Márcia Batista Ramos
Ciertos olores, establecen una relación íntima con el tema de la memoria. Por eso, el piso lustrado con olor a bencina me recuerda las tardes de verano cuando me quedaba mirando el cuadro de los bisabuelos con sus rostros serios. Para mí, seres extraños, retratados sin voz, sin sonrisa, sin alma… La bisabuela con los labios sumamente delgados y los ojos azules vidriosos, en su seriedad, daba la impresión de que estaba eternamente enojada. Parecía misteriosa, con su pelo color tabaco, en un retrato monolítico, inmóvil, donde el camafeo de piedras preciosas colgado de una cadena de oro en su cuello, sobre la gola alta de encaje de su blusa, era lo que más llamaba mi atención. Lógicamente, que el bisabuelo pelirrojo con la cara pecosa, contrastando con sus ojos verdes, no pasaba desapercibido.
Éstas imágenes quedaron para siempre en las paredes de mi memoria, como el reloj a cuerda, tan grande, que se quedaba como un objeto de lujo o de arte, sobre el aparador en el comedor de visitas.
El camino entre las experiencias vividas y las formas como los objetos son presentados al dar cuenta de la memoria personal, es interesante e intrigante. Por eso, ayer me sorprendí al abrir el cajón del escritorio, con olor a naftalina, me invadió una sensación de abandono y de ruina silenciosa. Allí estaba el puñal inerme en una gaveta casi vacía, si no fuera por su presencia carente de posibilidades, ya que no había una mano cualquiera que lo empuñara como simple extensión de una conciencia, ese objeto me hubiera transmitido miedo.
Sinceramente, me hubiera gustado encontrar en el cajón, el viejo camafeo con la cadena de oro o por lo menos, un mantel de lino blanco, bordado en punto cruz.
Un mantel blanco bordado en punto cruz siempre estuvo, impecable, en la mesa de mi abuela que, olía a queque recién horneado. Y ella, al igual que sus hermanas, comentaba que a su madre le gustaba hacer todo tipo de bordados y que se entretenía haciendo pintura a la aguja, un bordado realizado en punto cordoncillo, para llenar o reseguir la silueta de los dibujos, hasta cubrir completamente el tejido base. Normalmente, la bisabuela utilizaba hilo de seda para realizar sus obras.
Pero, encontré un puñal con la punta muy afilada. No recuerdo quién me dijo que el filo del puñal se concentra en la punta, no en la hoja delgada que depende de la fuerza de un brazo para ser enterrada. La hoja no tiene filo. El puñal es un arma blanca que está diseñada para matar personas o animales, cuya hoja es triangular. Los hombres lo pensaron y constituyeron para un fin muy preciso: matar.
Yo nunca aprendí a bordar, ni a ensartar el hilo a una aguja. Extrañamente, aprendí, no recuerdo dónde, que el puñal solo hiere con la punta.