchos casos, las obras producidas no se denominan así, dada la idea que está presente incluso entre los escritores del agotamiento del género épico. Pero, cuando miramos algunas características de poemas largos, como la presencia de un hilo conductor que nos obliga a leer la obra del principio al fin para comprender una secuencia de acontecimientos; un plan histórico al lado de un plan maravilloso, una materia épica, que es lo que resulta de la fusión entre mito y realidad, y la presencia de un sujeto (o de una colectividad de sujetos) que realiza hechos de una doble naturaleza (mítica e histórica), percibimos que el sentido épico está presente. El problema es que a las mujeres siempre les han dado la función secundaria de ayudar el héroe hombre a realizar sus hechos. Así puesto, la inmovilidad de las mujeres parecía condenarlas a no ser protagonistas de desplazamientos épico-heroicos. Así, ni escritoras ni heroínas épicas, el lugar de la mujer en la tradición épica parecía muy restringido, y las barreras eran insuperables.

El sujeto épico es, desde los orígenes épicos clásicos hasta las formas posmodernas, un “ser” en acción, y, por esa acción, gana un valor socio-simbólico: representar la inscripción histórico y existencial del ser humano que logró realizar un “camino” en el mundo, integrando a ese caminar una experiencia mítica que potencia el valor simbólico de la caminata. El “viaje» por el sujeto épico se hace, por lo tanto, simultáneamente, metonimia y metáfora del tráfico del ser humano por el mundo. La necesidad cultural de registrar este enfrentamiento de la vida, en su doble dimensión mítico-histórica, generó y continúa generando diversos poemas épicos, de las más diversas nacionalidades, cuyo valor simbólico, sin embargo, parece haber ganado nueva importancia e impulso en función del fenómeno del hibridismo cultural de nuestros tiempos. Pero, no hay dudas que el nuevo rostro del sujeto épico es deudor de las innovaciones modernistas. Era necesario que las mujeres se ganaran el derecho a ser sujetos épicos.

En el caso del sujeto épico, hay que subrayar que su movilidad, relacionada principalmente a las imágenes arquetípicas del expansionismo, de la predestinación, de la superación y de la fundación, se vincula directamente a la experiencia de un nomadismo, cuya fuerza simbólica, en Occidente, tiene raíces bien fuertes en la experiencia medieval, aunque, obviamente, desde los primordios de la existencia humana en la Tierra, el nomadismo se ha constituido como una práctica inherente a la propia evolución humana.

Acerca de las epopeyas escritas por mujeres, esas innovaciones modernistas han sido fundamentales para que la presencia de la autoría femenina en la producción épica occidental haya salido de un espacio muy reducido (hay poetas épicas en siglo XVII, por ejemplo. Una de ellas es la monja portuguesa Sóror Maria Mesquita Pimentel, cuya obra es estudiada, entre otros, por el brasileño Fabio Mario da Silva) para una situación muy más representativa en la cual la condición del sujeto épico ha ganado otros rostros. Y a nosotros esto se hace muy evidente cuando, por ejemplo, pensamos en Gabriela Mistral, con su Poema de Chile (1967). Mistral ha establecido un hogar para un sujeto épico distinto y representativo de las nuevas realidades que la transformación del mundo ha provocado.

Hay muchas otras poetas épicas, como las brasileñas Nísia Floresta (del siglo XIXI), Cecilia Meireles, Neide Archanjo, Stella Leonardos, Raquel Naveira, Leda Miranda Hühne (entre muchas otras), la norteamericana Sharon Doubiago, la mexicana Carmen Boullosa, Odete Semedo, de Guinea-Bissau, para hablar de algunas. Contactos muy recientes con poetas e investigadores de Chile y Bolivia, como Margarita Bustos, Gigia Talarico y Homero Carvalho, me están poniendo en contacto con nuevos nombres, entre ellos mujeres, y obras épicas. Homero Carvalho, por ejemplo, con su obra Los reinos dorados, es un ejemplo de que hay mucho a investigar.

También es importante decir que, en 2013, en Brasil, la creación del Centro internacional e Multidisciplinar de Estudos Épicos (CIMEEP) concretizó un ambicioso proyecto que parte de un objetivo principal de amplias dimensiones generales: la recolección, en forma de centro internacional, de investigadores de diferentes nacionalidades y de diferentes áreas de conocimiento, en cuyo centro de interés esté el epos, entendido como un conjunto de manifestaciones materiales que son el resultado del proceso de transmisión continua y encadenada del repertorio ideológico, imaginario, histórico y mítico  que constituye cualquier identidad sociocultural;   y , de forma específica, la poesía épica , con espacio también para las formas híbridas y los distintos lenguajes en que se traduce el epos. Aunque la unidad de generación de toda la estructura de investigación del CIMEEP sean las obras literarias conocidas como “epopeyas”, la dimensión del concepto de “epos” extrapola las realizaciones literarias, ya que es un aspecto directamente relacionado con la experiencia humano-existencial. Además, su contenido es multidisciplinar una vez que toca a la cultura, y por lo tanto implica áreas como Antropología, Historia, Geografía, Sociología, Filosofía, Educación, Religión, Arte, Comunicación, etc. En vista de la amplitud de derivaciones del tema central, el CIMEEP buscará, así, constante diálogo multidisciplinario entre áreas como Filología, Historia, Ciencias Sociales, Filosofía, Educación, Comunicación, Geografía, Bellas Artes y Diseño, Música, etc.

En cuanto al tema de base, el epos, vale la pena recordar que, en tiempos de discursos apocalípticos, una manifestación del epos, la poesía épica (así como otras manifestaciones artísticas épicas que vienen de las Artes Visuales, del Cine, etc.) supone un lugar de reafirmación histórica y cultural de la identidad, aunque, de hecho, para que este lugar se configure como verdadero es necesario que el texto épico sea leído y releído en su propia cultura y otras. Por lo tanto, es imperativo que el texto épico circule culturalmente, para ser leído y producir, al igual que la literatura en general, nuevos textos y nuevas lenguajes nacidas de las lecturas, como ha pasado siempre y hoy ocurre, por ejemplo, con la producción de películas épicas americanas. A partir de la interrelación de textos, diferentes idiomas, lecturas y nuevas lecturas, el género épico cumple su misión de enfatizar el epos de una sociedad. En este sentido, la crítica también tiene un papel importante por hacer circular, en los espacios académicos y culturales de reflexión, investigaciones acerca da la producción épica inherente a la presencia humana en el mundo.

Hoy, con más de cien miembros de distintas partes del mundo, el CIMEEP, por medio de su sitio web (www.cimeep.com), vehicula la producción de sus miembros, noticias acerca de eventos académicos y culturales, teses defendidas, presentación de obras épicas, e otros temas que serán añadidos a partir de la contribución de los propios participantes de los 22 Grupos de Trabajo (GTs) que integran el centro.  También como parte del  espacio virtual del CIMEEP, fue creada la Revista Épicas, ya con nueve ediciones publicadas (www.revistaepicas.com). Por medio de sus ediciones es posible conocer muchísimos puntos de vista distintos acerca del género épico y sus derivaciones. Y, además, la Cartografía de Obras Épicas (https://es.cimeep.com/mapeamento), con nueve distintas categorías, presenta hoy, en cuatro lenguas, casi ochenta obras de distintos tiempos y espacios.

Acerca de todo esto, puedo indicar, de mi autoría, algunas publicaciones teóricas y críticas, como los libros Elas escrevem o épico (2005), Poemas épicos: estratégias de leitura (2013), A cabeça calva de Deus: o epos de uma nação solar no cosmos da épica universal (2015)y los dos volúmenesdela História da Epopeia Brasileira (2007 y 2015), escrito a cuatro manos con Silva. Pero lo que hoy más gusto me da es el proyecto “Historia de la Epopeya en las Américas” que nació de la certeza de que hay muchos poemas largos, escritos por hombres y mujeres, que tienen muchos aspectos épicos, dentro de una nueva concepción del género. Así, yunto con el profesor argentino Juan Héctor Fuentes,  Investigador Adjunto  do Seminario de Edición y Crítica Textual  «Germán Orduna» (SECRIT) y muchos investigadores de nuestro continente, la América del Sur, comenzamos a caminar el camino necesario y largo para producir este registro histórico.

¡La epopeya vive! Y hay mucho que aprender de ella sobre nuestras historias, mitos y luchas.

Christina Ramalho – ramalhochris@hotmail.com

Universidade Federal de Sergipe (UFS) – Brasil

Centro Internacional e Multidisciplinar de Estudos Épicos (CIMEEP) – www.cimeep.com

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