El asesinato del cantautor chileno Víctor Jara ocurrió tres días después de haber sido detenido por las fuerzas militares de Augusto Pinochet, quien asumió el poder el 11 de septiembre de 1973, tras un golpe al gobierno del presidente Salvador Allende.
Al respecto, un jurado estadounidense declaró en 2016 que Pedro Barrientos, quien había adquirido la nacionalidad norteamericana, fue responsable por la muerte del máximo exponente de la canción de protesta en Chile. Él mismo lideró las torturas y asesinó a Jara, cuyo cuerpo apareció con más de 40 balazos en uno de los vestidores del Estadio Nacional de Chile, usado como campo de concentración y torturas, donde detuvieron a más de cuarenta mil personas.
En Bolivia, el líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz fue asesinado el 17 de julio de 1980, día del golpe militar protagonizado por Luis García Meza y Luis Arce Gómez, en la Central Obrera Boliviana (COB). Quiroga, que había obtenido el cuarto lugar en las elecciones presidenciales un mes antes y era el símbolo político en ascenso de la izquierda, asistió a una reunión de emergencia del Comité Nacional de Defensa de la Democracia (Conade), donde le segaron brutalmente la vida.
Dos crímenes icónicos de las dictaduras militares latinoamericanas alentadas y apoyadas por Estados Unidos, que recurrieron a métodos ilegales para perseguir a los denominados “movimientos comunistas”. En ese contexto, la Operación Cóndor fue un plan de inteligencia diseñado y coordinado por los servicios de seguridad de las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay. El plan contaba con el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) para aniquilar a la izquierda opositora durante la década de los 70 y 80, en plena Guerra Fría. Intervinieron en la política de varios países latinoamericanos, suministrando armas o dando apoyo a golpes de Estado para derrocar a los gobiernos de izquierda en Latinoamérica.
Miembros de la dictadura en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay se reunieron en 1975 en Santiago de Chile, en un encuentro convocado por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), que era la policía secreta chilena. El objetivo fue coordinar la persecución y eliminar a líderes de izquierda que pudieran movilizar a la población contra los regímenes dictatoriales. Gracias al acuerdo, las fuerzas armadas de estos seis países podían moverse libremente entre fronteras para perseguir a l@s opositor@s.
Varias investigaciones e informes dan cuenta de l@s miles de ciudadan@s que fueron secuestrad@s, torturad@s y asesinad@s por los servicios secretos de estos países, que intercambiaban información y actuaban de forma coordinada para mantener su propio régimen.
Según los archivos hallados en Paraguay, hubo más de 50.000 personas asesinadas, 30.000 desaparecidas y 400.000 pres@s. Además de militantes políticos y guerrilleros, entre los objetivos también hubo líderes estudiantiles, activistas o sindicalistas.
Las cifras oficiales de Chile indican que la dictadura de Pinochet dejó más de 3.200 muertos, entre los que se cuentan 1.192 individuos desaparecidos, y torturó a más de 38.000 personas.
El Argentina el informe de CONADEP- Nunca Mas- da cuenta de 30.000 personas desaparecidas y asesinadas.
La mayoría de los crímenes del terrorismo de Estado quedaron en la impunidad y la lentitud del sistema judicial ha hecho que la mayoría de los dictadores y de los que ocupaban altos cargos responsables de estos crímenes hayan muerto antes de ser condenados.
Vale la pena revisar y recordar la cruenta historia de las dictaduras latinoamericanas por la memoria de miles de desaparecid@s, torturad@s y asesinad@s, para que “Nunca Más” retornemos a esos oscuros y terroríficos momentos. Tenemos que defender la democracia en memoria a todos nuestros mártires y no tergiversar la narrativa de lo que realmente es una dictadura.
Elizabeth Salguero Carrillo es comunicadora social.