Julio Huaraya Cabrera
El sector agropecuario de Bolivia es un pilar fundamental de su economía y seguridad alimentaria, pero enfrenta desafíos críticos en la producción de trigo. A pesar de contar con condiciones agroecológicas favorables, el país cubre apenas el 15-20% de su demanda interna de trigo, dependiendo en gran medida de importaciones, principalmente desde Argentina, para satisfacer un consumo anual superior a las 700,000 toneladas. En la campaña agrícola 2022/2023, Bolivia produjo aproximadamente 272,800 toneladas en 215,000 hectáreas, con un rendimiento promedio de 1.27 toneladas por hectárea, muy por debajo de referentes regionales como Argentina (3.0-3.5 t/ha). Este ensayo analiza las causas de la insuficiente producción de trigo, sus impactos socioeconómicos y propone estrategias para mejorar la productividad, reducir la dependencia externa y fortalecer la soberanía alimentaria.

Causas de la Insuficiente Producción de Trigo
Diversos factores estructurales y ambientales limitan la productividad del trigo en Bolivia. La falta de acceso a riego es una restricción clave, ya que solo el 11% de las tierras agrícolas cuenta con sistemas de riego tecnificados, con eficiencias que oscilan entre el 18% y el 50%. Esta dependencia de lluvias erráticas aumenta la vulnerabilidad ante la variabilidad climática, como sequías prolongadas y heladas, intensificadas por el cambio climático. En 2024, por ejemplo, las sequías extremas redujeron significativamente los rendimientos en regiones clave como Santa Cruz y Chuquisaca.
El uso de semillas obsoletas de bajo rendimiento (1.0-1.5 t/ha) es otro obstáculo. Muchos agricultores carecen de acceso a variedades mejoradas, y la ausencia de un programa nacional robusto de mejoramiento genético, junto con una asistencia técnica limitada, perpetúa esta brecha. Además, los desincentivos económicos desalientan el cultivo del trigo, que es menos rentable que cultivos como la soya o la caña de azúcar. Las importaciones de trigo y harina, a menudo subsidiadas desde países como Argentina, compiten con el producto local, reduciendo su competitividad. Finalmente, la escasa inversión pública en investigación agrícola, servicios de extensión e infraestructura, como caminos rurales y silos, limita el crecimiento del sector.
Impactos Socioeconómicos
La dependencia de importaciones de trigo, que le cuestan a Bolivia entre 150 y 200 millones de dólares anuales, presiona la balanza comercial y expone al país a la volatilidad de los mercados globales. Crisis como la guerra en Ucrania (2022-2023) dispararon los precios internacionales del trigo, encareciendo las importaciones y afectando la disponibilidad interna. Esta dependencia compromete la soberanía alimentaria, ya que interrupciones en el suministro externo pueden generar escasez y alzas de precios, impactando especialmente a hogares de bajos ingresos en áreas urbanas como El Alto y Sucre, donde los alimentos representan el 30-50% del gasto familiar. El aumento de precios reduce el consumo calórico y fomenta la sustitución por alimentos de menor calidad nutricional, agravando riesgos de malnutrición, especialmente en niños.
En las zonas rurales, la baja productividad del trigo perpetúa la pobreza y fomenta la migración. En regiones como Arampampa, en Potosí, conocida como la “capital cultural del trigo”, los agricultores enfrentan suelos degradados, falta de riego y rendimientos poco rentables, lo que impulsa a los jóvenes hacia actividades urbanas o minería informal. Esto erosiona el conocimiento agrícola tradicional y debilita la resiliencia rural. Además, la concentración de la producción en Santa Cruz (70% del total nacional) genera desigualdades territoriales, marginando áreas altiplánicas como Potosí y Oruro, donde los pequeños productores carecen de acceso a mercados e insumos.
Estrategias de Mejora
Superar el déficit de producción de trigo requiere un enfoque integral que combine avances tecnológicos, económicos y políticos:
- Infraestructura de Riego: Expandir sistemas de riego tecnificados, como goteo o aspersión con hasta un 90% de eficiencia, es crucial. Inversiones en reservorios comunitarios y canales regulados estabilizarían el acceso al agua, permitiendo cultivos durante todo el año en regiones como Cochabamba y Chuquisaca, y reduciendo los riesgos de sequía.
- Desarrollo de Semillas e Investigación: Fortalecer alianzas entre el INIAF, universidades y centros internacionales como el CIMMYT puede acelerar el desarrollo de variedades de trigo de alto rendimiento y resistentes al clima. Programas nacionales de certificación y multiplicación de semillas garantizarían el acceso de los agricultores a estas variedades, duplicando potencialmente los rendimientos a 2.5-3.0 t/ha.
- Capacitación Técnica y Mecanización: Establecer escuelas de campo y servicios de extensión agraria mejoraría las prácticas de manejo de suelos, fertilización y control de plagas. Subsidios o créditos blandos para maquinaria, como sembradoras y cosechadoras, reducirían costos laborales y mejorarían la calidad del grano, haciéndolo más competitivo.
- Políticas Públicas: Un Plan Nacional de Autosuficiencia Triguera (2025-2035) debe integrar incentivos como precios justos y compras estatales garantizadas a través de EMAPA. Revisar aranceles de importación para proteger la producción local, promover el consumo de trigo nacional y asegurar el acceso a divisas para insumos esenciales como fertilizantes son medidas clave. Mejorar la infraestructura rural, incluyendo caminos y silos, reduciría pérdidas postcosecha y facilitaría el acceso al mercado.
Conclusión
La insuficiente producción de trigo en Bolivia, resultado de bajos rendimientos, falta de riego y desincentivos económicos, pone en riesgo la seguridad y soberanía alimentaria. Al invertir en infraestructura de riego, semillas mejoradas, capacitación técnica y políticas coherentes, el país puede reducir su dependencia de importaciones, fortalecer las economías rurales y garantizar el acceso a alimentos básicos. Una estrategia nacional coordinada, que involucre a los sectores público, privado y académico, es esencial para transformar el trigo en un pilar del desarrollo sostenible, asegurando un suministro alimentario local, asequible y soberano para todos los bolivianos.