Miguel Sánchez-Ostiz
Las palabras. ¿Qué vas a decir? Pues lo mismo que la semana pasada y poco más. Sigo pensando que la guerra en Ucrania es una cuerda floja que puede venirse abajo en cualquier momento. No soy un experto en nada y cada día menos. Solo soy un espectador lejano de lo que sucede, que procura no asomarse en exceso a las imágenes que llegan desde Ucrania y que buscan mantener al público en situación de alerta emocional. Sobreexpuestos a la información y a la propaganda norteamericana, espoleados por el miedo, la ansiedad y la incertidumbre. Todo lo demás son incógnitas que no puedo resolver, nada depende de mí, nada. El «a verlas venir» y el «no sé qué pensar», se imponen. Los más sesudos utilizan la guerra como sacapuntas para su sabihondez y su recio y apretado discurrir. Envidia me dan. Mientras tanto yo me acuerdo del poema «Nocturno» (1938) de Rafael Alberti, ese en el que poeta siente heridas de muerte las palabras, al que suelen quitarle las balas que tiene, seis al menos, porque hasta hace nada hacían feo, ¿no?, resultaba poco pacifista: Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,/ humaredas perdidas, neblinas estampadas. / ¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, / qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua! El agua, las armas, el dinero, el tiempo, la trampa, el suma y sigue siempre renovado de horrores… Balas, balas.
Porque aparte de ser consciente y estar abrumado por el drama de varios millones de personas, que padecen la guerra y pagan los juegos de geopolítica, no puedo decir nada, no se me calienta la boca lo suficiente para pedir balas, balas, porque pienso que no hay chaleco que impida a quien se lo propone echarme encima un teatro entero si en él me refugio, como en Mariúpol.
Corrigiendo mis diarios encontré ayer una nota del año 2017 sobre un bombardeo norteamericano en Irak que había dejado 200 civiles muertos, ¿Y? Nada o poca cosa, olvido, y así una detrás de otra, a nuestro alcance mediático o lejos. Ahora se trata de colgar a Putin, que es el genio del Mal o así lo veo, o cuando menos hacerlo comparecer ante un tribunal como criminal de guerra como Milošević y otros. Está condenado antes de ser juzgado. La hambruna está por venir, y con ella la represión social de envergadura y la pobreza, esa que los delincuentes de la derecha española no ven. El dolor de millones de personas, ucranias o no, significa poco o nada para este estratega del imperio ruso (¿y americano?), a juzgar por las informaciones a las que accedo. Temo el día después, ese que ya es. Temo los cambios que va a introducir en nuestras vidas la guerra de Ucrania. No me cabe duda de que van a ser a peor, por mucha patraña que sirva de adobo al relato oficial. Los aguafiestas están de sobra y los que no aplauden el relato oficial algo peor que mal vistos, por mucho que estén con las víctimas: pro rusos. No, hay que estar con los guerreros-justicieros, sin matices. Blanco o negro.
¿Quién y cómo se va a reconstruir todo lo destruido en Ucrania? ¿Y de los millones de desplazados, qué? ¿Y de las sanciones rusas, esa guerra sutil pero tan mortífera como la de la pólvora, qué, se revertirán? Lo ignoro, pero es más que probable que todo dure años y más años, que serán de sombra.
¿Y aquí? Que un ministro de Exteriores, por muy ocupado que esté en la guerra, silencie la detención polaca del periodista español Pablo González, me parece canallesco, pero deberíamos estar acostumbrados a las manos sucias de nuestros gobernantes que sacan pecho desde lejos y con mucha pólvora en la boca hablan de llevar a Putin a La Haya/Nuremberg e impiden que se haga justicia plena con las víctimas del franquismo, alineados con una derecha plagada de delincuentes comunes. Ucrania sí, Sahara no, Sahara para Marruecos… Lo manda el amo y Pedro Sánchez monigotea. ¿Y tienes que aplaudir? Que quieren enviar armas a Ucrania, que envíen, diga lo que diga desde este rincón van a hacer lo que les de la gana o lo que les mande el amo y les convenga. ¿Qué más? Mucho más, mucho, porque la patraña aplaudida y cuartelera es una forma de vida española. Solo espero que el movimiento humanitario popular, callejero casi, en favor de los refugiados ucranios se mantenga en el tiempo, se extienda, cale, haga madre, a poco más puedo aspirar.
El la imagen, Otto Dix.