¿Ha escuchado alguna vez la canción titulada “Gracias a la vida”? Si no lo hizo, se la recomiendo, vale la pena, la puede hallar fácilmente por Internet, interpretada por muchos artistas, algunos de la talla del mexicano Alberto Cortez, la estadounidense Joan Baez o la argentina Mercedes Sosa -para mí, una de las más lindas versiones- aunque nada hay mejor que apreciar el arte en su fuente misma, en este caso, oír la interpretación de la compositora, cantautora, artista y activista chilena Violeta del Carmen Parra Sandoval (1917-1967), célebre, además, por otra hermosa composición titulada “Volver a los 17”.
Conocida simplemente como Violeta Parra, sus sentidas palabras “Gracias a la vida, que me ha dado tanto” hechas poema y repetidas varias veces en la canción, no se refieren a tener dinero o posesiones materiales, tampoco a gozar de buena fama o una excelente posición social, menos, a detentar poder para hacer y deshacer, siendo que la gente piensa en eso a la hora de agradecer a la vida por tanto; ella se refiere, más bien, a cosas simples que casi todos pasamos por alto como si no fueran algo importante. Veamos…
¿Cuántas veces agradeció Ud. tener el sentido de la vista para apreciar la grandeza de la creación o a una persona querida? Ella lo hace, le agradece a la vida el poder ver, algo que sólo se llega a aquilatar cuando se ha perdido la visión.
Agradece también el tener oídos para poder escuchar los sonidos de la naturaleza, de los animalitos, de los seres humanos, así como el caer de la lluvia y la voz del ser amado. ¿Acaso no ignoramos todo esto, como si resultara algo absolutamente normal?
Da gracias, también, por tener una boca para volcar sus pensamientos en palabras tan sencillas y sublimes, como “madre, amigo, hermano”, pero, también, para decir la verdad, como una luz que alumbra el alma de los hombres, y para dialogar con la persona añorada. ¿Podríamos ponernos a pensar si en verdad estamos conscientes de ello?
No quedó fuera de su gratitud el tener pies que, aunque cansados de trajinar, le permitieron relacionarse con otras personas en el campo, en su casa, con sus seres queridos y en sus viajes por el mundo. ¿Se imagina la bendición que significa el poder caminar?
Gracias a la vida, que me ha dado tanto, decía en esta suerte de himno universal, por tener un corazón sensible a las obras humanas, seguramente, para alegrarse de lo bueno y condolerse de lo malo, latiendo más fuerte al mirar a los ojos a su ser amado. ¿Cuándo fue la última vez que hizo Ud. algo así?
El haber recibido tanto de la vida, para ella, era el poder explayarse en reír y llorar -en la dicha y el quebranto, como decía- para forjar sobre la risa o el llanto, su creativa poesía y convertirla en canción para compartirla con nosotros. ¿Se imagina tener un corazón agradecido, para bendecir en vez de maldecir?
Resta aclarar de Violeta Parra que, pese a la notoriedad que adquirió, no fue una persona acaudalada, tampoco gozó de comodidades, ni siquiera tuvo la mejor salud, sin embargo, era agradecida a la vida, pese a la escasez que sufría, y que ella hace ver, que en realidad, era mucho más de lo poco que siempre creemos tener, sin darnos cuenta de cuánto lo extrañaríamos, si lo llegáramos a perder.
Se dice de quien fue precursora del movimiento artístico con un alto contenido social, conocido como la Nueva Canción Chilena, que compuso la canción “Gracias a la vida” cuando vivía en La Paz, Bolivia, un año antes de su partida, el 5 de febrero de 1967.
Con sólo 50 años, Violeta Parra murió por mano propia, nadie sabe exactamente por qué y aunque es difícil explicar cómo una mujer que tanto le cantó a la vida, como ella lo hizo, pudo poner fin a la suya; es posible que la respuesta esté en la letra misma del poema: Su alto contenido humanista, da cuenta cómo el hombre puede llegar a sublimar las pequeñas cosas, pero derrumbarse, también, cuando frente a situaciones extremas no tiene el auxilio divino para afrontarlas. Lo digo porque lo he visto y lo he vivido…
El 2023 fue complicado -demasiado, diría yo- desde diferentes aristas. No solo por los imprevisibles sucesos que se dieron en el país y en el exterior, afectando a la economía, sino también, en lo personal, por mi salud (mis amigos más cercanos saben a qué me refiero), sin contar los dolorosos golpes recibidos de propios y extraños (no exagero).
En conclusión: Cuando el ser humano sólo se tiene a sí mismo o se apoya en otro ser humano sin contar con el oportuno auxilio divino, es previsible que la decepción, el sufrimiento, la mortificación y la desesperación lo lleven a tomar decisiones terribles y precipitadas.
Resulta natural dar gracias a la vida cuando no se sabe que ésta es solo una parte de la creación, fruto de la mente de un gran Creador, a quien se puede recurrir por socorro en tiempos de soledad o angustia.
Por todo ello, empezando el 2024, agradecido por dejar atrás el 2023, desde lo más profundo de mi ser alzo mis ojos al cielo y digo… ¡Gracias a Dios, que me ha dado tanto!
Gary Antonio Rodríguez es Economista y Magíster en Comercio Internacional