Hace unos días se retiró un cartel de publicidad, con la imagen de una mujer desnuda para publicitar una marca de bebidas alcohólicas, que se encontraba cerca de la universidad. Ha sido una buena idea retirarlo, pero no por el motivo que se hizo.
Se tiende a pensar que la violencia de pareja íntima sea un fenómeno unicausal: el machismo sería el responsable, la cosificación de la mujer y su exhibición desnuda un arma de este machismo. Pero lo cierto es que hasta ahora no hay evidencia suficiente para demostrar que existe esa relación. Es más: las mujeres que están ocultas tras un burka que las hace invisibles en Afganistán no sufren menos violencia que las mujeres que se bañan desnudas en las playas nudistas de Holanda.
Lo que se ha encontrado hasta ahora es que la violencia es un fenómeno multicausal en el que participan muchos factores, desde biológicos hasta ambientales, donde cada uno de ellos interactúa con los otros y no funciona por separado. Y uno de los factores clave, una causa real de la violencia, es el consumo de alcohol.
Hay suficiente evidencia acumulada en los últimos 30 años que muestra que el consumo excesivo de alcohol cumple con el criterio epidemiológico de causalidad para la violencia íntima. Su contribución es igual a la que pueden aportar, por ejemplo, situaciones socioeconómicas de riesgo, situaciones emocionales extremas, haber sufrido maltrato o abandono infantil, el mal manejo de la ira, la intoxicación con metales pesados como el plomo durante la infancia e incluso una predisposición genética o biológica y también, claro que sí, aspectos culturales. Ninguno de estos factores funciona por separado ni es causa suficiente, pero si se presentan varias de estas características al mismo tiempo se tiene una receta para el desastre. De cierto modo, tiene un efecto similar al tabaquismo y el cáncer: no es causa suficiente, pero es un factor clave.
Cuando se trata de conducir tenemos claro que el alcohol es causa de accidentes y por eso en todas partes del mundo se ha limitado su consumo. Bien, hay que dejar de negar la relación entre la intoxicación alcohólica y la violencia. Y hay que dejar de justificar nuestro alcoholismo con prácticas culturales, con muestras de cariño, con excusas emocionales. Dejar de pensar en el alcohol como muestra de prestigio social o como sistema de inclusión y aceptación.
Me alegra que hayan quitado la gigantografía con la publicidad de bebidas alcohólicas de la zona universitaria, sí. Pero, ya ven, por otras razones.